Estimados Liponautas
Hoy compartimos la entrevista que le hizo nuestro amigo José Pulido a Arthur Miller, dramaturgo estadounidense egocéntrico e inseguro, quizá mas conocido aquí gracias a Marilyn Monroe. Miller es un escritor importante y políticamente comprometido aunque poco comprometido humanísticamente o moralmente. Son muy conocidas las pobre valoraciones de él acerca de su exmujer Marilyn Monroe, solo basta leer su autobiografía o ver su obra Después de la caída (After the Fall) , pero mucho menos conocido es la forma como relegó a su hijo Daniel, que sufre de sindrome de Down, a una institución y al que Miller solo se acercó e incluyó en su testamento apenas dos años antes de su muerte.
Inge Morath conoció a Miller durante el rodaje de la película The Misfits. Arthur Miller y Marilyn Monroe se divorciaron en enero de 1961. A principios de 1962 Miller e Inge Morath se casan, el 4 de agosto muere Marilyn Monroe y el 15 de septiembre nace su hija Rebecca, realizadora cinematográfica, guionista, escritora, actriz y esposa del actor Daniel Day-Lewis. Daniel es casualmente es tocayo del hermano de Rebecca Miller.
Es muy curioso e indignante como Arthur Miller e Inge Morath trataron a su hijo Daniel y eso nos hace pensar nuevamente en lo importante que es la coherencia entre nuestro discurso y nuestras acciones.
Ahora disfruten de la entrevista hecha por el poeta José Pulido.
Atentamente
La Gerencia.
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Arthur Miller: No hay nada nuevo que pueda decir sobre Marilyn
Una entrevistade José Pulido
Esta entrevista la hice en los años ochenta. Ya la conocen, pero por si hay quién no la haya leído, la pongo otra vez. Tomé prestada esta foto porque aparece Inge con su cámara. Es del fotógrafo Alfred Eisenstaedt / Time & Life Pictures / Getty Image
Arthur Miller:
ESCRIBO PARA INTEGRAR MI VERDAD EN 150 PÁGINAS
-Parece música –dice Arthur Miller, y sube la cabeza para oír mejor el tintineo de un carrito de helados, empujado por el heladero que sube la cuesta cercana a la residencia del embajador norteamericano William Luer.
Se abstrae unos segundos y luego responde a una pregunta: “Me ha impresionado mucho la idea de un festival de teatro en Venezuela. Espero completar mi impulso teatral, aprender más sobre el teatro venezolano. Me sorprende esto, no es muy normal que un país tenga 14 o 15 agrupaciones teatrales profesionales”.
Arthur Miller y su esposa Inge Moranth. 1975. Fotografía de Alfred Eisenstaedt / Time & Life Pictures / Getty Image |
Está sentado en un mueble de hierro pintado de blanco; a cierta distancia hay una dama de ojos azules pequeños y cabello corto que le observa con atención: es su esposa, la fotógrafa de la revista Life, Ingeber Morath.
Arthur Miller y su esposa Inge Moranth en una clásica y machista pose. |
Miller es un hombre muy alto, fuerte, de manos grandes y tostadas, con uñas tiesas. Parece más bien un actor retirado que en alguna ocasión hizo de Tarzán. Es enteramente juvenil en sus expresiones, humorista a ratos, irónico siempre y por instantes parece cansado de repetir cosas.
- La cultura convertida en industria, en venta masiva, ¿ha modificado su obra?
Miller medita la pregunta y responde después de un “ah”, con cadencia de suspiro: “Yo no creo realmente que vaya a cambiar la manera de escribir, que eche a un saco obras teatrales porque son representadas en otros países y otros idiomas. Mis obras son mi reacción ante la sociedad norteamericana, donde vivo y trabajo. Y me gusta saber cómo sonará lo que escribo cuando se presenta en otra parte; esto no cambia en sí lo que escribo, tal vez me dé una perspectiva más amplia y menos provincial...”
VANGUARDIA
Está presente la interrogante respecto al teatro de vanguardia. Una mata de malanga cuelga detrás del autor y cuando el viento sopla fuerte las hojas le tocan un hombro. Se vuelve creyendo que es alguien. Sonríe a la mata de malanga y como hablando con ella dice: “Oh no, no... estas ideas de retaguardia y vanguardia ya no son de interés hoy en día. Mire: en 1960 había una explosión maravillosa de eso, pero con poco drama y lo que yo creo es que los artistas de teatro redescubrían los principios del teatro. Ni siquiera necesitaban dramaturgos; la misma idea de ser dramaturgo era reaccionaria... pero con el tiempo eso pasó a ser aburrido, ya el público podía predecir lo que iba a ver, y volvió a pedir que regresarán los dramaturgos y los sorprendiera. En realidad, nunca lo tomé como un antagonismo hacia mí, sino como un redescubrimiento. Era una tontería, una falta de sentido”.
Señala que los actores se liberaron en esa etapa y se convirtieron en mejores actores, pero deseando que retornaran los dramaturgos, para liberarse de la responsabilidad de escribir dramas.
Eso tuvo también, a su juicio, un origen político porque la gente comenzó a creer que cuando se dice mucho se miente; que se dicen mentiras cuando se organiza un discurso.
“Yo creo que hoy en día –agrega con una leve sonrisa, donde una pieza dental muestra una brizna dorada- nos damos cuenta de que se puede mentir al bailar o en cualquier otra actividad, que no se necesita el lenguaje para decir mentiras. La cuestión es, si se tiene talento o si no se tiene”.
“¿Experimentar?”, repite la pregunta, y contesta: “Lo experimental no es en sí hacer algo que no lo haya hecho antes otro, sino conocer lo más posible la realidad histórica, tal como la ve el artista. Experimentar por experimentar, sin conseguir nada con ello, lo considero negativo. Entiendo lo experimental que trata de comprender lo que está ocurriendo”.
Toca con un dedo su reloj de acero inoxidable, tal vez deseando adivinar la hora. Siente como deseos de realizar una actividad física y no estar allí sentado. “Un gesto espectacular simplemente lo pueden hacer hasta una ama de casa o un viejo tonto”, explica con voz determinante.
Una dama que está cerca y es norteamericana se molesta y le dice “injusto”.
-Señora, usted me entiende... –dice Miller, como disculpándose, sin hacerlo realmente.
-Hay quienes consideran más importantes “Las brujas de Salem” que el resto de sus obras... –se le hace la interrupción para que no le caigan encima las amas de casa.
-Yo no tengo ninguna objeción respecto a que alguien considere una obra mía más importante que otra. A veces el público prefiere unas y yo las otras- comenta. Le gusta hacer frases con viceversas.
-¿El hecho de que hoy se encuentre en esta embajada indica que ha cambiado la política norteamericana o que ha cambiado Arthur Miller?
-¡Bof! –exclama Miller.
-¿Qué significa bof?-
Él no lo aclara, pero expresa:
-Ambos hemos cambiado (no sé si realmente eso es verdad) pero puedo decir que yo sí he cambiado, cada hora, cada mes, cada año, si no fuera así estaría muerto: hay que cambiar.
Su esposa Morath dice que Miller está escribiendo una pieza, “pero no tiene título”. Es un comentario aparte, de ella, pero él habla sobre su trabajo en términos categóricos.
-Yo escribo muy pocas obras de teatro. Me la paso escribiendo y tirando textos a la basura. Siento la necesidad de llegar al público, a mi público, con una imagen diáfana, clara, de lo que soy en un momento dado. ¿Autobiográfico? ¿Quién no lo es? Yo no escribo para perfeccionar un estilo sino para tratar de integrar totalmente mi verdad en 150 páginas.
Tratando de aclarar algo dicho sobre el vanguardismo, apuntó: “Respeto el trabajo bien hecho, siempre tratando de proteger las altas normas del profesionalismo de teatro. Creo que un autor es peor actor que un actor y viceversa. La cuestión es eficiencia, eso es lo que realmente se requiere”.
-¿Quién es el mejor dramaturgo?
Miller dice a eso: “Desde 1890 para acá los buenos dramaturgos se pueden contar con los dedos, con cuatro dedos de una mano; eso refleja lo difícil que es el arte. El dramaturgo debe ser agresivo escribiendo, pasivo en la parte que tiene de poeta; debe ser sensual, manager, administrador, sentir los gestos, estar inmerso en la literatura... Sería una imposibilidad estadística ¿verdad?”.
“Hay poetas sin escena, escena sin poeta: hombres de grandes ideas que no pueden escribir un cuento, cuentistas sin ideas. Ser dramaturgo es como ser un Cadillac bien grande, que necesita poquísima gasolina”, comenta luego.
-Nosotros no trabajamos juntos: cada quien por su parte... Arthur se levanta muy temprano y trabaja toda la mañana –habla su esposa.
-¿Le molesta que en todas partes estén preguntándole a Miller sobre Marilyn?
-No... no me molesta. La conocí a ella antes de que Arthur. La fotografié: era una mujer fantástica.
Marilyn Monroe. Fotografía de Inge Moranth. |
Lo dice con sinceridad. Aclara que se casó con Miller después de morir Marilyn.
-¿Usted no es fantástica?
-Cada una tiene una cosa distinta- susurra Ingebor Morath, con un libro de fotografías en la mano.
Slow Dancing in a Burning Room ~ Marilyn Monroe & Arthur Miller
Miller explica:
-No hay nada nuevo que pueda decir sobre Marilyn y como no quiero aburrir, mejor será no decir nada.
Arthur Miller entrevistado sobre Marilyn Monroe en 1987
Respecto a los autores soviéticos, aquellos que son considerados disidentes, explica: “Muchos talentos se han ido de la URSS a Europa y Estados Unidos. Es la emigración más grande de la historia intelectual. ¿Cuál va a ser su impacto en la literatura norteamericana? no lo sé; allá no es popular la literatura disidente. Sólo lo es para las personas interesadas en la Unión Soviética”.
Marilyn Monroe y Arthur Miller. 1960. Fotografía de Inge Moranth. Imagen tomada de WMagazine. |
Dijo “Soviet Union”, y alzó la cabeza, creyendo que volvía el carro de helados con su música.
Señala: “La gente siempre comenta que el teatro norteamericano está en crisis”.
Desde que comenzó a escribir ha oído eso. Luego dijeron que Tennessee Williams y él habían salvado al teatro. “Pero a los cinco años se olvidaron de esa salvación”.
Arthur Miller e Inge Morath con su hija Rebecca |
La mala de malanga le tocó el hombro de nuevo. Eso le recordó que tenía que ir a almorzar y posteriormente a la Universidad Central de Venezuela, donde escucharía preguntas de estudiantes y público diverso.
Probablemente, preguntó a la traductora, cuando estaba alejado de la presión periodística:
-Esa planta tan insistente ¿cómo se llama?
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