martes, 1 de agosto de 2023

ADIOS REYNALDO, ADIOS

Un texto de José Pulido

 




Hoy también lamentamos la ida de un poeta y diré algo para despedirlo. La fotografía, una de las primeras que se le hizo a Reynaldo Pérez Só, es de Vasco Szinetar. Ambos eran muchachos en ese momento.



REYNALDO


En su libro 25 poemas, publicado en el año 1982 por Fundarte, hay poemas que definieron con gesto tajante y música íntima la poesía y la existencia de Reynaldo Pérez Só.

Después que apareció ese libro, Reynaldo tuvo más posesión espiritual para proseguir en su crecimiento interior, en su madurez intelectual, y escribir una obra sólida. Pero es indudable que esos 25 poemas constituyen el legado esencial. Su legado. 

En Reynaldo se encuentran versos que indican el logro de la poesía, la obtención de ese toque ideal:

“no soy el color de los pasos del ganado”.

Quien todavía no atrapa con su corazón el modo de volar y comportarse la poesía, podría leer varias veces esa línea y tratar de probar el néctar, algo así como el colibrí detenido en el aire imaginando que el otro torbellino es una flor de la cayena.

La poesía de Reynaldo Pérez Só se comportará siempre como el supremo escudo del poeta, la fortaleza protectora que ciertamente lo ampara en su paso de hombre fecundo que viaja hacia el futuro de la muerte y lo hace sin morir: esa lámpara de bondadosa luz alumbrará siempre sus facciones.

Quien todavía no alcanza la sensibilidad para escuchar el tono de la poesía, puede asomarse a la delicada tarea de recorrer junto con la intuición de Reynaldo estos versos: 

hace sueño en el campo

es apenas

sol

sueño como soñar hasta tarde 

pequeño

terrón para apretarse en la mano

Y si no es mucho pedir, valdría la pena estremecerse un poco tratando de hacerse la idea de quién fue este hombre, que en algún momento de su vida tuvo una elevación de alma pocas veces alcanzada. 


Lo conocí en Valencia, durante la inolvidable temporada que viví en esa ciudad. Allá supe de los poetas que fundaron la revista Poesía con el respaldo de la Universidad de Carabobo. Aunque tuve más contacto humano con Eugenio Montejo. Pero uno de los grandes amigos de Eugenio y de Reynaldo era el maestro Braulio Salazar, un artista que me ayudó, me orientó y me honró con su amistad. Su hijo Leonardo Salazar, un artista de vanguardia, se convirtió en una especie de hermano. Él también me presentaba personas ligadas al arte y a la creación en toda Valencia




Braulio y Leonardo me hacían partícipe de sus amistades, que eran muchas. Y el diálogo era permanente. Por eso me atraían las conversaciones que sostenían tres hombres unidos por una sensibilidad mayor: Braulio, Eugenio y Reynaldo.


Eugenio Montejo

Me llamaba la atención el hecho de que ellos tres encontraban belleza en cualquier lugar, en cualquier situación. Extraían belleza de lo invisible, de lo común y corriente, de cualquier circunstancia. Y en ocasiones hablaban de cómo apreciaban las señales hermosas y profundas que generaban los cementerios. Yo huía de los cementerios. Y ellos me hicieron cambiar los miedos, los temores.

Braulio Salazar


Un día Eugenio le preguntó a Braulio¿Cómo es eso de que los cementerios tienen vida y amor según tú?”. Y Braulio respondió:

Es por esos hermosos árboles que crecen, las amapolas, la belleza de las esculturas en las tumbas. Sí: yo paso ratos amenos en el viejo cementerio de Valencia. Es que amo a la naturaleza más que a cualquier cosa”.

Reynaldo comentó: “No sé si esa eternidad y esa naturaleza serán amenas, pero ahí seguiremos hablando de todo lo que la vida nos ha ofrecido”.

A mí, en lo más exigente de mi tosca y laica disposición de lector, me acompañó desde hace muchos años este poema de Reynaldo Pérez Só:  

demasiado peso 

hay en la flor 

perfume y el tacto 

de tocar la existencia

esta torcedura del perfume

quiere salir 

cada noche 

vuelve y palpa 

la forma del pétalo 

caído

Y de este modo, recordando su poesía, envío mis condolencias a su familia, a sus amigos y a mi hermano del alma Leonardo Salazar, cuya tristeza comparto. Sin embargo, hoy recojo mi tristeza más particular y la pongo en cuarentena, porque tengo la certeza de que en el espacio de los recuerdos que la provincia luminosa de Venezuela me regaló, están Reynaldo y otros valiosos compañeros de ruta poética, hablando sinceramente de cómo han encontrado belleza hasta debajo de las piedras.


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José Pulido. Fotografía de Gabriela Pulido Simne

José Pulido

Poeta, escritor y periodista, nació en Venezuela, el 1° de noviembre de 1945.

Vive en Génova, Italia. 

En 1989 obtuvo el Segundo Premio Miguel Otero Silva de novela, Editorial Planeta. En el 2000 recibió el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, por su poemario Los Poseídos. Ha publicado cinco poemarios y nueve novelas. Desde el 2018 el Papel Literario de El Nacional creó la Serie José Pulido pregunta y publica las entrevistas que ha realizado a creadores y artistas.

(Ha fundado y dirigido varios suplementos y revistas de literatura. Si se requiere información detallada sobre estas publicaciones, favor solicitarla a este  correo: jipulido777@gmail.com)

Forma parte de la Antología Por ocho centurias, XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, Salamanca, España, entre otras. Ha sido invitado a festivales en Irak, Colombia, Brasil, Chile, España y Génova. Participó, en 2012, como invitado de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que se celebran en SalamancaEn el 2018 y en el 2019 invitado al Festival Internacional de Poesía de Génova. 

Publicaciones más recientes:

El puente es la palabra. Antología de poetas venezolanos en la diáspora.

Compilación: Kira Kariakin y Eleonora Requena, para Caritas.

Poeti Uniti per il Venezuela, Parole di Libertà  (Poetas Unidos por Venezuela, Palabras de Libertad) publicado por Borella Edizioni, evento respaldado por la Associazione culturale Orquidea de Venezuela, con sede en Milán.

Poemario Heridas espaciales y mermelada casera editado por Barralibro Editores

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