jueves, 2 de septiembre de 2021

José Antonio Abreu: TALENTO SIN PROBIDAD

 

Abreu y Gustavo Dudamel, en un acto en San Francisco en 2012.L. R. / GETTY. Imagen tomada de El Pais.



TALENTO SIN PROBIDAD

Por Eduardo Casanova

Si Simón Bolívar no se hubiera dedicado en cuerpo y alma, como militar y como Estadista, a lograr la independencia de la América española y propiciar la creación de nuevos países en donde había colonias de España, habría pasado con gloria a la posteridad como escritor, y muchas de sus frases se habrían convertido en grandes máximas citadas por miles de escritores, lectores y educadores. Y una de sus frases más afortunadas fue aquella que dice “el talento sin probidad es un azote”, contenida en una carta al General cumanés Francisco Carabaño, escrita en Bogotá el 8 de octubre de 1828. Ciertamente, a lo largo y ancho de la historia ha habido muchos individuos dotados de un gran talento que le han hecho un daño enorme a la humanidad. 


Desde luego, entre ellos están Stalin, Hitler, Mussolini, Fidel Castro y muchos otros gobernantes que por egoístas y ambiciosos se convirtieron en jefes de sus naciones y le hicieron enormes daños a millones de personas, pero hay otros que no llegaron a ser gobernantes, pero igualmente dañaron a muchos con su falta de probidad. Uno de los casos más notables entre nosotros fue José Antonio Abreu, un hombre muy inteligente, muy talentoso, pero carente en absoluto de probidad y de moral, que engañó y sigue engañando a mucha gente, y que encabezó un proyecto aparentemente lleno de ventajas y virtudes, pero que en sus manos se convirtió en fuente de inmoralidades, de riqueza inmerecida y, sobre todo, de equívocos que no compensan sus muchas fealdades. 


Hablo del tan cacareado “Sistema”, de las orquestas infantiles y juveniles que le han proporcionado un oficio a centenares o miles de jóvenes venezolanos, pero a la vez han sido una fuente de corrupción que ha servido para que unos pocos, encabezados por el propio Abreu, hayan ganado un dinero que no se merecen y una fama que merecen menos todavía, y ha perjudicado el buen desarrollo de la música académica en Venezuela. Me tendrán que perdonar que hable de este tema en primera persona del singular, pero se trata, en mi caso, de un simple caso de conciencia sucia, pues tuve mucho que ver con la creación del monstruo. Es un caso en el que se puede aplicar aquello de que el que no oye consejos no llega a viejo, porque aunque en diciembre cumplo ochenta y dos años, es decir, llegué a viejo, llegué con algunos cargos de conciencia, y uno de los más pesados es el de haber sido protagonista de la creación de la Orquesta Juvenil y, por ende, del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles. 

Imagen tomada de Contrapunto.


He contado más de un vez cómo fue el proceso: en 1974 Diego Arria, uno de mis mejores amigos de juventud, me designó Director Civil y Político de la Gobernación del Distrito Federal, que a pesar del pomposo nombre era en realidad la oficina que se ocupaba de todo lo que tuviera relación con la cultura en el Distrito Federal, es decir, en Caracas y alrededores. Mi antecesor, José Luis Alvarenga, copeyano, lo había hecho muy bien, y me propuse mantener su nivel y, de ser posible, acrecentarlo. Uno de los que había colaborado en Alvarenga era Luis Morales Bance, violinista, compositor y director de orquesta, hermano menor de José Enrique Morales, condiscípulo de Diego y mío, que había sido también uno de mis mejores amigos entre nuestros compañeros de La Salle. 


En los primeros días de mi gestión Luis me visitó y se ofreció a trabajar también conmigo, oferta que acepté de inmediato. La música académica siempre había sido uno de los aspectos más importantes de mi vida, y para mi trabajo ya contaba con varias personas que podían ayudarme en materia de folklore, artes plásticas, literatura, etcétera, pero no tenía a nadie relacionado con la música académica, de modo que la oferta de Luis me venía de perlas. Poco tiempo después Luis llevó a la Gobernación a otros músicos, como Domingo García, Frank Di Polo y José Antonio Abreu, que era evidentemente el Alfa del grupo, y empezamos a trabajar con la idea de formar una orquesta de cámara auspiciada por la Gobernación, que ya tenía un orfeón formado en tiempos de Alvarenga. Le presenté el proyecto a Diego, que lo rechazó con cierta violencia a causa de la presencia de Abreu, que había organizado una gran estafa, la llamada Pirámide, con lo que había perjudicado a mucha gente importante, como Miguel Ángel Burelli. Diego me aconsejó que me apartara del todo de Abreu, a quien yo había conocido cuando ambos estudiábamos en la Universidad Católica Andrés Bello, varios años atrás, y es por eso por lo que digo que llegué a viejo a pesar de no seguir el consejo, pero llegué con la conciencia sucia, porque, en vista del rechazo de Diego no me alejé como habría debido hacerlo de Abreu, sino en un almuerzo muy bien regado en un restaurant de la Plaza Venezuela, en el que también estuvo mi segundo de a bordo, Antonio José Moreno Castillo, le informé que el proyecto de orquesta de cámara se caía y le propuse a Abreu, como alternativa, la idea de hacer una Orquesta Juvenil, partiendo de que en Copenhague una de mis dos secretarias de la Sección Consular de la embajada era violinista de la Juvenil de Copenhague y me había invitado a un par de conciertos. Calculé, y por desgracia mi cálculo no estuvo errado, que Diego no rechazaría un proyecto tan importante dirigido a los jóvenes. 


Virginia Betancourt me recomendó que enfatizara el hecho de que un proyecto destinado a niños y jóvenes de pocos recursos apartaría a muchos del camino de la delincuencia y las drogas. Así lo hice y el resultado fue que la GDF aportó 100.000 bolívares, equivalente entonces a algo más de 23.000 dólares americanos, que hoy será poco más o menos unos 50.000 dólares, suficiente según el propio Abreu para el arranque y seis meses de funcionamiento, y dos autobuses que servirían para transportar regularmente a Caracas muchachos de Maracay y Barquisimeto, y así se materializó en proyecto. Poco después tuve un indicio de lo que pasaría, cuando en el discurso inaugural de la Juvenil Abreu se deshizo en adulancias hacia Diego y a mí y a “Pepino” Delfino (que fue el que aportó los autobuses) ni siquiera nos mencionó. Y de allí en adelante, Abreu, a punta de adulancia, paciencia, humillaciones y engaños, logró construir ese gran universo, en el que se han consagrado reputaciones y se han hecho notables fortunas no muy santas, además de haberse producido varios casos de pederastia, etcétera. Más de una vez he sido agredido por distintos tipos de gente por haber cometido el crimen de tratar de que se vea la realidad sobre Abreu


En una ocasión hasta me amenazaron de muerte. Abreu llegó nada menos que a ser ministro de Cultura, y como era de esperarse, arrimó todas las sardinas a su brasa. Acabó con proyectos tan útiles y buenos como Solistas de Venezuela, un proyecto adelantado por Luis Morales Bance, Olaf Ilzins y yo, es decir, su maestro en Barquisimeto y los dos que le permitieron fabricar su imperio. Así paga el diablo a quienes lo ayudan. Todo lo cual me multiplica la certeza de que el talento sin probidad es un terrible azote.



Enlaces Relacionados:


Sobre José Antonio Abreu, Fundador del Sistema de Orquestas de Venezuela



José Antonio Abreu: “Educación artística se afirma como eminente derecho social de nuestros pueblos”



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Eduardo Casanova


Estudió Derecho y Letras en la Universidad Central de Venezuela y en la Universidad Nacional de Buenos Aires. En 1963 se estrenó su obra teatral Barrabasalia, escrita en colaboración con Arturo Uslar Braun, en 1975 se estrenó su comedia "El solo de saxofón". Luego, en 1968, recibió su título de abogado. Presidente de la Fundación para las Artes del Distrito Federal (Fundarte), 1984. Director del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), 1984-1987. Premio Guillermo Meneses por su obra narrativa (2000). Presidente del Círculo de Escritores de Venezuela, 1999 y 2001.  


Actualizada el 28/01/2023


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