Estimados Amigos
Hoy tenemos el gusto de hacerles llegar una nueva entrega de nuestro amigo Carlos Yusti. Esta vez nos zambullirá en las experiencias vividas dentro de la revista de un grupo literario ajeno a las roscas culturales usuales en la Valencia del Rey. Con anterioridad ya nos ha mostrado celajes de esa revista y su grupo literario y en esta oportunidad nos mostrará un poco más las corrientes subterráneas que permitieron cuajar de manera exitosa (por lo menos editorialmente) el fanzine Zikeh, organo divulgativo del grupo Animales Krakers.
El Dragón Chino es el enmascarado |
Deseamos disfruten de la entrada y de los animales krakers en su plato mañanaero si logran conseguir la leche que ahora se encuentra tan escasa en la patria de Miranda, Bolívar, Piar y el Dragón chino.
Richard Montenegro
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Foto fija de grupo literario con revista
“No se sorprendan de mi silencio: el motivo principal es que
nunca encuentro nada interesante que contarles. Viviendo en uno de estos países
nunca hay nada que contar. Desiertos poblados de estúpidos negros, sin caminos,
sin correos, sin viajeros: ¿qué queréis que les escriba?...”
(Arthur
Rimbaud, Cartas Abisinias, Harar, 25 de febrero de 1890)
Carlos
YUSTI
La foto del grupo literario Los
Animales Krakers no existe como tal. Para el momento que comenzamos a reunirnos
(en algún bar, en una que otra plaza o en un café cercano de la Escuela deTeatro Ramón Zapata, situada a un costado de la plaza Sucre) los teléfonos
celulares eran un invento de la ciencia ficción (al igual que el computador
personal o las tablas). Además como éramos unos desclasados de la literatura,
unos pirañas advenedizos de las letras,
especie de manada underground interesada
más de leer la vida en el día a día, que en documentarla para la posteridad. Nunca
estuvimos preocupados en llevar un registro fotográfico de nuestras actividades
circunscritas a beber mucha literatura más que a escribirla; ah sí y a discutir
en demasiado sobre arte, libros y política.
Escuela de Teatro Ramón Zapata |
Así estuvimos tres o cuatro
años como un grupo asiduo en la ciudad cultural de Valencia, nuestro anonimato
era nuestra fortaleza y aunque todos escribíamos poemas y cuentos nos importaba,
como grupo se entiende, era encontrarnos
para compartir nuestro descontento y cierto desgano hacia una literatura y una
actividad cultural muy apegada a las normas establecidas, al boato
universitario y a ese discurso municipal del orden (o las buenas maneras) y que
despreciaba/desechaba nuestros escritos en sus revistas, en sus páginas
literarias muy ordenadas y bostezantes, donde todas las palabras eran pescadas
con cuidado del gran diccionario de la literatura convertida en artefacto
arbitrado y especializado, en puente de tráfico de influencias para enchufarse/acomodarse
en ese gran engranaje cultural de papeles literarios y revistas de literatura.
Todo un tanto asqueante, achacoso y vomitivo.
El grupo estuvo integrado por Judith Pezzente, Humberto Gonzáles,
José Vicente Arcila, Juan Aponte Celis, Argenis Azuaje, Gersón Barrientos. Como
constantes compinches estaban Alida Gonzáles, Alexis Gonzáles y una buena lista
de cómplices colaboradores. Nuestras conversaciones se inyectaban con una
sobredosis de nicotina y no sólo la literatura nos resultaba aburrida, sino la
política donde todo se resumía a una farsa teatral con un libreto escrito por
secretarios de segunda. En el mar de la utopía política navegábamos a las mil
maravillas. Éramos unos suicidas que nunca encontraron su vena ni la navaja
oportuna. Mientras en otros grupos (similares al nuestro) algunos de sus
miembros se abrían las venas o se arrojaban del quinto piso de algún edificio,
nosotros seguíamos atornillados al madero de la literatura, más voceada que
escrita, aferrados como plantas parásitas al frío metal de la página en blanco,
la ilusión de que a futuro mancharíamos páginas y páginas con nuestros gusanos
tipográficos nos mantenía “al filo de la navaja”( y en ese tiempo
despreciábamos a rabiar a William Somerset Maugham).
William Somerset Maugham |
En fin, estábamos felices en nuestra burbuja de malditismo
convocante y oral hasta que a Humberto Gonzáles se le ocurrió la diletante idea
de que era necesario editar una revista y que él se identificaba mucho con un
hipopótamo y explicaba que el dichoso animal, a pesar de su corpulencia,
evitaba la confrontación y que cuando el mundo le resultaba hostil sólo se
sumergía en el agua y listo. Y entonces cada quien fue buscando su animal con
cual traspapelarse. De allí surgió el nombre de los animales. Le agregamos el Krakers por la película de los hermanos
Marx y por esas galleta con forma de animalitos, especie zoo dulce y crujiente
con el que acompañábamos el café de la tertulia y la miseria. El nombre de la
revista lo decidió el azar. Fuimos colocando nombres en una caja y el nombre
que más saliera sería el seleccionado. Al final
el nombre que se impuso en varios intentos fue ZIKEH y entonces para darle una explicación aludíamos a la psique, en su concepción griega referida
al «alma humana» y otros embustes más o menos eruditos que fuimos improvisando
sobre la marcha.
No teníamos dinero para la dichosa publicación y trabajamos duro
para conseguirlo. Además un grueso del capital salió de nuestros bolsillos.
Alguien tenía un multígrafo, otro tenía tinta y un poco así conseguimos los
materiales restantes y el papel necesario. En esta etapa tuvimos que
enseriarnos con la escritura. Ahora lo hacíamos con regularidad y fuimos
seleccionado el material escrito acorde con nuestro espíritu chocarrero y
contestario. Por supuesto no faltarían
las groserías, las malas manera y los exabruptos reaccionarios y de todo tipo.
Veníamos a meter las pezuñas en las oraciones, a descorrer las cortinas de la
literatura hecha con las entrañas y la rabia. Zikeh (17 X 27cm) resultó una especie de cuaderno febril de 100
páginas y más que una revista fue la pared de un baño público, con oxido en la
tuberías y ese vaho de la desidia subiendo como un puñetazo de orina pestilente
directo a la garganta del lector.
Julio Cortazar |
Asiduos lectores de Vallejo, Rimbaud y Cortázar como grupo sabíamos que nuestro
norte no era ser comparsa de ese mundillo literario de Valencia tan godo y de
apellidos. Teníamos presente ese fragmento poético de Cortázar: “La
lucha
de un puñado de pájaros contra la Gran Costumbre.”
Íbamos con dientes y
garras a por la Gran Costumbre. Por otra parte asumimos al pie de la letra eso escrito
por el gran cronopio: “Toda poesía que merezca ese nombre es un juego…”
Asumimos ese juego desde lo excrementicio
y lo bizarro.
Logramos editar 4 números de la revista ZIKEH y estuvimos casi
cinco años bebiendo y escribiendo como posesos. Al final hastiados y con los
hígados lesionados decidimos separarnos en rabiosos términos y aunque quedamos
como amigos cada quien fue a lo suyo y nos largamos a una Abisinia (de metáfora
y mampostería falsa) para olvidarnos de la poesía y volvernos hombres de bien
con la pierna del alma amputada.
Hace poco he conversado con los viejos camaradas del grupo. Ya
ninguno pinta, ninguno escribe y ninguno ha publicado un libro. Todos se han replegado
y se han quedado en ese umbral chinesco del anonimato. Sólo yo, que nunca me
curé de esa enfermedad de la literatura, he tenido el caradurismo de seguir en
el filo de las palabras, haciendo equilibrios de funambulista como si de una
cable tenso se tratara.
Ahora que veo a distancia la travesía de los Animales Krakers y su revista Zikeh
presumo que se trató de un momento de urgencias existenciales, todo un
tanto lleno de azar y nausea sartreana. Nunca escribimos un manifiesto, jamás
caligrafiamos el rosario de nuestros principios, mucho menos tallamos en roca
nuestros postulados. Fuimos un grupo literario atípico sin ínfulas artísticas o
literarias. Necesitábamos quemar el momento, militar en la inutilidad llana y
simple. Para que todo resultara profundo y con cosa le dimos algunos brochazos
de poesía, cuento y ensayo, pero en realidad íbamos dejando el talento en esos
días sin huellas y en la página solo fuimos dejando nuestra sombra rupestre y
sin trascendencia. Como grupo literario nos esmeramos en acicalar nuestra pose
a contracorriente, nuestra pose váyase
todo a la mierda. Todo tenía algo de performance, de arte efímero.
Descuidamos las palabras y en vez de escribir literatura estábamos preocupados
en saldar cuentas con nuestros demonios mal hablados y peor escritos.
Hoy los grupos literarios son hojas amarillentas en las
hemerotecas, anotaciones nerviosas en algún blog. En lo personal creo que el
grupo para todos sus integrantes fue una terapia, un diván para acostar
nuestras obsesiones literarias y de otro tipo. Todos salimos ilesos, dentro de
lo que cabe (esperar), de dicha experiencia. La poesía duele menos cuando se
vive (y se bebe) que cuando se escribe. El escritor siempre anda de puntillas
en el filo de las palabras con ese peligro latente de caer en el abismos y los
otros integrantes lo detectaron a tiempo y arrojaron las hojas en blanco a la
papelera para salvarse en el silencio, de ese terrible silencio sin escritura
que prolifera cuando no hay nada que contar y cuando la Gran Costumbre toma la palabra.
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Richard Montenegro. Perteneció a la redacción de las revistas Nostromo y Ojos de perro azul; también fue parte de la plantilla de la revista universitaria de cultura Zona Tórrida de la Universidad de Carabobo. Es colaborador del blog del Grupo Li Po: http://grupolipo.blogspot.com/. Es autor del libro 13 fábulas y otros relatos, publicado por la editorial El Perro y la Rana en 2007 y 2008; es coautor de Antología terrorista del Grupo Li Po publicada por la misma editorial en 2008 , en 2014 del ebook Mundos: Dos años de Ficción Científica y en 2015 del ebook Tres años caminando juntos ambos libros editados por el Portal Ficción Científica. Sus crónicas y relatos han aparecido en publicaciones periódicas venezolanas tales como: el semanario Tiempo Universitario de la Universidad de Carabobo, la revista Letra Inversa del diario Notitarde, El Venezolano, Diario de Guayana y en el diario Ultimas Noticias Gran Valencia; en las revistas electrónicas hispanas Alfa Eridiani, Valinor y Gibralfaro, Revista de Creación Literaria y de Humanidades de la Universidad de Málaga y en portales o páginas web como la española Ficción Científica, la venezolana-argentina Escribarte y la colombiana Cosmocápsula.
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Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto. |
Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones El correo del Caroní en Guayana y el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordina la página web de arte y literatura Códice y Arte Literal
Tomado de Letralia
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Entrada actualizada el 07 de agosto de 2022
Tanto la poesia, la literatura, el Arte tienen el sagrado deber de sacudir, mover todos los cimientos de las sociedades y los individuos......."Por fortuna existe el Arte, para librarnos del horror de la verdad", R.P.
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