jueves, 7 de noviembre de 2013

El Steampunk en el cine.

Por Manu Argüelles



Steampunk Cinema



Estimados amigos

Hoy compartimos esta entrada facilitada por nuestro amigo by Pacoman. Es la introducción del libro de autoría colectiva Steampunk Cinema. Creemos que los vientos que soplan para esta vertiente son buenos en la actualidad así que decidimos publicar esta nota dedicada a esta linea literaria y cinematográfica que va en ascenso.

Esperamos disfruten de la entrada y que comiencen a alimentar sus calderas para tener más vapor.

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El Steampunk en el cine



En El tiempo en sus manos (The time machine, Georges Pal, 1960), nuestro aventurado inventor, cuando trata de revelarles a sus flemáticos y encorsetados amigos el artilugio que ha inventado, les habla de cuatro dimensiones. La cuarta dimensión es la que nos interesa: el tiempo. La famosa máquina imaginada por H. G. Wells le permite viajar en él, rompiendo la lógica causo-temporal convencional. Él decide ir al futuro, pero el steampunk realizará el desplazamieno contrario, aunque parte de los mismos preceptos rupturistas que ya estaban incorporados en las distorsiones de los vectores dinámicos que constituyen la existencia humana, planteados en la novela de H.G. Wells: tiempo como eje reestructurador, lugar y espacio.



El futuro recreado en la ficción siempre forma parte del imaginario del hombre. Podemos elucubrar, fantasear, tenemos vía libre para desarrollar nuestra creatividad en nuestros sueños anticipatorios. Nadie puede objetarnos nuestro mundo creado ya que las reglas las podemos instaurar nosotros. El cine acostumbra siempre a crear entonces más o menos verosímiles para que el espectador pueda asumirlos más fácilmente. El enclave referencia ciertos signos o tendencias de nuestra realidad, llevándolos en muchas ocasiones hasta el paroxismo o el extremo, cumpliendo esa función acomodadora. En el futuro se proyectan y se materializan las aspiraciones, deseos y desarrollos tecnológicos que se están configurando en el momento en el que se crea la ficción. El cyberpunk, matriz de la que emerge nuestro steampunk, siempre los recreará en clave de pesadilla, o, lo que es lo mismo, de distopía, dando un lugar cenital a la tecnocracia como una sociedad alienante y contradiciendo el positivismo del Modernismo, que abocaba una fe ciega en la ciencia y en el avance tecnológico como elementos de progreso.




Recrear el pasado en la ficción, en cambio, es más problemático. El pasado queda fijado por la Historia y el conocimiento colectivo que se ha elaborado en torno a esta disciplina. Por lo que, de entrada, a diferencia de las sci-fi prototípica, tenemos que cumplir con ciertas normas para que el relato no quede impugnado y cuestionado. Pues bien, dado que estamos en el terreno de la fantasía, tal y como lo menciona Martín Cuesta en su artículo sobre Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2008), el steampunk es el reinado de lo anacrónico. Es decir, es toda una celebración libertaria y desprejuiciada que se olvida de los quebraderos de cabeza a la hora de contextualizar históricamente las ficciones cinematográficas. Podríamos resumirlo y definirlo rápidamente como el cyberpunk del pasado o la ciencia ficción retrofuturista, acepción más amplia también utilizada para designar a este tipo de historias. Lo que puede parecer una paradoja no lo es tanto, época fetiche para el medio. Anacronismo, fetichismo, distopía, Revolución Industrial… conjuguen y ya tienen las claves básicas del steampunk.



Recordemos que este subgénero-madre, el cyberpunk, fundado en el terreno cinematográfico a partir de Blade Runner  (Ridley Scott, 1982), ya lleva inscrito en sus señas de identidad narratológicas y atmosféricas un aliento retro, porque no es difícil advertir en él unas constantes propias del noir de los años cuarenta y cincuenta combinadas con el escenario hipertecnificado diatópico, directamente heredado de la ciencia ficción desarrollada en los años 60 y 70. No olvidemos el emblema de esta corriente: El futuro ya ha sucedido. Así pues, el steampunk, como derivación de ésta, lo que procede es a declinar el contenido retrospectivo ya inherente en el movimiento popularizado por las novelas de William Gibson y cambiar el emplazamiento futurista por un territorio victoriano. Pero, claro, sujeto a unos dictados que se saltan a la torera –y a placer diría yo- cualquier exactitud histórica que estreche en exceso las expansivas líneas del fantástico. Si el cyberpunk es el gótico fatalista del futuro, el steampunk es el churrigueresco del pasado. Una orgiástica celebración de cachivaches, gadgets y elementos mecánicos que inundan unas ficciones que, por lo general, se orientan hacia la aventura más pura y apuestan por el sentido de fascinación contenido en las novelas de Julio Verne. El pathos del noir deja lugar al desparrame jubiloso que se torna en fiesta trepidante e incesante acción diurna que iluminan los escaparates dickensianos lóbregos y abigarrados de los que toma aspecto estético.




El término steampunk suma los dos vocablos anglosajones steam (vapor) y punk. El primero alude a la fuente de energía que propulsa los engendros mecánicos y ha permanecido en el imaginario colectivo como símbolo icónico de la Revolución Industrial, espacio temporal predilecto para este amplio movimiento sociocultural. En la referencia al punk, la semántica se amplifica y no se circunscribe estrictamente al emergente movimiento musical contestatario de los años 70. Aquí se refiere a un espíritu crítico y contracultural, de resistencia a la hipervelocidad de las nuevas redes de la información y al exacerbado presentismo, que prioriza el tiempo contemporáneo, el aquí y el ahora, y que dota a los bienes de consumo de una rápida caducidad. Se materializa mediante la reivindicación de productos artesanales y la exaltación de materiales como el cobre, la madera o el cuero, frente a la liquidez e inmaterialidad del marco digital y la obsolescencia programada: los productos ya son creados para que no duren mucho tiempo.



Emergido en primera instancia desde la literatura y el cómic, fue acuñado en 1987 por el escritor K. W. Jeter con la finalidad de categorizar creaciones literarias como la suya, que se distanciaban del cyberpunk en cuanto realizaban este viaje regresivo con tintes atemporales. Curiosamente, uno de los padres del cyberpunk, el citado William Gibson, junto con Bruce Sterling fueron quienes le dieron carta fundacional definitiva tras la publicación de La máquina diferencial en 1990. El movimiento literario beberá de la ciencia ficción y de la aventura fantástica de los visionarios H. G. Wells y Julio Verne, ambos autores que, como veremos en el libro, tienen también su incidencia en las ficciones cinematográficas.




En lo que se refiere al cine, tal como explica Pablo González, si ya podíamos rastrear estos rasgos en la inconmensurable obra animada de Hayao Miyazaki, lo cierto es que su materialización fecunda se dará en el siglo XXI, con largometrajes claves como La Liga de los hombres extraordinario (The League of Extraordinary Gentlemen, Stephen Norrington, 2003) o Steamboy (Suchîmubôi, Katsuhiro Ôtomo, 2004), la obra fílmica más ortodoxa (lo que se denomina steampunk histórico) y que viene a entregarse como la más escrupulosa y respetuosa con los preceptos del fenómeno. Una vez más, los cruces y las intersecciones con el cyberpunk vuelven a darse[1] , ya que no olvidemos que fue el mismo realizador nipón quién nos legó una de las obras fundamentales de este subgénero: Akira (1988).



Hoy en día, en amplia expansión, la taxonomía categorizadora no se mantiene en estricto régimen clausurado y ha metamorfoseado en diferentes subcategorías como el dieselpunk, del cual Luis Rueda en su análisis de 20.000 lenguas de viaje submarino (20,000 Leagues Under the Sea, Richard Felischer, 1954) nos comenta que es un estilo de retrofuturismo que utiliza elementos estéticos funcionales  y de vanguardia de la primera mitad del siglo XX. Un ejemplo paradigmático lo encontraremos, por ejemplo, en Sky Captain y el mundo del mañana (Sky Captain and the World of Tomorrow, Kerry Conran, 2004). O veamos las incursiones en el far west bajo la delirante ucronía llevado a cabo en Wild Wild West (Barry Sonnenfeld, 1999), otra declinación que prefiere ambientar sus historias en el western, manteniendo la misma pasión enfebrecida por los artilugios biomecánicos y los autómatas totalmente descontextualizados.




Por otra parte, como ya sucediese con el ciclo de cine negro, hoy el concepto también se utiliza para Films anteriores al nacimiento en los años ochentas, pero que forman una parte insoslayable de la imaginería steampunk. Así, las fuentes fílmicas pueden rastrearse en obras que adaptan a Julio Verne y H. G. Wells como La vuelta al mundo en 80 días (Around the World in 80 Days, Michael Anderson, 1956) o El tiempo en sus manos, que también podrán encontrar en el presente volumen.


Al margen de designaciones o enumeraciones que a algunos les pueden resultar molestas en cuanto clasifican excesivamente el multiforme y heterodoxo campo del fantástico, aconsejo no aplicarlas en su sentido más purista ya que ello provocará no pocas confusiones o discusiones estériles. Partamos del punto que el cine de la contemporaneidad, amante del collage y de la disolución de las fronteras, utilizará el carácter mutante del steampunk como una fuerza formal que alienta la heterodoxia y que barrena dogmas y convenciones asentadas en las construcciones culturales. Por ello, al margen de cierto romanticismo nostálgico, las directrices rupturistas se inscribirán principalmente dentro de lo que Tom Gunning llama cine de las atracciones. Por un lado, se recupera la aventura clásica y se la da un nuevo impulso a las narraciones tradicionales centradas en los viajes iniciáticos y en los antiguos conflictos bélicos desde una vertiente espectacular. Por otro lado, se incide en la construcción de pasados alternativos para romper la linealidad cronológica y todo ello se adhiere a las posibilidades que han traído consigo las imágenes de síntesis digitales, que ya no parten de un referente, sino que lo distorsionan hasta crear un mundo con otras dinámicas y otras reglas alejadas del cumplimiento y del rigor histórico. En el camino, se pierde cualquier contenido insurgente o cualquier cuestionamiento de la época que se recrea, obviando injusticias sociales o consideraciones existencialistas y metafísicas tan queridas por el cyberpunk.

Encontraremos megalómanos que quieren conquistar el mundo, bandas heroicas formadas por excéntricos personajes que beben de las estilizadas caracterizaciones del cómic, búsquedas edípicas en busca del padre y un despliegue carnavalesco de herramientas y mortíferas armas en el bando de los villanos. Se naturalizan artefactos e instrumental avanzado entre zeppelines, trenes de vapor y escopetas antiguas, y todo forma parte de la diégesis fílmica en términos de desigualdad: espectrales y ocultos villanos que amenazan con acabar con el planeta, corrompidos por un exceso de poder y que cuentan con un arsenal armamentístico superior al disponible en la época victoriana.




Dentro del régimen aventurero con barniz fantástico se trata de una bastarda operación arqueológica similar a la que ya instauro George Lucas con La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977) y que responde con creces al desbordamiento estético, el culmen del exceso sensorial aplicado a la reconstrucción histórica, desde una provocadora libertad creativa, algo muy común dentro del cine posmoderno y el diseño industrial del blockbuster actual.




Porque el steampunk, como hijo de la posmodernidad, rompe el canon fijo, corporeiza impulsos alambicados, exhuma un tiempo anterior desde un instinto convulsivo y febril y amplia los márgenes barrocos y manieristas dentro de una melodía operística y belicista, siempre enmarcada en una textura con aroma clásico.


Libérense de prejuicios y de ataduras y disfruten con esta particular forma de ver el pasado decimonónico que nos propone el steampunk.



Manu Argüelles






[1] Una hibridación que será patente en films como Brazil (Terry Gilliam, 1985) y Dark Ciy (Alex Proyas, 1998), Films que en esencia responden a los postulados cyberpunks pero que también reflejan señales steampunk, como bien constata Arantxa Acosta.



MANU ARGÜELLES (Barcelona, 1975). Tras licenciarse en Pedagogía, se especializó  en crítica cinematográfica. Durante los últimos años ha desarrollado su carrera como crítico cinematográfico en diversos medios especializados realizando críticas, artículos  ofreciendo la cobertura de festivales como el de San Sebastián, Sitges o Gijón. Ha colaborado en el libro Cine para la Vida. Actualmente codirige la web Cine Divergente (http://www.cinedivergente.com/) y ultima un libro para Tyrannosaurus Books donde desgrana las películas Hedwing y Velvet Goldmine. 


Steampunk CINEMA: Un repaso a las 25 mejores películas steampunk de la historia. (2013) Tyrannosaurus Books.

Autores varios.

ISBN : 978-84-940747-7-6


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A continuación la lista de las 25 películas Steampunk






1.- Viaje a la Luna

(Le voyage dans la Lune, 1902. George Méliès)










2.- 20.000 leguas de viaje submarino

(20,000 Leagues under the Sea, 1954. Richard Fleisher)

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3.- Una invención diabólica

(Vynález Zkázy,, 1958. Karel Zeman)



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4.- El tiempo en sus manos

(The time machine, 1960. George Pal)





5.- La gran sorpresa

(First men in the moon, 1958. Nathan Juran)








6.- El secreto de la pirámide

(Young Sherlock Holmes, 1985. Barry Levinson)






7.- Brazil

(Brazil, 1985. Terry Gilliam)






8.- El castillo en el cielo

(Tenkû no shiro Rapyuta, 1986. Hayao Miyazaki)







9.- La ciudad de los niños perdidos

(La cité des enfants perdus, 1995. Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro)






10.- Wild Wild West

(Wild Wild West, 1999. Barry Sonnenfeld)





Si quieren disfrutar del video musical pulsen aquí






11.- El viento en los sauces

(The wind in the willows, 1996. Terry Jones)





12.- Dark City

(Dark City, 1998. Alex Proyas)







13.- Atlantis: el tiempo perdido

(Atlantis: The Lost Empire, 2001. Garry Trousdale y Kirk Wise)







14.- Vidocq

(Vidocq, 2001. Pitof)








15.- La liga de los hombres extraordinarios

(The League of the Extraordinary Gentlemen, 2003. Stephen Norrington)





16.- La vuelta al mundo en 80 días

(Arround the World in 80 days, 2004. Frank Coraci)








17.- Steamboy

(Suchîmubôi, 2004. Katsuhiro Ôtomo)





18.- Sky Captain y el mundo del mañana

(Sky Captain and the World of Tomorrow, 2004.Kerry Conran)







19.- El truco final

(The Prestige, 2006. Christopher Nolan)







20.- La brújula dorada

(The Golden Compass, 2007. Chirs Weitz)







21.- Stardust

(Stardust, 2007. Matthew Vaughn)







22.- Número 9

(9, 2009. Shane Acker)







Si quieren ver el cortometraje de Número 9 pulse aquí





23.- Sherlcok Holmes

(Sherlock Holmes, 2009. Guy Ritchie)







24.- La invención de Hugo

(Hugo, 2011: Martin Scorsese)






25.- Sucker Punch

(Sucker Punch, 2011. Zack Snyder)





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by PacoMan

En 1968 nace en el barrio Bellavista de Les Franqueses del Vallès (Barcelona), pero reside en Málaga desde hace más de tres lustros.

Economista y de vocación docente, impartió en la Universitat Autònoma de Barcelona y en la Universidad de Málaga. Sigue impartiendo, para matar el gusanillo, en ESESA (Málaga) y en Vértice Business School (On-room).

En la actualidad, trabaja de Director Técnico en la corporación empresarial de una entidad financiera andaluza.

Aficionado a la Ciencia Ficción de toda la vida y activo en el Fandom desde siempre, hace muchísimo tiempo que no escribe ficción. Muy de vez en cuando, sube post a su maltratado blog: http://bypacoman.blogspot.com.es/



Y colabora con el blog de Grupo Li Po: http://grupolipo.blogspot.com.es  


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Actualizada el 16/03/2024




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