domingo, 31 de diciembre de 2023

UN HOMBRE SILBA CON LA BOCA SECA EN LA FRONTERA INVISIBLE DE ADHELY RIVERO

 


Crónicas del Olvido

UN HOMBRE SILBA CON LA BOCA SECA

(Luego de leer “Frontera Invisible” de Adhely Rivero)

**Alberto Hernández**


El hombre renovó sus votos con su mismidad. No se hizo de rogar por el bullicio citadino; sin embargo, tomó en préstamos algunas imágenes y escribió poemas donde la polis, la urbe organizada en su caos, siguió siendo la casa donde escribió sus libros, donde estudió, tuvo familia, se enamoró las veces que quiso y calmó sus ímpetus ante la vacilación: no cambió su manera de decir, de cantar en lo solo, de dejarse llevar por las ilusiones pasajeras. El hombre, el poeta, se refundó con el retorno a la ciudad porque en la tierra natal ya no era el mismo aunque seguía siendo campesino. 

El hombre que escribió este libro, “Frontera invisible”, marcó en la tierra una línea para poder saberse parte de un mapa. Cruzó el borde de ese país hacia uno vecino, a caballo o en vehículo mecánico, a sabiendas de que no había diferencias entre el discurso suyo y el del otro. El mismo idioma, el mismo cabalgar, la misma postura y hasta los mismos desafueros.

Los mismos animales del monte pastando bajo el extenso cielo llano.  

Adhely Rivero es ese hombre: pese a los viajes, traducciones, halagos, tentaciones y lecturas sigue siendo el mismo de su origen: el que se trajo el campo a la ciudad y el que hizo de la ciudad parte de su campo. Por eso, en “Frontera invisible” no hay alcabalas que  prohíban el ingreso de sus voces. Por eso esa frontera no visible permite que ambos paisajes se entrelacen, pero siempre el acento, el tono y la postura del hombre en la puerta de tranca con el ojo abierto para seguir mirando y describiendo el dónde, el lugar de donde se viene. El botalón de los primeros días.

Aquí hay varios libros. En esta puesta en marcha de estas páginas nos encontramos con poemas ya leídos en otros volúmenes. Es una suerte de antología en la que se configuran novedades, textos nuevos que se hacen con los pretéritos para concebirse hallazgos en los lectores que no conocen la poesía de Adhely Rivero. Es, digamos, un nuevo libro con textos vertidos gracias a la novedad de la magia poética, siempre concebida como un nuevo nacimiento. 

La ciudad es, entonces, parte crítica, como un geografía riesgosa, pero complementaria, pese a eso, a su peligrosidad, a su desconocimiento:

“A la ciudad se debe entrar desarmado”, porque andar armado es cosa de cobardes. 

La metrópolis abunda en personajes, en símbolos, en signos, en lenguajes. Todo eso lo traduce la voz del que llega y hasta medita acerca de los que van y vienen, se quedan o se marchan. Y éstos se humanizan o se convierten en “Esos perros que deambulan por la ciudad”

No deja de estar en estas hojas poéticas la épica de quienes cruzan fronteras a caballo, a pie por las trochas, temerosos. No deja de ser parte del éxodo quien cambia de paisaje, pese a quedarnos en el aturdimiento provocado por la desmesura de las lejanías: en eso atiende el lugar y sus accidentes: es extensión y encuentros, pero también pérdidas. 

“Nos fuimos al país más vecino…”, pudo haber sido a lomo de bestia, en tiempo pasado, en medio de guerras y escaramuzas o persecuciones. 

Otro paisaje descubierto por el ojo del hombre venido de la sabana es el mar, ese animal acuático que “lo corroe y lo borra todo”. Tan extenso como la tierra dejada atrás por el cuerpo sigue siendo el terruño un mar de ilusiones, la memoria vital.

Adhely Rivero afirma con esta línea, como una insistencia:

“Voy a leer un poema antes de morir”,

es decir, el poema, el de su tierra abierta, ancha de cielo: el mar imaginario que Lazo Martí pudo advertir como una ola en el aire. “Mar y llano”.

Este paisaje, el de los primeros años, también contiene la historia del país: sus personajes siguen intactos en la memoria colectiva, sobre todo en la memoria de los pueblos más alejados de la urbe. Allí las anécdotas, los cuentos de camino, los arrochelamientos para compartir la juglaría y el relato.

 La poesía de Rivero es un costado de nombres anónimos y eventos que le atañen en persona, pero también se mueven en medio de sujetos conocidos, como el fusilado general Piar, entre otros.

Finalmente, la espera, el viejo que mira el horizonte, la frontera borrada por el polvo; el viejo sentado en su silla de cuero, como aspirando el olor de su muerte.

De tanto silbarle a la soledad, la boca se le seca.







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Adhely Rivero nació en Arismendiestado Barinas,  Venezuela en 1954. Está residenciado en Valencia desde 1970. Licenciado en Educación mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. Fue Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, donde dirigió la Revista Poesía y coordinó el Encuentro Internacional Poesía de Universidad de Carabobo. Ha obtenido varios premios por su trabajo poético, entre ellos el Premio de Poesía Facultad de Ciencias de la Educación (dos años consecutivos) U. C. Premio ‘Miguel José Sanz’ de la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía Universidad ‘Rómulo Gallegos’. Premio de Poesía ‘Cecilio Chío Zubillaga’ de Carora. Premio Único de Poesía 40 Aniversarios de la Reapertura de la Universidad de Carabobo. Ha publicado los libros: 15 Poemas (1984); En sol de sed (1990); Los poemas de Arismendi (1996); Tierras de Gadín (1999); Los Poemas del Viejo (2002); Antología Poética (2003); Medio Siglo, La Vida Entera (2005); Half a Century, The Entire Life, (2009): versión al Inglés de Sam Hamill y Esteban Moore. Poemas (Antología editada en Costa Rica) (2009): Compañera (2012). Poesíe Caré, Poemas queridos (2016), Versión al italiano de Emilio Coco, publicado en Colombia. Está representado en varias antologías nacionales y en la antología italiana La Flor de la Poesía Latinoamericana de hoy, tomo I, II, editada en Italia, 2016. Ha participado en diversos e importantes Festivales de poesía a nivel nacional e internacional, entre ellos, el Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, en 2007 y 2016. Festival Internacional de Poesía Al-Mutanabi en Suiza. 2008. Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Festival Internacional de Poesía del Mundo Latino, México. Festival Internacional de Poesía de los llanos Colombo-Venezolano en Yopal, Colombia. Feria Internacional del Libro de Bogotá, Colombia, Feria Internacional del Libro de Caracas, Venezuela. Festival Internacional de Poesía de Venezuela. Festival Internacional de poesía de los llanos colombo-venezolano en Arauca, Colombia. Encuentro Internacional Poesía Universidad de Carabobo, Feria Internacional del Libro Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela. Bienal Internacional de Literatura “Mariano Picón Salas”, Mérida, Venezuela. Sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, alemán, francés y árabe. La revista POESIA le rindió homenaje en su número 156.

 


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Alberto Hernández

Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua. 

Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y  extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.

Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999).  Recientemente ha publicado «Poética del desatino» y «El sollozo absurdo».

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