domingo, 24 de diciembre de 2023

CENA NAVIDEÑA.

 






CENA NAVIDEÑA.

Soy de sangre azul, así decían mis lejanos ancestros para recordar su procedencia de gran alcurnia. Más que eso, era para recalcar la sangre nobiliaria de alguna lejana monarquía o reinado. Ellos decían que cenaban en navidad con reinas y reyes. Pero, en cambio, mis abuelos decían que todo eso era falso, que nuestros lejanos ancestros eran pedantes y embusteros.

Los abuelos referían que los más lejanos ancestros no eran de ninguna clase aristocrática. Y, más bien, mis abuelos sospechaban que sus ancestros eran arrabaleros, pata en el suelo, de alguna lejana tierra más allá de Europa. Tal vez de la misma Europa. Pero que las historias de la tal finura de sus orígenes, eran baboserias, pamplinadas para esconder la verdadera pobreza natal. 

Bueno, en fin, provengo de esta clase de gente: unos dicen que somos de sangre azul y los otros que somos de sangre turbia y arrabalera.

Que mis ancestros hayan cenado en navidad con reinas y reyes me parece irrelevante, yo que casi soy un pordiosero, creo que lo importante es comer, con quién sea, pero hay que comer.

Mi Yo pequeño se ha quedado estremecido en esta nueva Navidad cuando todo mundo festeja el nacimiento de Dios (el niño Jesús) y casi todos tienen sus gastos para celebrar de alguna manera: los arbolitos con luces, Santa Claus, gordo, con su barba blanca y su traje rojo; y, los pesebres, y otras tantas maneras de alegrar diciembre. 

Esta fecha me acuerda que también yo tuve un Yo pequeño: Santa Claus me traía regalos, el niño Jesús me traía regalos; y en mi casa siempre, casi siempre, simulaban la nacida del niño Jesús. Algunas casas colocaban arbolitos hechos con pinos de verdad, y en el vecindario, las casas se adornaban con intermitentes luces de colores. Pero mi Yo se hizo grande. 

Aunque hoy estoy sentado con los pordioseros, acompañándolos, nos acompañamos, aquí en esta plaza pública de este pueblo donde el jefe del Cabildo, que tiene un hermoso rostro de mujer, nos ha llamado a cenar con él. 

Ha recogido a todos los pordioseros de la plaza pública que está frente al Cabildo, nos ha reunido en su mesa, nos ha sentado a comer un plato navideño.

Yo acostumbré a mi Yo pequeño a crecer. Y asumía mis actitudes sacadas de la fantasía de mis ancestros más lejanos que comían con reyes y con toda la nobleza. Mi Yo se crecía para estos actos; además, este tipo de cosas pues me alegraba porque se supone que venían de una persona generosa que nos invitaba una comida en un tiempo tan hermoso: navidad. 

Aquél día yo andaba mal vestido, desafeitado, y alguien ---en la plaza publica--- me dijo usted, también usted señor, usted, el de barba, pase, pase con nosotros. Se va a sentar junto a la mesa del jefe del Cabildo.

Antes de comenzar la comida, el jefe se levantó y dijo: ~Sean todos bienvenidos a esta Cena Navideña~. 

Yo me sentía muy bien, es decir, me sentía todo lindo. Pero, toda mi alegría se detuvo cuando repentinamente dijo: ~Jamás ustedes pensaron que, en sus vidas, iban a comer con un jefe del Cabildo~.

Entonces yo, muy diestro con mi Yo pequeño, como de costumbre, desde niño lo acostumbré a reconocer la pedanteria de mis ancestros, pero, que no debería nunca saltar las fronteras doloridas del vecino.

Este hombre canijo me hizo recordar a  CHARLES DICKENS: “Hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños. Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes.”

Mi Yo pequeño como pudo se levantó del piso y salió por la puerta más grande del Cabildo.

GREGORIO RIVEROS



Gregorio Riveros Fue cronista oficial del municipio Pampanito,Escritor, Abogado (3a. Promoción de la Valle del Momboy, U.V.M) y Lic. Castellano y Literatura (ULA).

Es complicado.



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