miércoles, 17 de agosto de 2016

Gustavo Pereira a Miyó Vestrini: Me vine a París huyéndole a los adecos...





El encuentro se acordó en un restaurante parisino. Entonces el poeta Gustavo Pereira estaba becado por la Universidad de Oriente en la capital francesa. Miyó Vestrini lo abordó para hablar de muchos asuntos.

Al filo de la medianoche, aunque no fue a esas horas cuando se realizó la entrevista. Ambos personajes, periodista y entrevistado, pidieron un café, un vino o un helado, y comenzaron a destejer la historia del autor de Preparativos de viaje.


Miyó Vestrini por Vasco Szinetar

Salieron a relucir temas que hoy son muy conocidos. Pequeños detalles que forman parte de leyendas urbanas y rurales, pero que han adquirido un carácter colectivo en esta hora menguada, toda vez que quien contó sigue contando su vida a través de acciones públicas harto conocidas.

Gustavo Pereira, celebrado poeta venezolano tanto en el pasado como en el presente, corrió el velo de su vocación stalinista y favoreció a quien ha sido considerado uno de los protagonistas más terribles de la política mundial.


Drummond de Andrade

En su recorrido se inclinó por la poesía de Drummond de Andrade y dejó en un segundo plano la de Neruda. Aunque después dijo que de estar vivos ambos serían los mejores poetas de América Latina. Vallejo quedó desechado.


César Vallejo

Las preguntas y repreguntas de Miyó Vestrini, veterana reportera cultural y política de aquellos años del bipartidismo y de una república en la que era posible desarrollar disentimientos, dejaron ver el carácter de un hombre que si bien sostiene un carácter apacible es capaz de apoyar políticas como la soviética y como la actual que agita a una Venezuela estremecida por tantos desmanes de un poder omnímodo, calificado de humanista y justiciero.

La lectura de este documento deja ver en consecuencia la vida de uno de los protagonistas intelectuales de este estado de cosas que agobia a un país que no termina de encontrar una salida democrática.

La poesía, mientras tanto, sigue su curso. Y Gustavo Pereira en sus cuarteles de verano oriental.



-Alberto Hernández-

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La becas adecas o una Cena en París
Una entrevista de Miyó Vestrini a Gustavo Pereira


UNA FICHA EN UN GRAN DAMERO

18 de enero de 1981

(Miyó Vestrini en entrevista con Gustavo Pereira)

A la espera de dos nuevos libros del poeta Gustavo Pereira: -una antología de los Somaris (Fundarte) y Tiempos oscuros, tiempos de sol (Universidad de Oriente) – este filo de la medianoche, dedicado a él, se había detenido. Hace pocos días, entraron en circulación y la noche se puso en movimiento: regresó a París, donde el poeta vive desde hace varios meses, atento siempre al rumor del mar, que va y viene, bajo el balcón de su casa, en Puerto La Cruz.

Ser amigo de Gustavo Pereira, saborear su humor, compartir su entereza, contagiarse con sus irresistibles carcajadas, respetar sus posiciones más duras, es fácil y gozoso. Pero entrevistarlo, resulta arduo, porque significa violentar puertas, que el poeta prefiere mantener cerradas.
Todo transcurrió en una tarde y un pedazo de noche. Un grabador a cuestas, un restaurante acogedor, un tránsito por casas y calles, varios amigos cercanos y un perro peludo y simpático, Olafo, que no llegó nunca a entenderse bien con el poeta.

Quien no conoce a Gustavo Pereira, debe imaginarlo como un niño crecido a duras penas, cuya capacidad para movilizarse ante todo, está aún intacta. Fascinado por la sabiduría y la filosofía oriental (entre muchas frases, me citó esta: “Interrumpe tu canción te lo ruego, y escucha la mía”, de Han Yu, Dinastía Tang) esto no le impide profesar una devoradora pasión, por las cosas elementales de la tierra, el amor y la gente.

El poeta siente a París como una ciudad hostigante. Su esposa Maureen, y los hijos, Maurita, Gustavo y David, aminoran su ira contra franceses malhumorados, que no entienden de niños ruidosos y alegres, y aplacan su desasosiego, cuando el cielo se pone muy gris.

En realidad, la nota triste la pongo yo. Gustavo es un marino y los marinos no son iracundos, ni nostálgicos. De vez en cuando, escudriñan el cielo para ver si Orión está en su lugar, hueles a ojos cerrados aromas de algas y ballenatos, sienten el calor devorante de los mediodías, buen bagaje para recorrer el mundo y hacer, sin dificultad, lo que hay que hacer. La conversación fue larga y colectiva. Intervinieron poetas, amigos, y esto parecía una tapia.




Gustavo, ¿es verdad que tú sabes quién inventó la cerveza?

-Fue una monjita, mitad francesa, mitad alemana, llamada Hildegarde, a quien con justa razón, canonizaron. Ella inventó echarle el lupo a la cerveza. Tenía fama de mujer con muchas iluminaciones y es histórico, absolutamente, que los jefes de Estado iban a visitarla en su abadía. En sus grandes rascas de cervezas, se le ocurrían genialidades. Pero cuando le conté eso a un cura amigo mío, me dijo que Hildegarde tomaba cerveza sin alcohol…

¿Siempre tomas cerveza?

-Mira, yo tengo más bien fama de zanahoria. Nunca he sido borracho. La cerveza es una bebida de adolescente, y yo todavía estoy en la adolescencia. Creo que lo primero que tomé fue sangría Chamberry y no me morí de vaina. Pero me gustaba tomarla, porque me ponía a recitar La Leyenda del Horcón.


¿Es cierto que tú eres de los que creen en las premoniciones mortales de la poesía?

-Muchos poetas creen en los muertos y dicen que jalan por los pies. Luis Alberto Crespo, Luis Camilo Guevara, el Chino Valera…Yo no creo en los muertos, pero sí en las premoniciones poéticas. Antes, escribía todos los días. Era como un oficio. Y cada año, revisaba y seleccionaba lo menos bueno. Mi cuñado murió en 1972, de una caída por las escaleras de cemento, que hay en mi casa de la playa. Y al revisar los poemas de 1971, descubrí uno que hablaba de esa muerte y hablaba incluso de las escaleras. Había escrito su muerte, un año antes. A partir de allí, reivindiqué a nuestro amigo Jonathan Swift: puro humor, pero no tan negro.

Premoniciones poéticas…es extraño…

-Algo en el cerebro regula esas funciones que uno llama mágicas. ¿Por qué unos las tienen tan desarrolladas y otros no? ¿Sabías que los zurdos piensan al revés? 

¿Tú eres zurdo?

-Soy zurdo, pero algunas cosas las hago con la derecha. Y creo que los poetas que escriben con la derecha son poetas líricos. Los que escriben con la izquierda, son épicos. Caupolicán Ovalles, por ejemplo, es zurdo.


Caupolicán Ovalles

¿Zurdo, Caupolicán? Digamos más bien que usa ambas manos.

-Oye, Miyó, ese señor que está sentado allí, comiéndose un helado, ¿no es Ionesco?

No sé. ¿Por qué no vas y se lo preguntas?

Lo que era simple reto afectuoso, se convirtió en algo singular: el poeta tímido y retraído, se levantó y fue hacia la mesa. El señor dejó a un lado su crema helada, para darle la mano, muy sonriente.

¿Qué le dijiste?

-Monsieur, ¿Vous etes Ionesco? Me dijo oui y me dio la mano…

Así de sencillo…Al rato, Ionesco se marchó y nos saludó amistosamente. Creo que Gustavo debe reír aún, al recordar su hazaña de tímido.


Ionesco


¿Has estado en la Unión Soviética?

-Sí. Estuve en un viaje de escritores con José Balza y Luis Britto. Y fíjate la contradicción; allá, los stalinistas eran bellos. ¡Estaban encantados! Y yo en cambio protesté. Muchos Cadillacs, muchos privilegios, películas para ser vistas solamente por escritores y periodistas. ¿Quién determina esos niveles? Protesté contra eso,. Pero no contra lo demás, por supuesto. Dirás que hablo mucho de los rusos, pero en realidad, le tengo una profunda admiración a la Unión Soviética como pueblo, como gente.

¿Y puede protestar en la URSS un stalinista como tú?

-Lo que pasa es en que en la Unión Soviética hay leninismo, y Lenin era como fastidioso, ¿no crees?

¡Qué afirmación insólita! ¿No será que tu rollo es porque Lenin no quería a Mayakovsky, tu pasión como poeta?

-Lenin no quería a Mayakovsky y Trotsky odiaba a Mayakosvky. En cambio, el poeta favorito de Stalin era Mayakovsky. Tenía gustos más avanzados que todos ellos.
Pero en general, se piensa en Lenin como un hombre más refinado, más culto. Recuerda su trabajo sobre Tolstoi…

-No olvides que Tolstoi era un escrito muy político. Un escritor de masas, profundamente ruso. Mayakovsky era un escritor de masas, pero no profundamente ruso.


Trotsky

Y un solitario. Y un rebelde.

-Claro. El último poema que escribió fue una especie de extracto de una gran carta de amor a su mujer. Un poema de gran tristeza, de gran melancolía. Tú sabes, aquello de la barca del amor se ha estrellado contra la corriente de la vida.

¿Por qué no volvemos a la poesía latinoamericana?

-Para mí, Drummond es el más grande poeta latinoamericano vivo.

¿Y Neruda?

-Vivo, te digo, vivo.

Perdón, siempre pienso que Neruda aún está vivo.

-Yo me atrevería a decir que Drummond y Neruda son los más grandes poetas latinoamericanos de este siglo. Y mira que uno conoce…y mira que no estoy incluyendo a Vallejo.

¿Y la poesía venezolana?

-Se puede hablar de una gran poesía venezolana y no de un gran poeta venezolano. Cada quien es una ficha en un gran damero. Cada quien cumple simplemente con su deber. La poesía colectiva es una gran poesía, en la que el vedetismo publicitario pasa a segundo plano.

Sí, pero desaparece el poeta como individuo.

-¡Al contrario! El poeta se afirma como individuo. Tanto y más, cuando sabe que pertenece a un grupo de hombres que están haciendo lo mismo que él. Lo que hay entonces es una competencia afectiva, de ser un buen poeta. No importa la gran cumbre o no sé qué cosa. Lo que se puede hablar, es de una gran poesía venezolana. Por eso creo que el socialismo en este país va a ser algo formidable…

La tesis en la que trabajas actualmente no es sobre poesía. Sino sobre narrativa del caribe, ¿verdad?

-No precisamente. Es más bien sobre eso que se ha dado en llamar realismo mágico. No creo que ese sea el término apropiado. Prefiero hablar sobre cotidianidad latinoamericana desenterrada. El poeta Pepe Barroeta le puso el título a mi tesis: Diario de la memoria perdida. Y justamente, la narrativa latinoamericana del Caribe, no es sino la memoria enterrada, perdida. Las historias maravillosas de Carpentier, son la cotidianidad en el tiempo. La gesta maya de Asturias, es una gesta absolutamente histórica. Enrique Bernardo Núñez con Cubagua, no hace sino desenterrar lo que ha podido ser un prodigio. Y García Márquez, en sus Cien años de soledad y en la mayor parte de su obra, desentierra también un pasado virginal, que ahora es presente y que uno ve como mágico.



¿Por qué, dentro de este presente, odias tanto la ciudad y la atacas tanto en tu poesía?

-Tú sabes que yo compartía la tesis de los chinos, una tesis contra la ciudad, sostenida por el mismo Partido Comunista Chino. La ciudad envilece al ser humano, decían. Yo no sé hasta qué punto lo envilece o lo desnaturaliza o lo entristece o lo descompone o lo melancoliza o lo nostalgia…pero hay algo de todo eso. Te confieso que adoro Caracas. Pero Caracas es como París. Vives en un apartamento, cualquier ruido que haces te lo reclaman. Vas por la calle, te atropella un carro y nadie te auxilia.

Y de Caracas, decidiste irte un día al interior…

-Desde el primer momento, llegué a Caracas como transeúnte.

Bueno, pero tomaste la decisión. Y justamente ahora, cuando vives en una hermosa casa cerca de la playa y llevas una vida apacible, lejos de la ruidosa ciudad, escoges París. ¿Por qué?

-Eso que te voy a decir es una petulancia, pero en fin…Una vez escribí algo que se llamaba Somaris del comportamiento del perro. Y era un perro que decía, sí está aquí, quiere estar allá, si está allá, quiere estar más allá. Si le ponen música, quiere que le hagan silencio. Y si usted tiene una mujer y dice ¡ay, Dios mío, qué pesada carga tengo arriba!, cuando no la tiene, dice ¡ay, Dios mío, por qué ni vendrá mi mujer…! ¿Qué quiere que te diga?

Eso: ¿por qué viniste a París?

-Huyéndole a los adecos.

¿No será a los copeyanos que están en el poder?

-Fíjate, hay muchos tipos de adecos. Los de la Universidad de Oriente, allá en Puerto La Cruz, hacen salir a cualquiera. Eso lo puedes poner literalmente. Es más, dudo que me acepten cuando regrese, y hasta me pueden quitar la beca. Entre ellos mismos, hay problemas severos. Me pude venir, porque inclusive, un adeco distinto a esos, dijo: “Aquí se está cometiendo una injusticia” y otorgó la beca. Hay gente racional y gente irracional. Yo nunca he tenido altercados con los copeyanos, porque siempre cuando están mandando, uno está alejado del país, de alguna manera. Durante el gobierno de Caldera, yo estaba en la mesa de Guanipa.

¿Es cierto que tú dijiste a tus amigos, que después de los cuarenta años no se puede ser poeta?

-Es cierto, y desde que los cumplí dejé de escribir. Pero volveré a hacerlo, porque me di cuenta que era una estupidez.


¿En qué pensabas cuando tomaste esa decisión?

-Mira, antes de los cuarenta años, uno tiene mucho que decir, pero no tiene técnica. Y después que se adquiere la técnica, ya no se tiene nada que decir. Y si tienes técnica y nada que decir, ¿para qué vas a escribir?

En Preparativos de viaje, un libro de joven, hay técnica…

-Pero copiada. Uno se la pasa copiando. Lo que pasa es que en Venezuela son tan ignorantes que no saben de quién se copia uno…

La solución es copiar con lucidez…

-Claro, copiarse de quien valga la pena. Es un signo de lucidez, copiarse de la gente lúcida.

Bueno, pero tomaste la decisión. Y justamente ahora, cuando vives en una hermosa casa cerca de la playa y llevas una vida apacible, lejos de la ruidosa ciudad, escoges París. ¿Por qué?

-Sí, es una bodega en pleno centro de Puerto La Cruz. Y es de un primo mío. Una muy bella bodega, típica de pueblo. Allí escribió el Chino Valera los Setenta poemas stalinistas esos…

Lo que pasa es que ese bandido no lo quiere reconocer.





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Alberto Hernández

Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua. 

Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y  extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.

Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999).  Recientemente ha publicado «Poética del desatino» y «El sollozo absurdo».


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16/05/2024

2 comentarios:

  1. Diosss... Gustavo Pereira me caía mal, pero luego de leer esta entrevista, me cae peor. Un pobre diablo en toda regla.

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