viernes, 29 de noviembre de 2019

Nada más que otro duro golpe para un coyote.

Por PacoMan





¿Quién no se ha sentido mil veces como el coyote?

Ese coyote proletario, chusma obrera que no hace más que procurarse el pan y la sal, persiguiendo a la siempre esquiva y pizpireta burguesía, que sólo saber vivir gozando de los pequeños y grandes placeres de la vida. Burguesía que no hace más que exhibirse, en forma de correcaminos, delante del famélico proletariado, encarnado por el coyote. Ese coyote siempre ingenioso, con más puñaladas que el hambre, ocurrente, sacrificado y leal a sus principios. Un burro de carga que tira del carro donde los correcaminos gozan de su festival diario a costa del sudor de los parias del mundo, de los coyotes de la tierra.

Ya lo contó Herbert G. Wells en su novela Máquina del tiempo (1895): elois versus morlocks, o Luis Buñuel con su película El discreto encanto de la burguesía (1976). Pues fue Chuck Jones el que sitúo este drama político-económico y social en el desierto, allá por 1949 (algunos serios académicos hablan de una inspiración en un libro de un tal Mark Twain... pues será, ¿Quién soy yo para discutir a un académico?) en formato de dibujo animado.



Pero si con una referencia me he de quedar, es con un cuento de EliaBarceló (una de nuestras damas del fantástico patrio) y su espectacular “Metáfora del que corre por el desierto” publicado en el fanzine BEM en 1994. No cuento más, por no desvelar más de lo que ya he hecho.

Yo, que me he sentido mil veces corriendo tras correcaminos, siempre a punto de alcanzarlo y siempre escapándose de entre mis garras. Y como está escrito, tras la fallida persecución: el batacazo final, el desastre, la derrota. Un derrota magnificente y autoinflingida, pues sólo acaece cuando se mira abajo, al suelo y se adivina lejos… pero duro y expectante. La gravedad, que se acomodó para ver la morrocotuda caída, ejerce su terrible influjo y me lleva al caos primigenio, a la desolación absoluta. La gravedad nos lleva a la moraleja del cuento, esa donde la burguesía nos recuerda, coercitivamente pero con la envoltura de dibujitos para niños, que la morralla proletaria debe seguir siendo eso, morralla, que no debe aspirar a dejar de tirar del carro y subirse a él. O zanahoria o palo, esa es la disyuntiva para los parias encarnados en coyotes. Eso es correr en el desierto tras un correcaminos, perseguir la zanahoria por siempre.


Me gustaría acabar siendo optimista, y cantar a los cuatro vientos: ¡Hoy el coyote cazó al correcaminos! Hoy, pese a los relicarios y a los muchos panderetas comiendo risketos, tenemos gobierno de izquierdas en esta santa balsa pétrea que diría Don José Saramago. Hoy el coyote ganó. Pero ya sabéis que la alegría en casa del pobre dura poco, seguramente porque no llegue a haber gobierno de izquierda, o porque finalmente no sea un gobierno con políticas de izquierda pese a los nombres de los partidos que lo forman. A la postre no dejará de ser; nada más que otro duro golpe para un coyote.

Málaga a 20 de noviembre de 2019
by PacoMan




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by PacoMan 

En 1968 nace. Reside en Málaga desde hace más de tres lustros.

Economista y de vocación docente. En la actualidad, trabaja de Director Técnico.


Aficionado a la Ciencia Ficción desde antes de nacer. Muy de vez en cuando, sube post a su maltratado blog.

Y colabora con el blog de Grupo Li Po



lunes, 11 de noviembre de 2019

Conrad, Sulaco, Valencia, y El corazón en las Tinieblas con Nosotros.






Noticias de Sulaco, por Carlos Yusti

La ciudad de Valencia, la de Venezuela, o de San Simeón el estilita, como le gusta denominarla el escritor José Carlos De Nóbrega, ha tenido todos los síntomas de ciudad irreal.
La comparé siempre con dos ciudades imaginarias de Italo Calvino, debido a su lago y a su famoso siquiátrico de Bárbula. Unas veces para mí era Valdrada, o como escribe Calvino: “Los antiguos construyeron Valdrada a orillas de un lago con casas todas de galerías una sobre otra y calles altas que asoman al agua los parapetos de balaustres. Así el viajero ve al llegar dos ciudades. Una directa sobre el lago y una de reflejo invertida”. Otras se me parecía a Perinzia. Calvino anota: “(…) la primera generación de los nacidos en Perinzia empezó a crecer entre sus muros, y aquéllos a su vez llegaron a la edad de casarse y tener hijos. En las calles y plazas de Perinzia hoy encuentras lisiados, enanos, jorobados, obesos, mujeres barbudas. Pero lo peor no se ve; gritos guturales suben desde los sótanos y los graneros, donde las familias esconden a los hijos de tres cabezas o seis piernas”.
La Valencia (donde nací y crecí) no ha dejado su vocación de ciudad envuelta en esa neblina insensata de cuento gótico. Cruzada de personajes históricos de opereta; de lugares con prosapia de historia patria, especie de garitos para las conspiraciones y la componenda oscurantista; plagada de una sucesión de gobernantes melodramáticos, rozando el ridículo más aparatoso, es tan real e imaginada que los límites se borran.
El gobernante de turno, en rol de alegorismo salta de las páginas de la novela Drácula, de Bram Stoker, que sin duda no ha leído. A tal guiso pintarrajea con murciélagos, de alas extendidas, toda la ciudad. No obstante la Valencia que imaginaba traspapelada con las ciudades de Calvino (o esa que el actual gobernador concibe como la cueva del Batman peliculero) se encuentra más cerca de otra ciudad asimismo inventada.

El libro Valencia-Sulaco (Signo Ediciones, 2019), de Pedro Téllez, conduce al lector por ramificados senderos con rumbos bastantes desiguales. He deambulado con admiración por la escritura ensayística de Pedro Téllez y de José Carlos De Nóbrega, quien cierra el libro con reflexiones puntuales con respecto al libro y a su autor. Tanto Téllez como De Nóbrega trabajan el ensayo tratando de proporcionarle al género agilidad, sorpresa, ironía para sacarlo de ese academicismo acartonado de literatura comparada. Me atraen esos escritores que tratan de hacer fisuras en los géneros literarios, de quitarle las telarañas de alma acomplejada a la escritura. Me gusta esa inteligencia de bisturí mentida entre las líneas de un poema, un cuento o un ensayo. Téllez y De Nóbrega escriben con sabiduría lectora, pero por sobre todo hacen literatura con lo improbable, con esos nenúfares flotantes de lo leído en los que se cifra la incomparable música de las palabras, y ellos tienen muy buen oído.
El libro está conformado por veintidós textos en los que se encuentran artículos de prensa, ensayos y una cartografía imprecisa de escritos que exponen las taras de una ciudad que a ratos es sólo un collage de perspectivas extáticas. Es pertinente lo escrito por De Nóbrega: “Partiendo de la novela Nostromo, de Conrad, Téllez se alía al Bolívar encaramado en el monolito, cual Simeón el estilita, para reivindicar su terredad portátil e inmisericorde. La ciudad es paciente psiquiátrico al que se le extrae la piedra de su psicopatología”. Eso podría ser este pequeño libro: un paseo por Valencia, pero no por sus calles y avenidas, sino por los callejones huidizos de su estructura mental y espiritual un tanto dañada.


 La Casa de la Estrella. Imagen tomada de aquí:

Por ese motivo el Congreso de 1830, cuyo escenario fue La Casa de la Estrella, es para Téllez no un hecho histórico relevante, sino una obrita teatral en tres actos con todo el sarcasmo venenoso del caso. Téllez acota que un año antes, pero en la Casa Páez, se escenificó una pieza de Shakespeare cuyos actores fueron el general Páez en el papel de Otelo, el general Soublette como Brabancio, el sempiterno y aciago doctor Miguel Peña como Yago. Téllez escribe: “Destaquemos que el reparto del primer gabinete del gobierno provisional de 1830, un año después de la obra, fue así: Miguel Peña en la Secretaría del Interior, Justicia y Policía; Carlos Soublette en la de Guerra y Marina. Y Páez presidente. Un caso único en que el elenco de una obra de teatro prefigura un gabinete de gobierno”.


Museo Casa Páez

Los artículos de prensa abordan lo político intentando ofrecer respuestas a la intolerancia, a la violencia y a los convulsos momentos políticos que se viven en el país y que subrayan cómo el autor, más que acudir a un bando determinado, decide utilizar la escritura como trinchera. Otros textos exquisitos son el dedicado al doctor José Solanes y a la Revolución rusa. También sondea el libro Lope de Aguirre, el peregrino, escrito por Casto Fulgencio López, escritor un tanto polvoso de olvido. Transitar las páginas de Valencia-Sulaco es entrar en el bulevar del ensayo breve, pero preciso como mecanismo de relojería; del ensayo como experiencia personal (como bien enseñó Montaigne) hasta desembocar en el texto que cierra el libro, “Un cielo de librerías en Sabana Grande”, y en el cual el autor traza un mapa metafórico de esas librerías que forman parte de la estantería de su memoria.
El ensayo que presta el título al libro toma como excusa los 460 años de la fundación de Valencia y los 111 de la publicación de Nostromo, escrita por Joseph Conrad. Téllez anota: “Novela política y psicológica a la vez, sus protagonistas participan en un golpe de Estado movido por ideas y convicciones, a su vez movidas por intereses extranjeros…”.
Nostromo se desarrolla en un país imaginario llamado Costaguana y su capital portuaria es Sulaco. Téllez escribe “Sulaco es Valencia que ‘…se extiende entre las montañas y el llano, a escasa distancia del puerto y oculta a la visión directa del mar’”. Empero Téllez asume la visión de Max Henríquez Ureña: “El escritor con datos de toda América construyó un país nuevo: la República de Costaguana. Dijérase una nación bolivariana que se fugó de la historia. Ese país imaginario tiene puntos de contacto evidentes, ya con Venezuela, ya con Panamá, pero concurren a formarlo elementos diversos tomados de toda la América española”. Téllez anota: “A bordo del Sainte-Antoine arribó a Puerto Cabello en 1876. No olvidará el golfo triste y plácido que describe años después en su novela. Parece que no llega hasta Valencia; para la ambientación se apoyará Conrad en el libro de Edward EastwickVenezuela o Apuntes sobre la vida en una República Sudamericana con la Historia del Empréstito de 1864”. Más adelante Téllez subraya: “En su Crónica personal (1909) el novelista confesará que en todo el mundo de Costaguana, hombres, mujeres, costas, casas, montañas, ciudad, campo, ‘no había ni un solo ladrillo ni una piedra ni un grano de arena de aquel terreno que no hubiese colocado yo con mis propias manos en su debido lugar”.

Conrad concibió Costaguana y su ciudad Sulaco con fragmentos de ciudades reales. Ureña hace un conteo de verificación: “(…) en Sulaco hay una Alameda y una estatua de Carlos IV, como la que se conserva en la ciudad de México en atención a su mérito artístico; hay también un Club Amarilla, que recuerda a los amarillos o antiguos liberales de Venezuela, contrarios a los azules o conservadores; las antiguas luchas de federales y unitarios en Costaguana evocan el proceso de las ideas políticas en las Provincias Unidas del Río de la Plata; en vez de alcalde hay en Costaguana el cargo de Intendente Municipal, como en algunas repúblicas sudamericanas, pero también hay el de Jefe Político, como en otras del continente; el vocablo gringo se aplica, como en muchos países de la América española, a los extranjeros blancos que hablan distinto idioma. La banda militar de Sulaco toca la Marcha de Bolívar, el Libertador, y Páez es mencionado como héroe de la independencia de Costaguana, cuyos llanos se asemejan a los de Venezuela (…)”.
Conversando con Téllez me dijo que el librito poseía cierto tono panfletario. En primer lugar un texto panfletario tiene como prioridad un estilo desencuadernado y es escrito para salpicar de lodo a enemigos/contrincantes visibles. Savater asegura que la virtud del panfleto estriba no en lo que dice, sino en el tono como dice las cosas. Para Fernando Palomero, “los panfletos son excelentes armas para la refriega política, pero no suficientes”. El panfleto en ocasiones es irónico. Otras es algo incendiario. Muchas veces es sólo un artefacto para lanzar golpes y la calidad de escritura se sacrifica para darle prioridad a ese intransigente boxeo de sombra.


Pedro Téllez.

El librito de Pedro Téllez está lejos del panfleto y más bien está regido por la sombra luminosa de Conrad con sus antihéroes, villanos y personajes de relleno moviéndose en una ciudad imprecisa, nerviosa como un espejismo; donde se concentran todas las patologías políticas o sociales y de las cuales Téllez ofrece noticias desde el diván de la exquisita e inteligente literatura.

Tomado de Letralia.

Enlaces relacionados:

REMATES DE LIBROS EN LA CIUDAD DE VALENCIA, LA DE VENEZUELA



UN CIELO DE LIBRERIAS EN SABANA GRANDE



Pedro Téllez. Un cotilleo bioliterario.


REVISTA ZONA TÓRRIDA: 40 AÑOS DE TRANSDISCIPLINA



Santiago Key-Ayala: Autobiografía en monosílabo trilítero



Nanacinder: Antología mínima.

Coleccion de textos en Prosa y Verso. Parte V/V



Nacinder: Antología mínima.

Coleccion de textos en Prosa y Verso. Parte IV/V



Nacinder: Antología mínima.

Coleccion de textos en Prosa y Verso. Parte III/V



Nacinder: Antología mínima.

Coleccion de textos en Prosa y Verso. Parte II/V



Nacinder: Antología mínima.

Coleccion de textos en Prosa y Verso. Parte I/V



Reverón, la locura, los psiquiatras y el arte.

Prólogo del libro Los Laberintos de la Luz



Francisco de Miranda traspapelado



2016: LA UNIVERSIDAD DE CARABOBO DESTRUYE SUS LIBROS



Invitación a la presentación del libro El diario de viajes de Francisco de Miranda en la FILUC 2016



La casa de Laura Antillano



Un Aniversario doble: Los 460 y 111 años de VALENCIA-SULACO

Un acercamiento al Nostromo de Conrad



Pedro Téllez: Asumí la escritura como militancia y no al revés en esta Valencia contradictoria

Una Entrevista de Marisol Pradas



ELOGIO RETICULAR DEL LIBRO EN RÚSTICA Y SUS ALREDEDORES



Invitación a la presentacion de los libros "Elogio en cursiva del Libro de Bolsillo" y "Para leer el Socialismo"



Invitación a la charla "La maldad cotidiana según Saki"



Nanacinder (1954-1962) Revista Literaria.

Una Fruta Tropical

por Pedro Téllez



Una Jornada Lúdica sobre la Literatura en el Liceo Pedro Gual en Valencia, la de Venezuela



Biblioteca Personal del Diablo por Pedro Tellez





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Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto.

Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994), De ciertos peces voladores (1997), Dentro de la metáfora: absurdos y paradojas del universo literario (2007), Para evocar el olvido y otros ensayos inoportunos (2007) y Poéticas del ojo (2012). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones  El correo del Caroní en Guayana y  el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordina la página web de arte y literatura CódiceArte Literal


 Tomado de Letralia





domingo, 10 de noviembre de 2019

“ANTOLOGÍA TERRORISTA /GRUPO LI PO”: VARIOS AUTORES: Un Acercamiento.





Crónicas del Olvido

“ANTOLOGÍA TERRORISTA /GRUPO LI PO”: VARIOS AUTORES

**Alberto Hernández**

1.-


Venga de donde venga la palabra, asusta. Venga de donde surjan las agujas, los disparos, los bombazos, los filos e inclusive las monótonas revelaciones teológicas e ideológicas, da miedo. El terrorismo no es una metáfora. Es una afirmación sin adorno alguno. Es un testimonio práctico, un dedo en el gatillo como si se tratara del obturador de una cámara fotográfica.



Deslindar los campos, traducirlos para lograr algún alcance. Desde esta perspectiva, el terrorismo contiene una venganza o muchas venganzas. El terrorismo es una fábrica de odio, de alternancias donde florece la muerte. Pero también –si se afirma con él en la teoría- es un campo de creación donde se descubren caracteres, máscaras, rostros desfigurados, sonrisas prefabricadas, multitudes convulsas, estamentos en los que la gloria o la degradación sean la base de un sistema de valores.

En literatura también el terrorismo tiene su lugar. Se puede hablar de él, se puede hasta justificar si la ficción favorece al autor. Se puede hacer historia basada en hechos fulminantes, en destajos de piel, en ojos desorbitados, en gangrenas ideológicas. Se puede, sí, se puede morigerar también si el autor goza de buena salud política, social, cultural, sexual o religiosa.

En este caso, en el que digo, no se trata de hacer balances éticos o morales. El terrorismo es un animal que sabe volar, arrastrarse o nadar en aguas peligrosas. Y puede, de hecho lo hace a diario, convertirse en majadería demagógica, en atuendo de sacralidad vertiginosa. Hay terroristas en el plato que a diario consumimos.

Y los hay en el poder como en los escondrijos de ciertas vacilaciones democráticas. Y al decir vacilaciones democráticas activo una discusión por cuanto el totalitarismo se impone desde la democracia. Casos existen. Los vivimos. Los estamos viviendo.

Esta forja da pie para decir de esta “Antología Terrorista”, que el Grupo Li Po de la Valencia venezolana ha publicado a través de la editorial el perro y la rana, en la versión de la otrora imprenta carabobeña, y que recoge nombres de autores de esa ciudad que desarrollan tesis misteriosas, reales que amalgaman impresiones acerca de este tema y sus vertientes.

O deslizan pasos para revisar historias universales y personales, perfiles que destacan el carácter creativo que el tema auspicia.

2.-

¿Qué contienen estos textos? ¿Hacia dónde apuntan? ¿Se trata de un recetario para practicar el terror? ¿De qué se trata?

Cada autor trabaja sobre una estrategia. Cuenta, relata, ensaya. El tema en suspenso, como si se tratara de una nube. No obstante, cada autor piensa el tema y va más allá, lo intelectualiza, lo descubre, lo metaforiza, lo trabaja. En algunos casos, lo roza.

Aquí están Andrés Cerceau con “El ojo de Dios”, “Guerra” y “El monje”; Richard Montenegro con “Barcelona”; Yilly Arana con “Un asunto privado”; José Carlos De Nóbrega con “Un tríptico para Cristóbal Ruiz: Metarrelato a la manera de Bestiario, La segunda muerte de Cristóbal Ruiz y Cristóbal Ruiz: La curaduría ebria en ´La Guairita´”; Guillermo Cerceau con “El sabelotodo”, “La mala lectura”, “La política de Ultratumba”. El poeta invitado para este ensayo, para esta aventura narrativa, intelectiva, hermenéutica, fue Luis Alberto Angulo, quien inició el libro con un poema dedicado a Li Po.

Entonces, por aquí vagan relatos, pensamientos, curiosidades: un balance de todo aquello que podría estar relacionado o no con el ¿terrorismo? O con la antigua utopía de alcanzar el cielo y la paz en presencia de un dios terrenal.
Textos bien elaborados, densos, trazados con la inteligencia de quienes entran en la ficción y terminan en medio de la realidad.

Podría tratarse de un guiño que el título muestra como tentación. Pero más allá del terrorismo o no, siempre llevamos el miedo en la garganta. O la felicidad de sabernos entretenidos por estas piezas donde es preciso pensar, repensar, asirse de la realidad para poder vencer el deseo de querer hacer el primer disparo o dejar en el aire el primer pensamiento que nos pueda alejar del miedo, del susto, de los sobresaltos, del terror.



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Alberto Hernández. Fotografía de Alberto H. Cobo.


Alberto Hernández, es poeta, narrador y periodista, Fue secretario de redacción del diario El Periodiquito. Es egresado del Pedagógico de Maracay con estudios de postgrado de Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar. Es fundador de la revista literaria Umbra y colabora además en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Ha publicado un importante número de poemarios: La mofa del musgo (1980), Última instancia (1985) ; Párpado de insolación (1989),  Ojos de afuera (1989) ganadora del 1r Premio del II Concurso Literario Ipasme; Nortes ( 1991), ; Intentos y el exilio(1996), libro ganador del Premio II Bienal Nueva Esparta; Bestias de superficie (1998) premio de Poesía del Ateneo de El Tigre y diario Antorcha 1992 y traducido al idioma árabe por Abdul Zagbour en 2005; Poética del desatino (2001); En boca ajena. Antología poética 1980-2001 (México, 2001);Tierra de la que soy, Universidad de Nueva York (2002). Nortes/ Norths (Universidad de Nueva York, 2002); El poema de la ciudad (2003). Ha escrito también cuentos como Fragmentos de la misma memoria (1994); Cortoletraje (1999) y Virginidades y otros desafíos.  (Universidad de Nueva York, 2000); cuenta también con libros de ensayo literario y crónicas. Publica un blog llamado Puertas de Gallina. Parte de su obra ha sido traducida al árabe, italiano, portugués e inglés.