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Mesa redonda 'Pasión por lengua' en la sede de EL PAÍS |
Pelea dialéctica sobre sexo y lengua
'Lenguaje y sexismo' es la mesa redonda organizada por este diario
Seis expertos han debatido sobre la polémica suscitada por el artículo de Ignacio Bosque
El País
El interés por definir la realidad a través del lenguaje, especialmente
en lo relativo al tratamiento de la mujer, y en general la pasión que
suscitan todas las cuestiones relacionadas con el idioma, quedaron
escenificados ayer en la sede de EL PAÍS. Pedro Álvarez de Miranda (académico de la Lengua), Inés Alberdi (exdirectora del Fondo de Naciones Unidas para la Mujer), Eva Antón (filóloga y coautora de la Guía para un uso del lenguaje no sexista editada por Comisiones Obreras), el escritor mexicano Jorge Volpi, César Antonio Molina (poeta, exministro de Cultura y exdirector del Instituto Cervantes) y el narrador y director de cine Manuel Gutiérrez Aragón (como moderador) participaron en la mesa redonda que bajo el título Pasión por la lengua organizó el viernes este diario.
Manuel Gutiérrez Aragón. ¿Qué opinan de que la palabra y sus significados en este mundo tecnificado y digitalizado todavía ocasionen tantas reflexiones?
Inés Alberdi. Es magnífico. Hay una consecuencia muy
positiva del informe de la RAE y es que ha levantado un debate sobre
una cuestión de la que normalmente muchísima gente no se da cuenta: cómo
hablamos y cómo con el lenguaje transmitimos ideología, ideas políticas
e ideas de la relación entre hombres y mujeres.
Eva Antón. Es interesante tener la oportunidad de
reconocer el papel de la lengua y la preocupación por hablar bien y
saber que eso no es incompatible con que responda mejor a las exigencias
comunicativas de nuestro tiempo. No podemos poner puertas al siglo XXI.
César Antonio Molina. Es un tema que a veces se
manifiesta de una manera más amplia porque aquí entra un tema político,
un tema de poder, de género y un debate a lo largo de la Historia por el
protagonismo de la mujer y su igualdad definitiva. También hay que
pensar que la Academia es el órgano legislativo de la lengua y todo el
mundo tiene derecho a exponer sus ideas y principios.
I. A. Para hablar del posible sexismo de la lengua
española, los académicos tienen mucho conocimiento, pero no se han dado
cuenta de que también el conocimiento de la historia, la sociología, los
debates de igualdad de género y la historia del avance en los derechos
de las mujeres tendrían que ser tenidos en cuenta al hablar del tema.
C. A. M. Todo tiene un orden y un tiempo. La RAE ha
ido modificándose en los últimos tiempos y aceptando el devenir de la
época, e irá adaptando eso pero dentro de una serie de normas que tienen
que ser aceptadas para ser cambiadas, porque si no cada cual podrá
expresarse y escribir como le dé la gana, pero lo de tomarse la justicia
cada uno por su mano…
E. A. Hayek ya lo dijo muy bonito, que la lengua es
lo más democrático que existe. Todos tenemos participación en ella. Está
muy bien que la Academia ayude a regular, pero la Academia no crea la
lengua, la crea la sociedad.
Jorge Volpi. Un debate así es necesario porque
tenemos la sensación de que la lengua nos viene dada, como si nos
sumergiéramos en una que ya existe y que apenas podemos modificar.
Ninguna lengua es inocente. La española, como otras, tiene un matiz
sexista inevitable, que está en el centro mismo de las estructuras
gramaticales, sintácticas y también en muchos usos de la lengua. A
partir de tener conciencia de que la lengua que utilizamos tiene muchos
usos sexistas, viene la siguiente cuestión: ¿de estos, cuáles son
modificables y cuáles no y cómo podemos avanzar para tener una lengua
menos sexista?
Pedro Álvarez de Miranda. Tengo que disentir de la
afirmación de César Antonio Molina de que la RAE sea el órgano regulador
de la lengua. Estoy más de acuerdo con que las lenguas son
instituciones absolutamente democráticas en las que no pueden intervenir
poderes legislativos. Es el cuerpo social el que acaba saliéndose con
la suya, excepto en un terreno, que es el ortográfico. Ahí conviene que
haya un juez o un árbitro. En el terreno gramatical y léxico los
hablantes son soberanos y, a la larga, acaban haciendo lo que los
hablantes quieren, le guste o no a la Academia. La lengua cambia al hilo
de la sociedad.
M. G. A. Dios siempre será representado con barbas y
mayor, y por mucho que se diga que dios no tiene sexo ni género, en
ninguna parte es representado por una mujer, ese es un uso casi
inapelable.
I. A. Los libros antiguos decían: “Dios creó al
hombre en siete días”, pero se puede decir “la especie humana”. En la
lengua hay posibilidades de hacer un uso menos sexista.
E. A. Lo que intentamos con las guías y
orientaciones es responder a la realidad, nombrar la realidad, nombrar
la diferencia, lo que hay, sin eufemismos. Queremos apostar por un
lenguaje que no excluya. Una de las conclusiones del informe del
profesor Bosque es que llega un momento en que después de reconocer unas
premisas da un salto y nos adjudica indiscriminadamente a las guías
unas conclusiones bastante reduccionistas. El argumento del paso del
tiempo en materia de igualdad de oportunidades ya se ha visto que no es
suficiente. Por eso se ha apostado por las estrategias de la acción
positiva y lo que llamamos transversalidad de género.
I. A. La lengua a veces cambia espontáneamente y a
veces por un impulso activo de gente que se siente ofendida por rasgos
de la lengua que no son propios de la vida de principios del siglo XXI.
J. V. Yo pensaba que la economía del lenguaje era
más importante que la forma de quitar rasgos sexistas. Sin embargo, hace
unos años, tuve una conversación con uno de mis héroes intelectuales,
Douglas Hofstadter, que aunque se dedica a la física también le interesa
este tema del sexismo en el inglés. Él me hizo ver que esta pureza del
lenguaje y el principio de economía no debe prevalecer siempre, al
contrario, siempre que podamos deberíamos encontrar matices no sexistas.
M. G. A. Aparte de la lengua que hablamos todos, hay
muchos lenguajes: está el lenguaje de la ciencia, donde por ejemplo la
palabra hombre se respeta mucho (se dice “el cerebro del hombre”…) y ahí
no hay mucha discusión: es lenguaje científico.
I. A. Ya, pero hay alternativas...
M. G. A. El lenguaje de la ciencia no es muy
reivindicativo. Luego está el lenguaje que usamos todos, el lenguaje de
la información, el lenguaje poético, y luego está el lenguaje político,
que es el que parece que es el más combativo ahora mismo, aunque también
el más ridiculizado. ¿No les parece a ustedes que el descrédito de la
política lleva a un cierto descrédito del lenguaje político?
P. Á. M. Bueno, a mí se me han quedado varias cosas
en el tintero. No es cierto que en esas guías de lenguaje no sexista no
se propongan los desdoblamientos. Sí se proponen, y hay ejemplos que por
acumulación resultan hilarantes, como el fragmento que se da de la
Constitución de Venezuela. Muchas veces, por extenuación no se puede
llevar la duplicación hasta sus últimas consecuencias. ¡Si es que es
agotador! En las lenguas románicas, el género gramatical es un pilar
inamovible del funcionamiento de esas lenguas. Si nos ponemos a intentar
modificar esa estructura, que forma parte del núcleo duro de la lengua
española, es como darse cabezazos contra la pared. Eso, de verdad, no se
puede cambiar. Hemos dicho antes que la lengua es una institución
democrática, sí. Pero no es una institución asamblearia, no nos podemos
reunir en asamblea para cambiar la estructura gramatical de la lengua
española. Las lenguas románicas son así, y o se acepta eso o nos podemos
volver locos.
I. A. Pues claro, no se puede estar constantemente
duplicando. Lo que yo no entiendo de tu artículo y del artículo del
profesor Bosque es esa resistencia a hacer nada. Y esa burla. Por
ejemplo, en tu artículo de EL PAÍS decías que existen los epicenos, que
son palabras que parecen femeninas, como “víctima, periodista”. Y
preguntas en tu artículo de manera retórica: “¿Hay algún hombre que se
haya sentido discriminado por esa palabra?”. ¡Hombre, es que eso es muy
fuerte! Si las mujeres se sienten discriminadas por la lengua, no es por
la lengua en sí, sino por una historia de discriminación que
arrastramos de cientos de años. Yo no conozco sociedades en las que los
hombres hayan carecido de derechos por ser hombres, y por eso no tienen
que reivindicar nada…
C. A. M. La lengua es una estructura que hay que
conocer, que tiene sus especialistas, y hay que ver si el ir desmontando
eso es complicado, no es complicado, si se puede hacer o no se puede
hacer, irlo adaptando como ha ido sucediendo a lo largo de la historia.
Yo sí creo que tiene que haber un órgano que diga lo que se puede hacer y
lo que no, porque es la manera de acercar las opiniones enfrentadas.
Estas guías de las que hablamos, quizás se hubieran hecho mejor
consultando a la Academia. Es este un nivel que corresponde a los
especialistas. Y la Academia no es que tenga la verdad, pero sí la
experiencia y el conocimiento.
E. A. Sobre el uso de la @ que se nos adjudica en el
informe, tenemos que decir que no recomendamos la @, que es una grafía y
no tiene lectura. La referencia está sacada de un apartado de la guía
en la que se habla de la importancia de crear esto en las webs. Hablamos
de ese pequeño espacio que se abre en las pestañas que pone “acceso:
usuarios” o “acceso: delegados”. Solamente en ese pequeño espacio
recomendamos la @, pero con muchísimas limitaciones.
J. V. Me parece que si en español tenemos a la
Academia y al conjunto de Academias de cada país, que emiten
recomendaciones, creo que tendrían que emitir recomendaciones sobre el
lenguaje no sexista. La Academia debería, lo primero, reconocer el
sexismo intrínseco en la lengua española. Y segundo, hacer un comité
entre las academias de los distintos países y emitir recomendaciones de
cómo tener un lenguaje menos sexista del que tenemos.
P. Á. M. Ni Ignacio Bosque ni yo somos unos
trogloditas. El profesor Bosque rechaza expresamente en su artículo
frases como esta: “Los directivos acudirán a la cena con sus mujeres”.
Hace falta solo un poco de sentido común para no escribir semejante
estupidez. Ni el profesor Bosque ni yo somos insensibles a la cuestión
del sexismo lingüístico. Lo que decimos es que el género no marcado
forma parte de la estructura profunda de la lengua española.
I. A. La gente joven, por lo que veo en la
universidad, tiene mucha más sensibilidad por este tema que la gente de
mi edad. Me han dicho que durante el 15-M había una comisión en la
Puerta de Sol de feministas, hombres y mujeres, que pusieron mucho
énfasis en que todos los documentos del 15-M suavizaran el sexismo del
lenguaje.
Winston Manrique. Con los jóvenes se ha venido
planteando, desde la publicación del informe de Ignacio Bosque, qué
hacer desde los niveles más bajos de la educación y de la propia
familia, y en las escuelas o colegios, para suavizar, matizar, explicar…
sin anular por supuesto las normas gramaticales que están bien. Las
encuestas muestran a unos jóvenes que han crecido en una sociedad que
busca la igualdad entre mujeres y hombres. Sin embargo, esa sensibilidad
a veces refleja todo lo contrario en la respuesta de estos jóvenes,
coincidiendo en el tiempo con las guías donde abogan por esa visibilidad
de la mujer. ¿Qué puede estar ocurriendo?
P. Á. M. Tengo cierta experiencia porque además de
ser profesor de los estudiantes de mi licenciatura en mi universidad, he
dado muchas clases a grupos de mayores de 55 años. Y ponen la misma
pasión y, normalmente, los mismos argumentos que los jóvenes para
debatir esta cuestión. No he encontrado diferencias. Y en cambio a veces
se lleva uno sorpresas. Cuando mi hija recibió el título de arquitecta
—y en el título impreso dice “arquitecta”— una compañera suya, amiga de
su edad, se enfadó. Ella hubiera preferido que dijera “arquitecto”. Yo
creo que está completamente confundida.
E. A. Sabemos que desde el 95 hay esa orden de
feminizar… bueno, de adecuar a la condición femenina o masculina de cada
persona que recibe la titulación, pero deberíamos preguntarnos si no es
indicativo de esa creencia, o prejuicio o mentalidad que otorga a lo
masculino más estatus, o más profesionalidad o más rigor. Que no haya
solapado algún rasgo de sexismo implícito. Y mientras haya sexismo en el
lenguaje, hay sexismo en la sociedad.
P. Á. M. Entonces, ¿lo que hay que cambiar es la sociedad?
E. A. Tenemos que cambiar todo. Tenemos que poner
instrumentos para el cambio cultural. Y si no hay cambio en el lenguaje
no habrá cambio cultural. Las guías no llevan aparato crítico por su
carácter utilitario, lo cual no quiere decir que no hayan sido
elaboradas consultando a personas, porque si la Academia es monolítica
en su enfoque, no lo es la comunidad universitaria. Hay líneas de
investigación en los estudios de género que estudian pragmática del
lenguaje, hacen revisiones léxicas, etcétera, en las que podemos
sustentar nuestras afirmaciones. No distorsionamos nada ni dinamitamos
nada. Recogemos lo que se habla y orientamos para el avance social de
mujeres y hombres.
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Actualizada el 24/02/2024