Estimados Amigos
Hoy compartimos con ustedes un texto de nuestro amigo Pedro Téllez sobre la casa de la escritora venezolana Laura Antillano. La casa de Laura Antillano esta ubicada en Naguanagua en la urbanización Naranjal. En Venezuela son los desarrollos urbanísticos planificados y generalmente están asociados a las clases pudientes. Aunque existen urbanizaciones ejecutadas por el gobierno y se les diferencia de las de clase media alta colocándole el adjetivo de populares. La casa esta ubicada en la avenida 11-A c/c calle Guzmán Blanco y su número de identificación es el 193-19. Sobre este número podrán leer La Letra Voladora. Siempre se ha dicho que Venezuela es muy igualitaria porque al lado del barrio siempre hay una urbanización en este caso las Urbanizaciones La campiña II y el Naranjal están al lado de Barrio Unión, La Democracia o La Cidra depende del punto de observación. Las dos zonas la pobre y la de clase media están separadas literalmente por una calle llamada Guzmán Blanco y por una quebrada embaulada. Esta Quebrada antiguamente tenia también una cerca de Alambre del tipo que en Venezuela llaman Alfajol. Esta cerca hace mucho tiempo que desapareció a causa de la escasez del aluminio, una cerca de este material era un victima potencial para ser desmantelada y vendida en el mercado negro. Esta quebrada embaulada siempre te hace pensar en el foso de un castillo. La pregunta es: ¿A quien defiende de quien? La urbanización del barrio o viceversa.
La casa de La Letra Voladora la conocemos exteriormente desde hace mucho. Tenia un mural con los Beatles del submarino amarillo imagen que fue sustituida luego por un Gallo de Barcelos, o algo parecido en nuestro recuerdo, ese que es tan común ver en las panaderías de portugueses en Venezuela. Ahora la fachada no tiene dibujos solo colores planos. Creemos que ahora domina el verde en la fachada.
Antiguamente tenías dos formas de llegar a la casa de Laura Antillano. Subías por la calle Guzmán Blanco, o la calle de la canal como dicen en Naguanagua, y en la séptima esquina doblabas a la derecha y estabas al frente de La letra voladora. Ya no puedes usar esta opción ya que todos las calles que daban a la Guzmán Blanco de la urbanización el Naranjal fueron cerradas por la inseguridad es una forma de defenderse de nosotros: los que vivimos en el barrio. Ahora solo ves una sucesión de muros.
La otra opción es subir por la calle 194 que es la entrada de La Campiña II. Cuentan 9 esquinas del lado izquierdo y en la novena esquina doblan a la derecha. Esa avenida es la San Juan. Doblan a la izquierda en la primera esquina suben y cuentan tres esquinas. La tercera esquina esta ubicada en la avenida 111-A.
Solo hemos entradao un par de veces en La Letra Voladora. Y eso porque el escritor José Carlos Denobrega nos invitó a su taller sobre ensayo. Llegamos en bicicleta un sábado casi a la hora del cierrre de la actividad. Entramos al patio recibidor una zona bastante umbrosa. Al entrar al área de taller nos sumergimos en un ambiente de clara decoración kindargueterina. Particularmente el ambiente de nuestro kinder era bastante espartano comparado con este. Todos los participantes eran adultos. Era un divertido contraste. Una docena de personas aproximadamente: Un ciclista consedutinario (nosotros), 3 peatones (incluyendo al ductor) y el resto con vehículo. Nos pareció curiosa la afluencia de vehículos en una actividad subvencionada totalmente por la intitución gubernamental casa Andrés Bello.
Ya es hora de que dejemos de desviar la atención del texto que se avecina así que nos despedimos de ustedes por ahora.
Esperamos disfruten de la entrada de Pedro Telléz.
Es de Borges la conocida frase: otros se pueden enorgullecer de los libros que han escrito, yo tengo orgullo de los libros que he leído. Yo agregó: tengo orgullo de los escritores que he conocido personalmente, de los que he sido su amigo, entre ellos Laura Antillano. Pero no voy a tratar aquí de la amistad, no directamente. Describiré el espacio de esta amistad y que como Uds. saben se llama “La Letra Voladora”. Que la casa habla de sus inquilinos lo decía Virginia Woolf. La de Laura habla de ella y de nosotros. Ubicada en la Campiña, entre la Universidad y el cerro del Café, al borde de una calle que es frontera de una quebrada embaulada o al final de una calle ciega a la que se llega a través de un laberinto de cuadras. Hay otras casas en el tiempo y el espacio: En Maracaibo la quinta paterna a las orillas del lago y tertulia obligada de pintores y poetas, la de Caracas, o antes la de Haticos número 15 (casa de ficción) o su apartamento paralelo. Pero quiero hablar de la que conozco más y tal vez por haber ido una docena de veces (no soy visitante asiduo) y por eso me impresiona.
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Actualizada el 28/01/2024