14 de Febrero de 2014
Leed, malditos, leed. Vivid las vidas que no podréis vivir
de otra manera, escuchad lo que os tienen que decir quienes han cruzado antes
que vosotros este extenso valle de lágrimas. Y pensad. Sentid. Dejaos tocar
esas fibras delicadas que moran en vuestro interior y que esperan ávidas a los
dedos oportunos que las afinen. Abríos al mundo y dejad que el mundo entre en
vosotros.
Buscad; sobre
todo, buscad.
Queremos, sin
duda, que nuestros jóvenes adquieran hábitos de lectura. Porque sabemos que los
libros encierran tesoros que les van a ayudar a enfrentarse a un mundo donde la
información nos satura, porque les van a brindar momentos de emoción que no
pueden ni siquiera intuir, y también, por qué negarlo, porque ellos son quienes
van a construir el futuro, el nuestro y el suyo, y queremos que lo hagan con el
mayor de los fundamentos.
Pero ellos no
quieren. O al menos, eso es lo que se vislumbra en una simple visita al aula de
un instituto. La mayoría de los chavales confiesa sin miramientos que no lee en
su tiempo libre más que las lecturas que se le imponen desde el colegio. Así
que algo está fallando, algo estamos haciendo mal. Si es tan estupendo, ¿por
qué se lo vendemos tan mal?
Cartel de la película They shoot hores, Dont they? titulada en España Danzad,danzad malditos y en latinoamerica como Baile de ilusiones. |
Hace algún
tiempo, hablando con un amigo profesor de Literatura sobre este tema, le
pregunté si el fallo no estaría en el tipo de lectura que se les inculca en el
colegio. Él reconoció que clásicos como “La Celestina” o “El libro del buen
amor” no son los libros más apropiados para mentes de trece años, pero que
también era falso que “Harry Potter” hiciera nuevos lectores entre los más
jóvenes. “Los que leen Harry Potter —me dijo— solo leen eso; y sí, lo devoran, pero
cuando se acaba, se acabó. No hay continuidad, no surge el interés por leer
otro tipo de cosas.”
Probablemente, de algún modo tengamos que preocuparnos por
despertar esas inquietudes en los niños antes que en los jóvenes, y seguramente
sea también un factor importante darles la suficiente libertad de elección para
que se sientan cómodos y un buen abanico de títulos entre los que poder elegir.
Quién sabe, tal vez debamos dejar de ser los guías en ese aprendizaje para
convertirnos en simples acompañantes.
En el siguiente
texto, Amelia Castilla hace un análisis sobre los hábitos de los jóvenes
lectores y la situación actual del mundo editorial en la literatura infantil y
juvenil. Que ustedes lo disfruten
Nieves Delgado
Escritora y Docente de secundaria
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Una tribu de letras: Góticos y épicos
AMELIA CASTILLA
10 DIC 2011
Fantasía o realismo, pero con mucha acción. Los superexcitados niños del siglo XXI se decantan por novelas de iniciación entre las secuelas de Harry Potter o las cuestiones pegadas a la vida. La literatura juvenil apenas sufre la crisis.
Unos son partidarios de El señor de los anillos y otros flipan con Harry Potter. Hobitts o aprendices de magos en Hogwarts gritan y corren como descosidos. Claro que enamorarse de un elfo puede mitigar la soledad en el patio. La imaginación es un arma invencible, tanto que puede convertir el recreo en algo soportable, mientras los demás juegan y comparten bocadillos en el patio del colegio. No importa que cuchicheen a su lado o que los chicos se metan con ella. Bien pensado mejor epatar contando que su elfo le ha besado y que juntos se han ido a dar un paseo por el bosque. A veces, los amigos también juegan con ella a internarse en el bosque. Pero no resulta tan fácil para los menos soñadores, se empieza cerrando los ojos y concentrándose mucho. Mejor con la luz apagada y la puerta cerrada de la habitación. "He visto una fuente ¿estoy cerca?", grita uno de los que buscan, sin suerte, iniciarse en los mundos ocultos, mientras en el iPod suena la voz de Lennon en una versión de Imagine. El espacio de la cocinita lo ocupa ahora una mesa nueva donde hacer los deberes y en las estanterías, a las aventuras de Stilton y Kika Superbruja se van sumando tomos heredados de las aventuras de Los Cinco, el cómic Persépolis y la trilogía Memorias de Idhún, entre otros títulos. En el colegio ya han leído El Lazarillo de Tormes, el Quijote o La Eneida. Los besos con príncipes azules, las luchas contra dragones en un mundo mítico más unas dosis de intriga imprescindible, que en un momento dado les puede acercar a la novela negra, forman parte del imaginario literario de una buena parte de los lectores de entre 10 y 13 años. En esa edad, el 100% lee por estudios, un 82,6% lee en su tiempo libre y de ellos el 77,1% lo hace diaria o semanalmente, según el barómetro de hábitos de lectura del Gremio de Editores.
Harry Potter o 'El señor de los anillos' juegan el papel que los clásicos ejercieron sobre generaciones anteriores
En esa edad, en la que el cuerpo ya ha empezado a transformarse, su voz suena más grave y se sonrojan por cualquier bobada, un 48% lee revistas, un 26,7 tebeos y un 22,5% periódicos. "A los niños les gusta seguir las modas; la diferencia no resulta nada gratificante cuando estás creciendo. Ellos quieren lo mismo que sus compañeros y si se identifican con el personaje, cuando acaben con un libro buscarán la continuación", asegura Ester Blasco, profesora de Lengua del madrileño colegio Estilo.
La adolescencia, en lo que tiene de cambio físico y psicológico, forma parte de la misma esencia literaria. Ahora se lleva un género híbrido compuesto por sagas interminables que suceden en submundos de leyenda con una épica con cierta reminiscencia de la Edad Media, aunque se trate de lugares inventados. Entre los alumnos de este colegio privado se cuentan los chicos que siempre tienen un libro de ficción en la mochila y los que no los tocan y, en este último caso, no se debe a falta de estímulos. Los padres, cuya economía aún no ha saltado por los aires, se apresuran a comprarles los títulos que piden, más lo que ellos creen que les vendría bien leer, pero ¿los leen? Por su experiencia la profesora lo duda. "Los buenos lectores devoran los libros, pero no creo que lleguen al 10%". Surgen también casos excepcionales de niños de primaria leyendo títulos como Rojo y negro o Caperucita en Manhattan.
Como en otros aspectos de la vida, existen dos bandos bien diferenciados. Frente a los que no leen nada, emerge una generación que lee por todos los demás y un estadio intermedio, con un promedio de lectura de entre cinco y seis libros al año. En otro equipo juegan los que optan por una solución nueva y se quedan en el cómic, que para ellos tiene una recompensa inmediata a través de los dibujos y de un lenguaje exagerado. Expertos del sector editorial apuntan que en la fase siguiente, los jóvenes de entre 14 y 24 años el porcentaje de lectores baja al 68,9%. Una franja en la que el tránsito de una etapa a otra de la vida se hace más evidente y un tiempo en que las narraciones, cuyo desenlace lleva consigo la transformación del personaje, se leen como medicina para el alma. ¿Funciona entonces un término tan ambiguo como literatura juvenil? La librera Ana Escarabajal aconseja cualquier título que acabe por entregarlos en brazos de la literatura para adultos, en un abanico que abarca clásicos como El guardián entre el centeno, El niño con el pijama de rayas o una historia recientísima como Rumble de la dibujante Maitena, con todos los ingredientes para ser considerada como una novela de iniciación.
En el otro lado, se ubica los que huyen de la lectura, casi un 40%. Estos últimos, aparentemente, se conforman con el ordenador y el cine, algo que acabará por pasarles factura. "La ausencia de lectura revierte en la escritura y el lenguaje, que son los elementos que conforman el aprendizaje. Llegarán a la universidad sin saber construir frases, carecerán de vocabulario y no sabrán expresarse", concluye la maestra de Lengua.
Los hijos de padres lectores (8 de cada 10 de entre 6 y 14 años) leen una media de 3,3 horas semanales. Para ese círculo Harry Potter o El señor de los anillos juegan el papel que las aventuras de La isla del tesoro o las obras de autores como Julio Verne ejercieron sobre generaciones anteriores. Educados con la Wii o la Play Station, habituales del Rincón del Vago, habilísimos en manejar buscadores en Internet y acostumbrados a chatear, los jóvenes del siglo XXI necesitan novelas de aprendizaje que se pueden ver más que leer. Siguiendo esa máxima buscan lecturas donde pasen muchas cosas, y donde la cuestión sexual, con o sin resolver, ocupe una parte importante. La nueva literatura juvenil está a la altura de los tiempos que corren; más que divertir y formar se escribe para estimular al instante y en el momento. La educación tampoco se enfoca a potenciar la reflexión. Fuera de clase van sobrecargados de actividades paralelas. Forman parte del mundo de locura de los adultos. Sin tiempo para aburrirse.
Todos los datos apuntan que la literatura infantil y juvenil sufre la crisis editorial con menor intensidad. Autores de éxito, como Stephenie Meyer, autora de la saga Crepúsculo, Christopher Paolini -su nuevo título de la serie Eragon, Legado, se puso a la venta en noviembre en Estados Unidos con una tirada de dos millones y medio de ejemplares y ahora sale en español con 100.000 copias - o J. K. Rowling, ayudan y mucho a que las cuentas cuadren a final de año. La publicación de novedades de algunos de estos autores de culto se rodea de una parafernalia animada por las redes sociales y las webs de las editoriales: información puntual del estado de la novela y los capítulos que van escritos, pormenores de los protagonistas, detalles de la nueva portada para, a medida que se acerca la fecha de salida, ir lanzando mensajes de "falta menos de una semana", "apenas un par de días"..., todo ello trufado con entrevistas e información de la vida del autor y, por supuesto, encuentros físicos de fans.
Los datos en el sector resultan alentadores. Según el Gremio de Editores, un 12% de la venta se corresponde con el género infantil y juvenil, pero la facturación supone casi las tres cuartas partes del mercado interior. Los datos de 2010 sitúan las ventas en 228,23 millones de ejemplares. El precio medio de un título para adultos ronda los 12 euros frente a los 8,89 de los infantiles.
El panorama actual todavía es consecuencia de revolución literaria que estalló en 1997, cuando la editorial Salamandra adquirió los derechos de Harry Potter y la piedra filosofal. Las aventuras del joven mago dieron un vuelco a las costumbres de los adolescentes. De las historias de poco más de un centenar de páginas con argumentos que contaban con el visto bueno y asesoramiento de profesores y psicólogos, pasaron a una saga de más de trescientas páginas por título. El éxito, como ocurre siempre, fue de los lectores, pero las editoriales no perdieron la ocasión de convertirlo en negocio. Leyeron los siete tomos de la saga de curso en curso -solo en España se han vendido seis millones de ejemplares y otros tantos en América Latina- y crecieron con el personaje; muchos agotaron con esa lectura su primera juventud y de ahí se entregaron a otros géneros.
Con el éxito del joven mago creció también el poder del marketing como pieza clave del lanzamiento de los libros hasta el punto de identificar lo más vendido con lo mejor. Ahí mismo, las empresas creyeron descubrir un filón argumental en lo que se denomina como fantasy y que no ha parado de crecer desde entonces. Antonio Rodríguez Almodóvar, recopilador de cuentos antiguos, considera el fenómeno como literatura prêt-à-porter. "Funciona porque hay mercado, pero no creará lectores, solo consumo ocasional. La literatura debe tener la pureza de lo espontáneo, no se puede diseñar. Todo se queda en pasarlo bien, no se trata de libros que formen". Entre tanto, las editoriales siguen debatiéndose entre el reino de los vampiros y la moda de lo políticamente correcto, centrada en la educación en valores.
Góticos y épicos
- Temerario. El imperio de marfil.
Naomi Novik. Traducción de José Miguel Pallarés. Alfaguara. Madrid, 2011. 481 páginas. 17,95 euros.
- El secreto de Lucia Morke / El secret de Lucia Morke.
Inés MacPherson. La Galera. Colección Luna Roja. 257 páginas. 16,95 euros.
- El joven templario. Huérfano del destino
. Libro III. Michael P. Spradlin. Traducción de María Jesús Asensio. Bruño. Madrid, 2011. 298 páginas. 15 euros.
- El joven Sherlock Holmes. La joven desaparecida.
Shane Peacock. Traducción de Susana Andrés. Almadraba. Madrid, 2011. 386 páginas. 17,90 euros.
- Escuela de frikis. El examen final.
Gitty Daneshvari. Ilustrado por Carrie Gifford. Traducción de Laura Manero. Montena. Barcelona, 2011. 282 páginas. 15,95 euros (electrónico: 10,99).
- El ladrón del rayo (Percy Jackson y los dioses del Olimpo)
. Rick Riordan. Traducción de Libertad Aguilera Ballester. Salamandra. Barcelona, 2011. 288 páginas. 14,50 euros (tapa blanda: 12,50; novela gráfica: 136 páginas. 17 euros).
- Cielo Rojo.
David Lozano Garbala. Ediciones SM. Madrid, 2011. 475 páginas. 17,95 euros.
Tomado de El país
Actualizada el 28 de julio de 2022.