José Pulido.Imagen tomada de Escritores.org. |
“EN POESÍA BOTO HASTA LA CÉDULA DE IDENTIDAD”
-Alberto Hernández-
** Todos los días me encuentro con gente que nació en la ciudad y siente nostalgia de algo que nunca ha visto. Por eso seguiré insistiendo en esto porque vivo a juro en la ciudad.
** Mi imaginario no es la nostalgia, es un mundo que se quedó atrás pero que sigue respirando en las páginas.
La calle se tropieza con los ojos de quien la escribe y la borra de un tirón. Un hombre, que en sus adentros viaja con dos tumbas serradas en una montaña, deja caer un pedazo de edificio cerca de sus pies. Se mira los pasos, regresa a aquel tiempo cuando el padre se enterraba hasta el cuello para espantar la fiebre y atraer a la muerte con la mirada puesta en un fantasma próximo a la curva de un camino. Un hombre, que llegó a ser un niño extraviado, peregrina en las palabras de José Pulido, el que escribe y borra, el que tacha y deja correr en la pantalla la historia de un país solitario e individual, nostálgico y renuente a cualquier pregunta que no tenga una respuesta precisa.
El novelista también intenta, con la premura de ser citadino por obligación, pasar la mano sobre el vidrio donde se mueven las imágenes agitadas de esa Caracas perversa, limitada en la incredulidad, en la falta de una agonía verdadera, que de una vez termine de ser desgarramiento, torcedura de grito, destello apagado.
La ciudad lo persigue. La ciudad lo confunde con un extraño, porque en verdad lo es. Venido de las tejumbres de Villa de Cura, siempre recién llegado por esa mala costumbre de aferrarse a los viejos portones, a los aleros de aquella infancia que terminaba en la última escalera de El calvario, donde el mundo era tan ancho y tan ajeno que no había lugar para otra mirada.
-¿Y esa otra mirada, la que rasguña la ciudad, es acaso la constante de quien se ve en su obra como desdibujado?
-Sí, mira, lo urbano no afloja en sus aspectos el pasado rural, de lo escarpado, de lo que en realidad nos ha construido, dibujado inicialmente. Fíjate, cada vez hay más gente con ganas de establecer pequeñas comunidades donde esté un árbol cerca, donde los animales sean un lenguaje que aproxime naturaleza y racionalidad. Estamos hablando de culturas híbridas: las calles nos miran desde un hombre que vende imágenes de José Gregorio Hernández hasta otro que se afana en meternos en el bolsillo un Mouse de computadora. Todos los días me tropiezo con gente que nació en la ciudad y siente nostalgia de algo que nunca ha visto. Por eso seguiré insistiendo en esto porque vivo a juro en la ciudad. Mi imaginario no es la nostalgia, es un mundo que se quedó atrás pero que sigue respirando en las páginas.
El novelista de Los mágicos (Monte Ávila, 1999) se encuentra con el cuentista de Vuelve al lugar que se te ha señalado (Contraloría General de la República), pero se recoge en Los poseídos (Editorial Pavilo), libro de poesía que no guarda nada, no esconde la voz de quien se transforma en “un funcionario” en narrativa. Tres títulos de José Pulido que han conocido nuevos lectores que se ha arriesgado a apostar por una entonación insistente, reveladora de atmósferas y topografías verbales asistidas por la memoria de quien retorna de continuo a su terredad.
-Los tres títulos que has publicado contienen algo en común. La magia, esa suerte de exorcismo en la trama interior de algunos personajes, el alarido, como un Ginsberg en medio del desierto, ¿no son acaso el mismo registro, la misma voz en distintos momentos? Porque estás haciendo una escritura en la que el tejido narrativo no se separa de una intención, pero el esqueleto favorece formas, motivaciones, sentidos del escribir.
-Sí, hay una línea muy delgada. Uno atiende a sus fijaciones. En este sentido me siento diferente con esas dos escrituras, la de la narrativa y la poesía. en el poema estoy completamente expuesto a todo: boto hasta la cédula de identidad. No me importa decir lo que quiero decir. Es mi vivencia. En cambio, en narrativa yo soy una especie de funcionario, un observador que trabaja para el lector.
-En este sentido, ¿de qué te cuidas?
-Ah, me cuido de no caer en el ridículo, a menos que me lo exija la trama, el tejido del relato. Le brindo al lector un laberinto por el que yo he atravesado. Digo, en el poema me desgarro, me atravieso yo mismo.
-¿Y de dónde proviene tu poesía?
-Para mí la poesía es una resultante de la narración. Cuando me “tranco” en narrativa, recurro a la poesía para vivir, para descubrir que allí, en ese interior profundo, habita la voz que me revitaliza.
La calle, la ciudad es una apuesta constante, un doblar la esquina en la que el hombre, el que imagina el pasado y lo reconstruye, mitifica el ruido frente al viejo silencio, se sacude los árboles imaginados: la magia llega con los ojos cerrados, cuando comienza la primera línea de la novela y se enreda con el tiempo y el espacio transgredidos. Poseída por las palabras, la historia abona la voz que se agita vertebradamente, entre la luz y la sombra, el poema.
https://josepulido.wordpress.com/
** (Abril, 2004)
(Tomado de “Voces de la memoria / Diálogos y monólogos inconclusos”. Cervantes @ Mile High City Editores, Denver, Colorado, USA, 2013)
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José Pulido. Fotografía de Gabriela Pulido Simne |
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A mi parecer, Alberto Hernández en esta su prosa crítica sobre la semblanza de su amigo, nos deja un canto de congoja respecto de la "lejedad", ostracismo auto impuesto por el otro, como forma de reintegrarlo a la ciudad que lo acogió sin denigro de su origen, de su Villa de Cura natal; pero que trocó a esta última por la gran urbe, Caracas, su hacedora quien le diera su nutrimento para ir allende los mares como embajador de las letras patrias. Alberto pareciera decirnos que la ciudad madrastra lo añora y lo reclama. Que escuchar su voz, su palabra es un medio. Arrullo melodioso, forma de exorcizar el verbo que la gobierna.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura EWO, Montiel.
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