lunes, 12 de agosto de 2024

Carlos Yusti: Pienso que Joyce escribió Ulises para aprender

 



ULISES, UNA RELECTURA


Carlos Yusti


 


Cuándo una obra de arte incurre en algunos aciertos estéticos corre el riesgo de convertirse en presa de las más inusitadas tergiversaciones. Los gacetilleros y columnistas culturales en domingo despliegan su artillería crítica, atiborrada de frases hechas entremezcladas con un inconfundible lirismo mentecato, convirtiendo cualquier libro, pintura, escultura o poema en un fetiche insustancial, en un objeto más de ese inmenso emporio que se conoce como cultura.


El Ulises de James Joyce, a pesar del tiempo transcurrido (la novela fue escrita entre 1914 y 1921, en Trieste, Zurich y París. Para el año de 1918 comenzaron a publicarse fragmentos de la misma en la "Little Review") no ha salido indemne de los malentendidos más absurdos y atroces. Ni siquiera la tremenda complejidad textual de la novela la ha salvado de ese despropósito supremo como lo es la censura. El libro fue tachado por indecente. Se armó una gran conmoción debido a sus faltas graves a la moral. Los editores de la novela fueron llevados a juicio. Enseguida Joyce y su novela encontraron incondicionales defensores, entre los cuales se contaron poetas y escritores de bastante prestigio intelectual como Valery Larbaud, T.S. Eliot, Ezra Pound, etc.

Aún hoy las tías culturales, de las que escribiese Gombrowicz, prosiguen arrastrando al pobre Joyce a sus clínicas literarias para operarlo, tasajearlo y despedazarlo con una serie de juicios tíales y trivializantes; exagerando y supervalorando una obra literaria que sin lugar a dudas constituye un escalón ineludible de la gran literatura contemporánea.


Comparto la botaude de Borges, la cual aseveraba primero que era imposible "verter" al español semejante y segundo que eran pocos los lectores que habían leído completo el libro. Sin embargo los equívocos van más allá de las dificultades lingüísticas y estructurales. David Hayman, responsable del archivo del escritor dublinés (setenta y tres volúmenes de documentos) escribió una guía de lectura para el Ulises intentando que novela se leyera en su totalidad e intentando salvar un poco a esos lectores que naufragan irremediablemente al intentar aventurarse en el texto joyciano, verdadero mar de los Sargazos, pormenorizada relojería de escritura donde el trabajo con el lenguaje llega a los extremos de la perfección y el detalle.


Hasta el propio Joyce propició uno de los equívocos mayores cuando compiló, a manera de chanza, una lista de similitudes de cada uno de los capítulos de su novela con Odisea de Homero. Cuando Joyce se percató que los estirados eruditos, eran capaces capaz de reducir su novela a una mera apostilla moderna de una obra clásica, o que eran capaces de convertir su Ulises en una alegoría actualizada de un mito bastante soso y superficial, se apresuró a suprimir los títulos pseudohoméricos de los capítulos. Demasiado tarde.



El Ulises es un armatoste intelectual de más de doscientas mil palabras las cuales describen un sólo día, el jueves 16 de junio de 1904; de las vidas separadas y combinadas de un variado número de personas. La novela se apuntala principalmente en un conjunto de escenas, donde intervienen tres personajes principales. Leopold Bloom, grisáceo agente de publicidad de origen judeo-húngaro, Esteban Dedalus, personaje delineado en detalle en una novela anterior de Joyce, "Retrato de un artista adolescente", y Molly Bloom, esposa de Leopold. Tres caracteres diametralmente opuestos. El joven Esteban Dedalus es frágil desde el punto de vista físico, pero es de intelecto despierto y de espíritu sensible. Además librepensador y con arraigadas convicciones morales. Molly Bloom es un espíritu mediocre, vulgar e ignorante; pero a pesar de su carácter convencional es capaz de captar la vida a través de su intuición y sensibilidad femenina. Leopóld es un perdedor, un outsider por excelencia. Cierta perversa obsesión sexual lo caracteriza e impulsa. Se balancea con parsimonia por los bordes de la locura. Es de espíritu riguroso y sensibilidad áspera o apolínea.


Con respecto al tema de la novela uno puede perfectamente coincidir con Vladimir Nabokov, cuando asegura que es el tiempo y las culpas, es decir un tema metafísico sometido al marcado cinismo que envuelve a los personajes. Para precisar esto, es bueno aclarar que el libro trae a colación el pasado signado por la tragedia: el hijito de Bloom, muerto hace algún tiempo. El presente tragicómico: Bloom ama a Molly, su esposa, pero no intervendrá para nada a sabiendas que por la tarde de ese día de junio, a las cuatro y treinta, Boylan, remilgado empresario, irá a visitarla. El futuro detestable y patético: Bloom ante la perspectiva de que su mujer tenga amantes cree que el joven Dedalus, con quien se encuentra constantemente ese día, es preferible al asqueroso Boylan


Cada capítulo está escrito en un estilo particular. Está ese estilo impecable, directo, lúcido, lógico y con un ritmo depurado y cadencioso. El otro estilo transcribe las frases incompletas, veloces y fragmentarias que conforman la corriente de pensamientos secretos de los personajes y que llamó tan acertadamente Valery Larbaud, como "monólogo interior". Esta palabra interior, como la llamaba el mismo Joyce, es una técnica prefigurada ya en una novela injustamente olvidada de Edouard Dujardin, "Les lauriers sont coupés". El interés por la novela de Dujardin (publicada en 1887) la despertó el mismo Joyce cuando reconoció su deuda con "Han cortado los laureles" (con dicho titulo se ha traducido al castellano). La novela de Dujardin es un monólogo continuo, en presente indicativo, no existe un nudo argumental con desarrollo ni final, de un joven que ha invitado a cenar a bella actriz. El monólogo se interrumpe en contadas ocasiones con breves diálogos y algunas indicaciones escénicas. Remy de Gourmont la calificó como transposición cinematográfica. Joyce tomó esto del monólogo interior y le dio un impulso extremo. Joyce lo definió como "el orden poético, ese lenguaje no oído y no pronunciado, por medio del cual un personaje expresa sus pensamientos más íntimos (los que están más cerca del subconciencia) anteriores a toda organización lógica, es decir, en su estado original, por medio de frases directas reducidas a un mínimo sintáctico y de manera que den la impresión de reproducir los pensamientos conforme van llegando a la mente". Joyce se vale de este recurso e introduce al lector en el mundo interior de los personajes. La narración posee un ritmo cinematográfico o como lo escribe Harry Lavin: "…el Ulises está más cerca del cine que de la novela. El movimiento del estilo de Joyce y el pensamiento de sus personajes son como la proyección de una película; su método de composición, la forma en que dispone de su material, supone esa manipulación fundamental que en el cine se llama montaje". El tercer estilo es un pastiche de géneros diversos y no-novelísticos: titulares de prensa, música, drama místico y bufo, preguntas y respuestas al estilo catequista. Existen también parodias de estilos literarios y autores clásicos y hasta de ese estilo periodístico moroso y rebuscado. Esta riqueza de erudita ilustración es en sí lo que produce un poco de oscuridad y hace difícil la lectura del Ulises.


Los manuscritos de Joyce son una inigualable red laberíntica de correcciones. Las galeradas de la novela fueron sometidas a meticulosas enmiendas y retoques. Se han llegado a contabilizar unas 75 correcciones, antes de la versión final. Joyce más que tachar y suprimir, añadía. Con todo el proceso de correcciones, pruebas y añadiduras podría escribirse una novela. Sin contar que Joyce sembró de claves la novela y que un lector desprevenido quizás nunca llegue a descubrir, lo que no disminuye en lo absoluto su cambiante juego de espejos y estratagemas estilísticas.


El Ulises constituye, pues, un monumento al lenguaje escrito y quienes busquen en esta novela de Joyce complacencia literaria o facilismo de escritura como la de los libros clásicos o los best-séller no la leerán jamás. Quienes lean el Ulises desde la piel de filólogo aficionado encontrarán en ella una riqueza textual difícilmente superada.


"Ulises es el gran obstáculo en el sendero de la novela contemporánea", escribió Levin. Pero más que un obstáculo, fue una puerta. Con Ulises la novela dejó de ser una mera diversión para lectores de fin semana, para devenir en una pasión lingüística y metafísica. Pienso que Joyce escribió Ulises para aprender por aquello que dice Esteban Dedalus: "Para aprender hay que ser humilde. Pero la vida es la gran maestra". Luego Joyce escribió "Finnegans Wake", demostrando que había aprendido algo en ese arte de escribir novelas. La vida puede enseñarnos a comprender a Joyce, porque sus libros tratan temas comunes: La decadencia de la familia Dedalus, el futuro irrelevante y bochornoso de Bloom, la bancarrota de Earwicker. Joyce como todo buen artista se tomó la molestia de trabajar esos temas vulgares y convertirlos en hazañas lingüísticas, en metáforas de acabada estética. La buena literatura es siempre una reivindicación estética del lenguaje.


Tomado de CayoMecenas


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Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto.



Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones  El correo del Caroní en Guayana y  el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordinó la página web de arte y literatura Códice y Arte Literal. Actualmente es coeditor de la revista digital Cárcava


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