miércoles, 4 de octubre de 2023

Francisco José Aguiar, escritor y migrante venezolano, a José Pulido: Me aferraré a la escritura hasta el día de mi muerte

 

Francisco Aguiar: “Deseo dejar una obra para la posteridad, algo que me sobreviva”.


Francisco José Aguiar, escritor y migrante venezolano: Me aferraré a la escritura hasta el día de mi muerte
Una  entrevista de José Pulido


Francisco Aguiar: el escritor que vende productos naturistas y es voz de la diáspora



José Pulido. Viernes 22 de septiembre de 2023




Como si extrajera un pensamiento para revisarlo, Francisco sacó otra vez el billete de cinco mil pesos colombianos que llevaba en un bolsillo. Lo miró fugazmente poco antes de llegar al terminal de Cartagena. Cinco mil pesos es equivalente a un dólar y veinticinco centavos.

 Cinco mil pesos colombianos. Imagen tomada del Numista


—Con este dinero debo comenzar una nueva vida —murmuró, y se dedicó a pensar en los libros que quería escribir tan pronto pudiera tener una computadora.



Francisco Aguiar ha cumplido 38 años de edad y ha pasado más de veinte años aceptando su destino de escritor. El 2 de mayo de este año me escribió para decirme que había visto un programa de televisión en donde entrevistaban a escritores, actores, pintores, cantantes. Me comentó: “El periodista se llamaba Joaquín Soler Serrano”. Estaba fascinado con aquel magnífico programa de los años setenta. Yo me asombraba de que lo estuviera conociendo en 2023.

Julio Cortázar sobre estilo y lenguaje en el programa "A fondo" de Joaquin Soler Serrano


El 21 de noviembre de 2022 descubría Un mundo feliz, la novela de Aldous Huxley, y confesó: “Me formé en una escuela de teatro. Lo que más he leído son poemas y obras de teatro”.


—La poesía es muy elevada cuando lees a los poetas puntuales —recalqué.


—El poeta eleva el lenguaje y lo entrega. Elevarlo y entregarlo a todos es su labor —me respondió.

722 visualizaciones  29 jun 2017



Supe de Francisco Aguiar leyendo sus artículos en las redes. Él comenzó a escribirme y a plantearme interrogantes. Nos relacionamos virtualmente —si es posible afirmar eso— y así le dimos inicio a un diálogo permanente. A veces me comentaba libros que ha debido leer antes: me parecía que se hallaba un poco rezagado en eso, pero admiraba su persistencia y su modo de ahondar en cada lectura. Sus textos, siempre dedicados a respaldar una idea, una labor, un concepto, un trabajo, me llamaron la atención. Hasta que me envió su libro Sobre la migración venezolana, en donde también incluye su experiencia en la diáspora.

Iglesia San Juan Bautista,San CarlosCojedes


En cierta ocasión me envió un comentario que parecía reflejar un duro momento:


Desde que migré he perdido treinta y seis seres queridos. Intelectualmente entiendo que la muerte es parte de la vida, pero mi corazón sufre. En estos días pensé que escribo sólo porque voy a morir. Escribo por eso: por la muerte.


De un modo definitivo, Francisco Aguiar comenzó a transformarse en un personaje de sus propias historias, de sus relatos. Un personaje verdadero que padece la crueldad de estos tiempos sin país, la diáspora, la separación familiar. Es un joven escritor que durante bastante tiempo ha estado sin computadora, escribiendo en los cibercafés.

El Monumento al MangoSan CarlosCojedes


Francisco Aguiar es un justo y certero ejemplo de ser humano útil para fundar o rehacer. Es un inagotable creador de esperanzas, un testigo sincero y permanente de lo que ha estado aconteciendo en el nuevo siglo tan marcado por las epidemias y el desarraigo. Abogado joven, emigró hacia Colombia y ahora vende productos naturistas “de casa en casa”. Y eso no le impide seguir leyendo y escribiendo como objetivo de vida. Francisco está dedicado en cuerpo y alma a la escritura. Él ama en verdad la escritura y eso le otorga el derecho a recorrer un vasto y luminoso camino.


El libro Sobre la migración venezolana, de Francisco Aguiar, será presentado el viernes 22 de septiembre a las 9 de la mañana en el auditorio de la sede Cuatro Vientos de la Fundación Universitaria Colombo Internacional, Unicolombo, en Cartagena.



Sobre Francisco Aguiar

Estos son los datos concretos sobre su persona:


Francisco Aguiar. Escritor venezolano (San Carlos, Cojedes, 1985). Licenciado en Educación Mención Castellano y Literatura por la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (Unellez). Cursó en 2014 el Taller de Formación Teatral que auspició la Compañía Nacional de Teatro (CNT). En 2018 participó en el XXII Festival Internacional de Poesía Cartagena de Indias (Fipca). La OIM-Colombia publicó uno de sus poemas, a mediados de 2019, en la antología que se titula Pido la palabra. Ha publicado las siguientes obras: La alcantarilla (2015), El cuento más largo (2017) y Sobre la migración venezolana (2023).




La migración

El libro Sobre la migración venezolana lo inició así:


"Al terminal de Cartagena llegué, después de dos días de viaje, con un bolso que contenía tres mudas de ropa, una chaqueta, un par de chancletas, una toalla, interiores, medias y algunos útiles personales; llegué con hambre, sin saber qué hacer, a dónde ir, y sólo contaba con cinco mil pesos, ¿se dan cuenta? Cinco mil pesos para comenzar una vida.


Debo acotar que, aunque no contaba con casi nada, al menos contaba con el pasaje. En ese sentido, mi caso es afortunado pues gran parte de los migrantes llegan al exterior caminando y pidiendo cola: Franger Pinto, uno de mis alumnos, llegó bajo esa modalidad a Perú.

Imagen tomada de Caracol Radio

Por cuestiones del azar me topé milagrosamente con la calle 13 del barrio Fredonia y en ese sector conseguí, gracias a una promesa de pago y un apretón de manos, que me arrendaran una pieza que no tenía ningún tipo de moblaje, una pieza completamente desnuda.


Si no es por la generosidad de la señora Delia Muñoz la hubiese pasado muy mal. La señora Delia, sin haberme visto jamás, sin tener ninguna relación conmigo, me proporcionó un plato de comida, una colchoneta, un juego de sábanas, una jarra, un vaso, un ventilador y una sillita de plástico.


¿Se imaginan las primeras horas que pasé en esa pieza? ¿Se imaginan los pensamientos que afloraron en mi mente al ver, gracias al bombillo que pendía de la viga del techo, las cuatro paredes de mi nueva casa? No obstante, sentía que era privilegiado: para nadie es un secreto que muchos de mis paisanos duermen en plazas, terminales o en la calle."


 


La entrevista


Rodolfo Santana. 1982. Imagen coloreada


—¿Desde cuándo eres un lector constante?


—Soy un asiduo lector. Leo desde mi infancia, sobre todo teatro y poesía. Me formé en la sala Simona de Castro y allí tenía las obras de Rodolfo Santana, José Ignacio Cabrujas, Pedro Calderón de la Barca, Vicente Gerbasi, Orlando Araujo, Rafael Cadenas… Me leí todas esas obras. Pero tenemos gustos literarios distintos (esto lo he podido apreciar en nuestros años de amistad). Por eso cuando me preguntas: ¿leíste tal libro?, generalmente respondo que no. También debo aludir a la brecha generacional. Venimos de épocas distintas… Sin embargo, tus sugerencias de lecturas son invaluables. Te admiro y respeto como escritor. Por eso leo lo que me sugieres… Sobre todo novelas. De las novelas que me has sugerido he leído una docena.


Julio César Díaz en primer plano, al fondo Francisco Aguiar y la poetisa Dora Isabel Berdugo durante la presentación del libro "Sobre la Migración Venezolana"



—¿Qué te motiva más: el deseo de escribir un ensayo o un cuento?


—Me motivan ambos en igual medida. Pero el cuento permite mayor libertad. El cuento es, a mi modo de ver, como un río. En el cuento todo fluye y el ensayo es como una pared. Se avanza ladrillo por ladrillo. Cuando tenía catorce años leí la Antología del cuento venezolano de Guillermo Meneses. Esto supuso para mí un gran hallazgo. Aún, pese a los años, recuerdo el prólogo de esta obra… Pues más que un prólogo era un cuento. Meneses, en su prólogo, aludía a un personaje bíblico, aludía a José, el mandatario hebreo que podía interpretar sueños, y hacía este planteamiento: pongamos que José no podía interpretar sueños; pongamos que era un charlatán, pero era un maestro en el arte de contar y por manejar perfectamente este arte prevaleció sobre sus hermanos y sobre el pueblo de Egipto. Este relato encierra una gran belleza, encierra poder.


De izquierda a derecha el editor Julio César Díaz, la escritora Mimi Juliao, mi persona, la poetisa Dora Isabel Berdugo, la Coordinadora Cultural Marjor Buitriago y el poeta Jorge Gómez Peralta

—¿Qué deseas de la escritura?

Mauricio Pérez Lazo (1842-1937)


—Deseo dejar una obra para la posteridad, algo que me sobreviva. El 31 de agosto de 1992 (nunca olvidaré esta fecha) fui con mi tía Victoria al camposanto de mi ciudad y cuando estábamos frente a un panteón muy antiguo me dijo: “Aquí yace el poeta Mauricio Pérez Lazo. El autor del himno del estado Cojedes”. Las estrofas del himno grabadas en el granito del panteón del juglar cojedeño mostraban el paso del tiempo y le mostraban a mis siete años que un poeta es alguien que vence de algún modo la muerte, puesto que sabía de memoria las estrofas que divisaba con asombro (cómo no saberlas si las cantaba todos los días en la Escuela Básica La Blanquera). Desde ese momento quise ser poeta y me di a la tarea de leer cuanta obra consiguiera de este autor, del cual recuerdo con afecto el poemario Crepúsculos; desde ese momento intento escribir algo que me sobreviva.


97 visualizaciones desde el 20 jul 2023


—¿Te preocupan la emigración, el sufrimiento de los migrantes, el país?


—Todas mis inquietudes con respecto a la emigración, con respeto a los caminantes de mi país, las plasmé en una obra que se titula Sobre la migración venezolana. Obra que fue publicada acá en Cartagena y que presentaré en el auditorio de la universidad Unicolombo. Migré en 2017. Tengo más de seis años lejos de mi tierra, pero nada de lo que está ocurriendo me es ajeno. No he podido divorciarme de nada de lo que ocurre en cuanto a lo político, económico, cultural y social. Es probable que no regrese (esto es algo que pudiera ocurrir), es probable que no pueda volver, pero Venezuela siempre estará en mi corazón. Con respecto a la obra testimonial de la diáspora venezolana que recién me acaban de publicar, debo decir algo que me parece curioso. Me pasé la infancia y la juventud leyendo obras como Memorias de un venezolano de la decadencia, de José Rafael Pocaterra; Se llamaba SN, de José Vicente Abreu; En letra roja, de Orlando Araujo, o Los días de la ira, de Antonio Arráiz, sin pensar que plasmaría (como ellos hicieron en su momento) el momento histórico que me ha tocado vivir. En fin, desde tiempos inmemoriales el hombre ha tenido la necesidad de dejar por escrito sus vivencias. Quizá para dejar constancia de la propia vida: yo estuve aquí, yo participé en esto. Quizá para que las próximas generaciones no incurran en los mismos errores… Aunque esto último es debatible, pues si algo hemos aprendido de las lecciones de la historia es que no aprendemos nada de las lecciones de la historia.

Público asistente a la presentación del libro "Sobre la Migración Venezolana"


—¿Cuándo sentiste la necesidad de escribir?


—Si se refiere a mi vida, como ya le referí en la pregunta anterior: sentí la necesidad de escribir cuando mi tía Victoria me señaló el panteón del juglar cojedeño Mauricio Pérez Lazo. Desde ese momento me he dado a la tarea de escribir algo que me sobreviva. Los poetas vencen de algún modo la muerte, por este hecho desde los siete años tengo la necesidad de escribir. Hace poco cumplí 38; así, pues, tengo 31 años intentándolo. Si se refiere a la obra que se titula Sobre la migración venezolana, sentí la necesidad a mediados de 2018, es decir, después de un tiempo bastante largo en el extranjero, cuando las experiencias fueron abonando el terreno para sembrar la simiente de lo que vivimos los venezolanos que estamos en condición de migrantes. Aunque me valgo de datos estadísticos, de citas de la literatura venezolana y universal, de artículos periodísticos y de informes, mi obra no es netamente un trabajo documental, pues la mayoría de lo que recojo se trata de los cientos de conversaciones que he tenido con mis paisanos, con los habitantes de los países que son nuestra referencia obligada y de mis propias experiencias. Por último, quiero acotar que escribí esta obra testimonial para ser algo más que un número en la estadística. Pongamos que soy el migrante número 4.326.240, pero como quiero ser algo más que un número en la estadística, quiero que se diga: el migrante 4.326.240 se llama Francisco Aguiar y quiso con su obra ser la voz de los sin voz o, mejor dicho, la voz de la diáspora venezolana.


Francisco Aguiar junto con el público asistente a la presentación del libro y poetas amigos. Imagen tomada de El Universal

—¿De qué vives en el exterior?


—En Venezuela era profesor de Castellano y Literatura, daba clases en un liceo católico que se llama Monseñor Emilio Blaslov



También era corrector de estilo en un pequeño periódico de San Carlos (soy de San Carlos, estado Cojedes). Pero acá en Cartagena me dedico a algo que nada tiene que ver con la docencia o con la letra impresa: me dedico a vender, puerta a puerta, productos naturistas. Esto generó, al principio, un choque muy fuerte. Me decía: “Yo soy profesor, soy corrector de estilo, soy un autor con obra publicada en Estados Unidos, ¿qué diablos hago vendiendo, como un buhonero, en las calles?”. Esto generó en mí, emocionalmente, muchos conflictos. Pero en 2019 llegó a mis manos, como un milagro, el libro del psiquiatra judío Viktor Frankl que se titula El hombre en busca de sentido. Gracias a la lectura de este libro acepté mi actual situación. De hecho, mi actual situación, si lo veo desde un punto de vista objetivo, me ha enriquecido. Era un hombre con un rigor académico muy fuerte. La vida, a decir verdad, la veía de forma cuadrada. Pero ahora veo la vida desde una óptica distinta. Y aunque ya no soy profesor (no volví a ejercer y es probable que no vuelva a ejercer la docencia), me he aferrado con garras y dientes a la escritura. Ya no soy profesor. Lo acepto, como acepto que me aferraré a la escritura hasta el día de mi muerte. Y con respecto a mi actual oficio de vendedor de productos naturistas, debo decir que he mejorado una barbaridad y aspiro, en cinco años, a montar mi propia tienda naturista. Ya le tengo nombre. Se llamará: Las 6-F, Tienda Naturista.


Cachapa con queso . Imagen tomada de Recetina.


—¿Qué añoras más en este momento de tu vida?



—Añoro el río Tirgua (sobre todo el balneario Bocatoma), añoro El Baúl (tierra de arpistas como Inés Carrillo y Amado Lovera), añoro comerme una cachapa con queso. Acá en Cartagena no saben lo que es una cachapa; las cachapas no forman parte de su gastronomía. Añoro el mango de bocado y el olor a mastranto… Añoro Manrique y la quebrada de los Chupones. Añoro el parque Barreto Méndez y la urbanización Limoncito. Añoro mi joropo, es decir, a los copleros que son capaces de componer letras como “Tardes cojedeñas”, en fin, añoro saberme en casa. Y fíjese cómo es la vida… Esto que le voy a comentar recién lo descubrí al meditar la lectura del libro del poeta libanés Gibran Kahlil Gibran que se titula El profeta. Leí El profeta cuando era adolescente y en su momento no comprendí esta obra. Pero ahora que sé el significado de la migración, que sé lo que se siente añorar tu casa, tu tierra, tu gente, la comprendo a cabalidad. Ahora comprendo lo que sintió Almustafá (protagonista de la obra) al ver, desde el risco de la costa, la embarcación que lo llevaría —después de doce años— de regreso a casa.

PASEO A BOCATOMA. RÍO TIRGUA. SAN CARLOS - COJEDES / MASTRANTO TURÍSTICO


—¿Qué cosa no te puedes explicar? ¿Qué te desubica?


—La vida. Este misterio que llamamos vida es inexplicable y de la vida lo que llamamos destino. Vida y destino son cosas que no puedo explicar y que me desubican (me desubican desde un punto de vista intelectual, pues tengo la manía de intentar explicar todo). Sin embargo, con el tiempo he aceptado que la vida es como es, no como debería. Ya mencioné: vida y destino, pero falta mencionar a la poesía. En la poesía se reflejan la vida y el destino (lo más grande), por esto suelo decir que sólo queda la poesía. Después que todo pasa (todo eventualmente pasa) la poesía queda.



—¿Qué es lo que más te gusta de la escritura?


—Me gusta escribir porque me permitió expresarme. Fui un niño y adolescente muy introvertido. No hablaba. Obvio que sabía hablar, pero no me nacía o no podía hacerlo. De haber nacido en esta época, supongo, me habrían diagnosticado un espectro autista. No hablaba casi nada. A lo sumo respondía sí o no. Como no hablaba me decían “mudo”. Quienes estudiaron conmigo el bachillerato me recuerdan como el mudo del liceo Creación. Y precisamente como no hablaba escribía, como no hablaba me aferré a la escritura. Por eso me gusta cargar en los bolsillos del pantalón bolígrafos y en casa tengo bolígrafos en todos lados: hasta en la cocina, pues siento que los bolígrafos son mi conciencia externa. Volviendo al tema de mi introversión o de mi incapacidad de expresarme de manera oral, esto me afectó hasta los diecisiete años. Hoy día puedo hablar de cualquier cosa con cualquiera. Pero fue la escritura la que me permitió comunicarme con mis semejantes. Sin ella mi vida sería gris o tal vez estaría muerto. Sí, estaría muerto… En esto último no exagero.


(PROMO) La empresa perdona un momento de locura. Adaptación fílmica de la obra teatral de Rodolfo Santana


—¿Qué palabras de la adolescencia se te han quedado en la memoria?


—Tengo dos, exactamente dos. La primera la aprendí de Rodolfo Santana. Amo a Rodolfo Santana. Recuerdo haber leído con ardor La empresa perdona un momento de locura y una veintena de obras de este calibre. Pero la palabra que enunciaré no la aprendí por sus obras, la aprendí gracias a una entrevista que le hicieron en la televisión, si mal no recuerdo fue en Radio Caracas Televisión, cuando un joven escritor le pidió un consejo para mejorar su escritura, a lo que Rodolfo le respondió: “Equivócate”. Equivocarse da miedo, pero es esencial, da miedo, pero te permite avanzar. Por eso tengo este precepto como un talismán. “Equivócate”, definitivamente es un gran consejo. La siguiente línea pertenece a un ensayo de Ernesto Sábato, en el libro La resistencia. Nunca la olvidé. La línea dice: “El arte es un don que repara el alma de los fracasos y sinsabores. Nos alienta a cumplir la utopía a la que fuimos destinados”.


Entrevista a Francisco Aguiar hecha por El Viejorro 2.0




Tomada de Letralia




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José Pulido. Fotografía de Gabriela Pulido Simne

José Pulido

Poeta, escritor y periodista, nació en Venezuela, el 1° de noviembre de 1945.

Vive en Génova, Italia. 

En 1989 obtuvo el Segundo Premio Miguel Otero Silva de novela, Editorial Planeta. En el 2000 recibió el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, por su poemario Los Poseídos. Ha publicado cinco poemarios y nueve novelas. Desde el 2018 el Papel Literario de El Nacional creó la Serie José Pulido pregunta y publica las entrevistas que ha realizado a creadores y artistas.

(Ha fundado y dirigido varios suplementos y revistas de literatura. Si se requiere información detallada sobre estas publicaciones, favor solicitarla a este  correo: jipulido777@gmail.com)

Forma parte de la Antología Por ocho centurias, XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, Salamanca, España, entre otras. Ha sido invitado a festivales en Irak, Colombia, Brasil, Chile, España y Génova. Participó, en 2012, como invitado de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que se celebran en SalamancaEn el 2018 y en el 2019 invitado al Festival Internacional de Poesía de Génova. 

Publicaciones más recientes:

El puente es la palabra. Antología de poetas venezolanos en la diáspora.

Compilación: Kira Kariakin y Eleonora Requena, para Caritas.

Poeti Uniti per il Venezuela, Parole di Libertà  (Poetas Unidos por Venezuela, Palabras de Libertad) publicado por Borella Edizioni, evento respaldado por la Associazione culturale Orquidea de Venezuela, con sede en Milán.

Poemario Heridas espaciales y mermelada casera editado por Barralibro Editores

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16/06/2024

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