jueves, 7 de marzo de 2013

Tu Fu escribe a Li Po,





México D.F. Lunes 14 de abril de 2003










Oscuro, diminuto, inaprensible a la mano y la mirada, con hábitos de abeja y la agitación propia de un mosquito, el colibrí es el ave más nerviosa del reino de las aves. Casi sorprende que pueda posarse en una rama. Esa inmovilidad digamos verdadera tiene el efecto de inquietar a los otros pájaros de la mañana. Es guerrero, el colibrí, y un guerrero inmóvil siempre sobresalta a quienes creen moverse. Pero la especial alquimia del picaflor ocurre durante su vuelo: cuando más veloz, parece más inmóvil. Puede dispararse en cualquier dirección con rapidez sideral, pues el vuelo ya lo lleva. La flecha es su propio arco.
 
Un alto en el camino que lo aleja nuevamente a Tu Fu de la tres veces desventurada ciudad de Chang'an. En un periodo breve ya fue aquejada por revueltas intestinas, luego invadida por hordas mongolas, y ahora víctima de la burocracia corrupta de la reconstrucción. Se ciernen nuevas revueltas, el caos, el fin de una era ilustrada y pacífica.
 
Año 758 en la cuenta cristiana. Norte de China. Aunque es primavera, el viento enfría. Tu Fu tiene la precaria ventaja de seguir vivo en un panorama como sigue: colapso del esplendor de la dinastía T'ang; guerras y saqueos incesantes; la población china se contrae en pocos años de 53 a 17 millones; la sociedad regresa a una edad media en estupor.
 
Tu Fu sabe que su amigo Li Po conserva también la precaria ventaja de vivir, y le escribe a ciegas una carta, mientras la columna de carretas y caballos en que viaja se detiene a reponer las fuerzas.

 
A dos días de cruzar de nuevo el gran río en un transbordador ligero como el bambú, los árboles del bosque de Quián ofrecen una sombra que corone sus melancolías. Toma de su jubón de hilo pinceles y tinta para trazar sobria caligrafía negra en los rollos en blanco que carga como equipaje único:
 
"Viejo amigo que tan lejos te hallas de los maples dorados de sol en la cuenca del Yangtzé, recibe en tu exilio este saludo en marcha. Las noticias llegan de ninguna parte y son increíbles. Aquí sentado, con el espíritu herido, persigo en el aire a las palabras".
 
Un muchacho ofrece agua y vino a Tu, y éste, agradecido hasta la exageración, salta jubiloso y brinda con el joven a quien divierte la faramalla agradecida de este señor que escribía. Alarga hacia él con simpatía un trozo de pan y un cuenco de arroz, y Tu los toma, más feliz aún: se contenta con tan poco. Retorna al papel.
 
"Los ríos y las montañas sobreviven a los países después de rotos. La primavera regresa. La ciudad de Chang'an, que yo mismo he dejado, luce otra vez exuberante y rica. Los brotes de durazno sueltan las lágrimas de quienes piensan en nosotros, y nuestras separaciones se sobresaltan cuando el oriol canta y da calidez a la nueva estación".
 
Se interrumpe Tu y bebe un sorbo más del vino tempranillo, dulzón y barato, pero espumoso en la garganta. A no ser por la violencia del viento esta mañana, confundiría el norte con el sur. Ignora si viene o va. Piensa en Tu Tsung-wu, su pequeño sabio: ¿Con quién hablará la criatura ahora de filosofía pueril?


 
"Ser niño, amigo Li Po, no podemos volver a ser. Tú lo has intentado más veces que yo. Eres once años mayor, nunca quisiste descendencia. Hoy donde estás ¿Qué piensas? Ya llegaron y se fueron los gansos salvajes. ¿Hay ríos, lagos, allá?".
 
Sabe que Li Po no contestará. Es posible que no reciba la carta. Es posible que sí. Con escribirla se alivia Tu Fu el corazón. Llegando al embarcadero podrá enviarla en las naves mensajeras que navegan al oeste.
 
"Mi hermano Pen Ya da cobijo a mi familia. Da alimento. Da labor, mientras cumplo los asuntos del ministro del emperador. Amigo Li Po, las noches caen sobre los ríos de la frontera. Se oyen al otro lado tambores y cuernos ensayando para la guerra. Sus gritos se alzan encima del viento que lo arremolina entre las nubes y las hace gemir. Los grillos se ocultan bajo el silencio de las hojas. Un pájaro regresa lentamente a las montañas; vuela sobre diez mil lugares distintos que le parecen iguales. ¿Cuándo terminará su viaje?".
 
La mano de Tu se detiene. Toma tinta. Los carreteros extienden mantas en el suelo para reposar cerca del sol. Hablan con animación y ponen a orear su sudor.
 
"Amigo Li Po, este vino en mis labios te trae al pensamiento, que piensa que le me enseñaste que la alegría es la naturaleza de las cosas. Envidio que seas capaz de mendigar una copa de vino y te sigas sintiendo feliz. Nada te humilla. Dichoso tú que vives en santa ebriedad. Ya ves, yo no, las obligaciones ministeriales me lo impiden. Es seguro que el vino te ha inmunizado de la malaria que diezmó mis fuerzas en más de una ocasión. Qué tiempos son éstos. Tú en el exilio. En cierto modo, también yo. Mis hijos en Chang'an están hambrientos. Y lo que es peor, los dragones también, y si comen su hambre crece y crece. Cuídate en la soledad y de los dragones, recibe la ventura que das a quien te conoce por el camino. Te saludo".
 
Tu Fu levanta los ojos, cansados de tantos años de juventud ininterrumpida, y vuelve a contemplar el colibrí entre las ramas. Qué quieto parece, qué relampagueante.


Tomado de La Jornada

2 comentarios:

  1. Vine desde FB, me pareció un blog con magia, me gustó.
    Un abrazo.
    HD

    ResponderEliminar
  2. Gracias por visitar el blog Humberto Dib y por comentar la entrada. nos contenta saber que te gustó.Bienvenido a este espacio.

    ResponderEliminar