México D.F. Lunes 14 de abril de 2003
Oscuro, diminuto,
inaprensible a la mano y la mirada, con hábitos de abeja y la agitación
propia de un mosquito, el colibrí es el ave más nerviosa del reino de
las aves. Casi sorprende que pueda posarse en una rama. Esa inmovilidad
digamos verdadera tiene el efecto de inquietar a los otros pájaros de la
mañana. Es guerrero, el colibrí, y un guerrero inmóvil siempre
sobresalta a quienes creen moverse. Pero la especial alquimia del
picaflor ocurre durante su vuelo: cuando más veloz, parece más inmóvil.
Puede dispararse en cualquier dirección con rapidez sideral, pues el
vuelo ya lo lleva. La flecha es su propio arco.
Un alto en el camino
que lo aleja nuevamente a Tu Fu de la tres veces desventurada ciudad de
Chang'an. En un periodo breve ya fue aquejada por revueltas intestinas,
luego invadida por hordas mongolas, y ahora víctima de la burocracia
corrupta de la reconstrucción. Se ciernen nuevas revueltas, el caos, el
fin de una era ilustrada y pacífica.
Año 758 en la cuenta
cristiana. Norte de China. Aunque es primavera, el viento enfría. Tu Fu
tiene la precaria ventaja de seguir vivo en un panorama como sigue:
colapso del esplendor de la dinastía T'ang; guerras y saqueos
incesantes; la población china se contrae en pocos años de 53 a 17
millones; la sociedad regresa a una edad media en estupor.
Tu Fu sabe que su
amigo Li Po conserva también la precaria ventaja de vivir, y le escribe a
ciegas una carta, mientras la columna de carretas y caballos en que
viaja se detiene a reponer las fuerzas.
A dos días de cruzar
de nuevo el gran río en un transbordador ligero como el bambú, los
árboles del bosque de Quián ofrecen una sombra que corone sus
melancolías. Toma de su jubón de hilo pinceles y tinta para trazar
sobria caligrafía negra en los rollos en blanco que carga como equipaje
único:
"Viejo amigo que tan
lejos te hallas de los maples dorados de sol en la cuenca del Yangtzé,
recibe en tu exilio este saludo en marcha. Las noticias llegan de
ninguna parte y son increíbles. Aquí sentado, con el espíritu herido,
persigo en el aire a las palabras".
Un muchacho ofrece
agua y vino a Tu, y éste, agradecido hasta la exageración, salta
jubiloso y brinda con el joven a quien divierte la faramalla agradecida
de este señor que escribía. Alarga hacia él con simpatía un trozo de pan
y un cuenco de arroz, y Tu los toma, más feliz aún: se contenta con tan
poco. Retorna al papel.
"Los ríos y las
montañas sobreviven a los países después de rotos. La primavera regresa.
La ciudad de Chang'an, que yo mismo he dejado, luce otra vez exuberante
y rica. Los brotes de durazno sueltan las lágrimas de quienes piensan
en nosotros, y nuestras separaciones se sobresaltan cuando el oriol
canta y da calidez a la nueva estación".
Se interrumpe Tu y
bebe un sorbo más del vino tempranillo, dulzón y barato, pero espumoso
en la garganta. A no ser por la violencia del viento esta mañana,
confundiría el norte con el sur. Ignora si viene o va. Piensa en Tu
Tsung-wu, su pequeño sabio: ¿Con quién hablará la criatura ahora de
filosofía pueril?
"Ser niño, amigo Li
Po, no podemos volver a ser. Tú lo has intentado más veces que yo. Eres
once años mayor, nunca quisiste descendencia. Hoy donde estás ¿Qué
piensas? Ya llegaron y se fueron los gansos salvajes. ¿Hay ríos, lagos,
allá?".
Sabe que Li Po no
contestará. Es posible que no reciba la carta. Es posible que sí. Con
escribirla se alivia Tu Fu el corazón. Llegando al embarcadero podrá
enviarla en las naves mensajeras que navegan al oeste.
"Mi hermano Pen Ya da
cobijo a mi familia. Da alimento. Da labor, mientras cumplo los asuntos
del ministro del emperador. Amigo Li Po, las noches caen sobre los ríos
de la frontera. Se oyen al otro lado tambores y cuernos ensayando para
la guerra. Sus gritos se alzan encima del viento que lo arremolina entre
las nubes y las hace gemir. Los grillos se ocultan bajo el silencio de
las hojas. Un pájaro regresa lentamente a las montañas; vuela sobre diez
mil lugares distintos que le parecen iguales. ¿Cuándo terminará su
viaje?".
La mano de Tu se
detiene. Toma tinta. Los carreteros extienden mantas en el suelo para
reposar cerca del sol. Hablan con animación y ponen a orear su sudor.
"Amigo Li Po, este
vino en mis labios te trae al pensamiento, que piensa que le me
enseñaste que la alegría es la naturaleza de las cosas. Envidio que seas
capaz de mendigar una copa de vino y te sigas sintiendo feliz. Nada te
humilla. Dichoso tú que vives en santa ebriedad. Ya ves, yo no, las
obligaciones ministeriales me lo impiden. Es seguro que el vino te ha
inmunizado de la malaria que diezmó mis fuerzas en más de una ocasión.
Qué tiempos son éstos. Tú en el exilio. En cierto modo, también yo. Mis
hijos en Chang'an están hambrientos. Y lo que es peor, los dragones
también, y si comen su hambre crece y crece. Cuídate en la soledad y de
los dragones, recibe la ventura que das a quien te conoce por el camino.
Te saludo".
Tu Fu levanta los
ojos, cansados de tantos años de juventud ininterrumpida, y vuelve a
contemplar el colibrí entre las ramas. Qué quieto parece, qué
relampagueante.
Tomado de La Jornada
Vine desde FB, me pareció un blog con magia, me gustó.
ResponderEliminarUn abrazo.
HD
Gracias por visitar el blog Humberto Dib y por comentar la entrada. nos contenta saber que te gustó.Bienvenido a este espacio.
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