Niña yanomami (2001). © National Geographic Society
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Visibilidad y valoración social de lenguas y literaturas indígenas en Vzla.
“Si bien en la actualidad los idiomas y literaturas indígenas, igual que los pueblos amerindios y sus culturas, gozan de una relativa visibilidad social y aprecio colectivo y de un marco jurídico que garantiza su protección, no siempre y solo desde hace poco tiempo esto ha sido así”
Por Horacio Biord Castillo
18 de abril de 2018
0.- Introducción
Las lenguas indígenas forman parte del patrimonio cultural intangible de la humanidad. Para Venezuela se trata de una riqueza especial y de una expresión de la diversidad sociocultural del país, a la vez que constituye un importante corolario de su alta biodiversidad. Además de varios instrumentos jurídicos internacionales (como el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo y la Declaración Universal sobre los Derechos Lingüísticos de 1996), en Venezuela se hallan protegidas por la constitución de la República, la ley de Idiomas Indígenas, la ley orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas, los decretos 1795 (del año 2002) y 283 (del año 1979) sobre lenguas indígenas y educación intercultural bilingüe, respectivamente, la ley del Patrimonio Cultural, la ley de Patrimonio Cultural Indígena y la ley orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes. Aunque contar con un marco jurídico adecuado es importante y, al mismo tiempo, constituye una conditio sine qua non, lo esencial no es, sin embargo, la cuestión legal sino más bien lo social (de lo cual lo jurídico forma parte). Las leyes y reglamentos son una manera de reconocer situaciones de hecho y de proporcionarles un adecuado marco jurídico de protección como, especialmente, en este caso, por tratarse de manifestaciones culturales de minorías sociales o sectores sociales históricamente minorizados.
Si bien en la actualidad los idiomas y literaturas indígenas, igual que los pueblos amerindios y sus culturas, gozan de una relativa visibilidad social y aprecio colectivo y de un marco jurídico que garantiza su protección, no siempre y solo desde hace poco tiempo esto ha sido así (1). En este ensayo abordaré la trayectoria reciente que en Venezuela han tenido la visibilidad y la valoración sociales de las lenguas, literaturas y pueblos indígenas.
En Venezuela se hablan en la actualidad una treintena de idiomas indígenas, agrupados en diversas familias o troncos lingüísticos y algunos aún sin clasificar. La constitución de 1999 ordena su oficialidad regional junto con el español o castellano y, con ello, se provee de una alta norma jurídica para amparar las respectivas comunidades lingüísticas y promover su uso social, escolar y administrativo, en consonancia con la disposición programática de refundar la República para asegurar una sociedad pluriétnica y multicultural, como lo establece el preámbulo del texto constitucional.
Las lenguas indígenas, como expresión cultural de los pueblos indígenas, contribuyen a enriquecer el patrimonio lingüístico y sociocultural del país desde varias dimensiones:
1. Una dimensión sustancial: es decir, las lenguas y variedades lingüísticas amerindias que se hablan en la actualidad en nuestro país en cuanto que códigos lingüísticos propiamente dichos y sus variadas manifestaciones lingüísticas y sociolingüísticas (como serían la literatura y los usos sociales de dicha lenguas y variedades lingüísticas).
2. Una dimensión dialectológica, constituida tanto por los aportes lingüísticos (léxicos y dialectales) al español de Venezuela, a sus variedades locales y regionales y al español general; y, dos aspectos estrechamente relacionados que, dada su importancia y especificidad, pueden separarse del anterior como lo son la toponimia y la onomástica, en un sentido más general (2);
3. Una dimensión histórico-cultural, expresada en la memoria histórica y el conocimiento etnográfico de lenguas y variedades lingüísticas desaparecidas así como en el sustrato literario y lo que de manera vaga, aunque no del todo imprecisa, se denominan manifestaciones folclóricas.
Estas dimensiones serán discutidas por separado para una mejor y más sólida comprensión de conjunto de la visibilidad y valoración social de las lenguas y literaturas indígenas en Venezuela.
1.- Las lenguas indígenas en Venezuela
1.1.-Dimensión sustancial
Las lenguas y variedades lingüísticas amerindias habladas en Venezuela pueden ser agrupas en cuatro grandes familias o troncos lingüísticos, además de un número de lenguas aún sin clasificarse. Esta diversidad lingüística se sintetiza en la Tabla N° 1.
Tabla Nº 1
Fuente: Oficina Central de Estadísticas e Informática, Censo Indígena, 1992 (tomado de Biord 2004: 270).
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Como es posible advertir en la tabla, el número de los hablantes de las lenguas indígenas varía de unos pocos a varias decenas de miles, dependiendo del caso. Se toma como base el censo indígena de 1992 por tratarse de los últimos datos disponibles, desagregados por pueblo indígena, relativos a los idiomas amerindios en Venezuela. Aunque con seguridad la situación haya podido variar durante las dos últimas décadas, dichos datos sirven de referencia. También es necesario resaltar que aún quedan discusiones pendientes sobre el estatus lingüístico de algunas lenguas y sus variedades, es decir, si se trata de un idioma con dialectos o si son dos lenguas separadas (el caso del idioma caribe yukpa de la Sierra de Perijá, en el estado Zulia, y el japreria, por ejemplo).
Varias de las lenguas indígenas, sin que tengamos un estimado confiable, han desaparecido desde la época colonial o, al menos, durante el período republicano. Entre ellas, debe mencionarse el caribe septentrional (que incluiría variedades dialectales ampliamente descritas como el chaima y el cumanagoto), hablado en el centronorte y el nororiente de Venezuela; el gayón, hablado en el piedemonte occidental de Los Andes y otros idiomas andinos, denominados genéricamente timoto-cuicas, sin que dicho nombre corresponda claramente a una entidad étnica suficientemente descrita como una sociedad indígena cultural y lingüísticamente diferenciada. Los miembros actuales de estos pueblos, o sus descendientes, protagonizan complejos procesos de etnogénesis y recuperación lingüística.
Entre los pueblos y lenguas también ya desaparecidas, pudieran citarse como ejemplo los tamanacos del Orinoco medio (cuyo idioma fue descrito por el misionero Felipe Salvador Gilij), el caquetío, hablado en la porción noroccidente del país (un idioma arahuaco, escasamente documentado, pero del que sobrevive una abundante toponimia y probablemente relacionado con el achagua de los Llanos orientales del Orinoco); el jirajara, idioma hablado en el occidente del país y muy poco conocido. Aún está por estudiarse el impacto y la cuantía de la pérdida lingüística en nuestro país, es decir de la glotofagia o lingüicidio (término equivalente a etnocidio y genocidio, aplicado a las lenguas).
1.2.- Dimensión dialectológica
La dimensión dialectológica estaría constituida tanto por los aportes lingüísticos (léxicos y dialectales) al español de Venezuela (a sus variedades locales y regionales) y al español general. En virtud de su importancia y especificidad formativa de nuevos aportes lingüísticos al español de Venezuela y aun al español general, un aspecto que puede separarse o, mejor dicho, destacarse de la creación léxica es la toponimia y la posibilidad de crear lexías derivadas como gentilicios combinando elementos léxicos indígenas y sufijos derivacionales del español. Igual sucede con otros campos de la onomástica (como los patronímicos, los antropónimos y los etnónimos). Visto de esta manera, cada lengua indígena ha hecho aportes fundamentales a las variedades locales del español de Venezuela y aun, en algunos casos, al español general. Sin embargo, una mirada de conjunto permite advertir que estos aportes dialectológicos, sobre todo los más específicos, han sido escasamente estudiados todavía.
Dada su relevancia, tomemos el caso de los cumanagotos, que ilustra de manera no solo amplia sino también proyectiva para estudios similares la relevancia dialectológica de un idioma o variedad lingüística indígena. El cumanagoto, desaparecido como idioma adquirido como primera lengua por una comunidad lingüística y en consecuencia hablado de manera fluida por sus miembros (todo un largo circunloquio para evitar llamarlo taxativamente un idioma muerto, pues muchos idiomas indígenas tenidos como extintos perviven de distintas maneras) (3), debió constituir –de acuerdo a los conocimiento actuales– un dialecto de un hipotético idioma que pudiéramos denominar descriptivamente caribe septentrional o chotomaimú. Se trataría de una lengua agrupada en el tronco lingüístico caribe. El cumanagoto se hablaría, entonces, desde la porción oriental de la penillanura de Barlovento (actual estado Miranda) hasta la serranía del Turimiquire, tramo final de por el oriente de la cordillera de la Costa (actuales estados Anzoátegui, Monagas y Sucre).
Sobre el idioma de los cumanagotos han quedado diversos testimonios escritos (diccionarios, anotaciones gramaticales, textos religiosos) producidos por los misioneros franciscanos que los misionaron desde la segunda mitad del siglo XVII hasta las primeras década del XIX (4). El cumanagoto aportó un gran número de vocablos al español local, pero también al general. Se estima que muchos indigenismos presentes en el español general provienen del cumanagoto. Entre los aportes locales podemos citar palabras como aripo (budare) y catuche (guanábana). Entre los generales destacan cachicamo (armadillo), arepa (pan de maíz) y auyama (calabaza o zapallo).
Volviendo a los aportes del cumanagoto al español local, podemos señalar el reforzamiento de la confusión entre los fonemas consonánticos líquidos, fenómeno que no es exclusivo del español del oriente de Venezuela sino que ha tenido orígenes y desarrollos independientes en otras regiones y áreas del dominio hispánico universal. Son de destacarse también la entonación dialectal y un gran número de lexías, entre ellas referidas a cultura material (mara o cesta grande, ture o asiento, *chusmo o nasa de pesca), patronímicos (Caguana, Guarepe, Quiaro, Yaguarán), fitónimos (maya: Bromelia chrysantha, píritu: Bactris piritu) y zoónimos (acure: Dasyprocta sp., cucuy: Pyrophorus sp.); así como una amplia toponimia (Güere, Uchire, Unare, Caigua, Tocomiche, Putucual).
Aunque se trata más bien de un aporte sociocultural pero se expresa lingüísticamente, debe resaltarse el uso del sustantivo “primo(a)” como término genérico de parentesco extendido tanto para egos masculino como femenino y el uso del adjetivo posesivo antes del sustantivo como forma vocativa e incluso referencial para diversos parientes: “mi tía”, “mi primo”, “mi abuelo”. Igual sucede en comunidades kari’ñas (otro pueblo caribehablante), en el centro y el sur de Anzoátegui. En el español del estado Amazonas, en cambio, es común el empleo de “pariente” para significar indígena o incluso “hermano indígena”.
1.3.- Dimensión histórico-cultural
La tercera dimensión mencionada es de carácter histórico-cultural y se expresa fundamentalmente en la memoria histórica y el conocimiento etnográfico de lenguas y variedades lingüísticas desaparecidas así como en el sustrato literario y cultural y la memoria acerca de los orígenes indígenas.
Dentro de esta dimensión podemos distinguir dos componentes claramente diferenciados: uno indirecto y otro directo, el primero muchas veces construido a partir del segundo y este último a veces incluso enriquecido por los aportes del primero.
El componente indirecto estaría conformado fundamentalmente por todas aquellas producciones de tipo escrito, sean académicas o intelectuales, provenientes de crónicas, obras historiográficas o diversos estudios que recogen el pasado aborigen y sirven para actualizar y reforzar la memoria histórica. Un ejemplo claro de ello serían los contenidos transmitidos por la educación formal que, más allá de su carácter etnográficamente fidedignos, contribuyen a ampliar y reforzar la memoria histórica. En otras palabras, sería lo que sabemos o creemos saber colectivamente sobre los pueblos indígenas y sus legados.
El componente directo, por su parte, generalmente se expresa de manera oral y coincide grosso modo con lo que serían las supervivencias del pasado indígena, bien como elementos aislados, recuerdos, manifestaciones folclóricas de origen indígena o incluso de carácter sincrético. Buen ejemplo de ello serían los cuentos folclóricos y leyendas.
Un caso muy interesante que me ha tocado documentar ocurre en Los Altos mirandinos, en la zona de Laguneta de Montaña, cerca de Los Teques. Por allí tuvieron lugar diversos enfrentamientos de los conquistadores españoles con los indígenas (los caribes septentrionales en su bloque occidental) que resistían ante el avance de Diego de Losada y su hueste o comitiva. Muchos campesinos actuales recuerdan episodios relativos a esa gesta. Sin embargo, pienso que con el tiempo se han ido mezclando sucesivamente de manera muy dinámica elementos directos e indirectos que se han influido e interpolado una y otra vez. Para un analista no es fácil establecer si las narraciones fragmentarias sobre las batallas entre indios y españoles provienen exclusivamente de la memoria colectiva o si son el producto de una apropiación y posterior reelaboración de los relatos que sobre esos enfrentamientos proporciona José de Oviedo y Baños (1967) en su Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela. Este autor relata que una depresión de esa zona es llamada, por corrupción, “salto del fraile”, aunque en realidad se refiere a Francisco Freire, quien hacia 1567 protagonizó un escape por un escarpado precipicio saltando desde unas altas rocas. Ya en la segunda mitad de la década de 1970 (hacia 1978) recogí una versión relativa a un salto protagonizado por un supuesto religioso. ¿Pervivencia de la memoria o apropiación y reelaboración del relato de Oviedo y Baños? (5). No hay manera de establecerlo. En cualquier caso, puede haber ocurrido una mutua interpolación de historias provenientes de la tradición oral local y del mencionado libro.
Integra esta dimensión histórico-cultural gran parte de lo que el imaginario venezolano le atribuye a los indios y a lo indio, como herencia cultural colectiva. Entrarían tanto atribuciones positivas (como el valor y la fortaleza de los indios) como, lamentablemente, muchos de los prejuicios que perduran sobre los indios (flojera, atraso, hablantes de supuestos “dialectos” por carecer de gramática o de una apropiada variedad y riqueza léxica).
2.- Visibilidad y aprecio de las lenguas indígenas
Como sucede en todo el continente americano y de manera muy especial en Latinoamérica, en Venezuela existen profundos y arraigados dilemas sociales sobre los indios y lo indio, sus culturas, lenguas y aportes a la cultura sincrética con frecuencia llamada criolla, mayoritaria o nacional. Ello ocurre en virtud de la paradójica ambivalencia definida, a su vez, por un pensamiento fundamentado en premisas coloniales (ser o no ser igual o distinto al colonizador). Esto se expresa de manera patética y nuevamente contradictoria en el imaginario social relativo a la diversidad lingüística. Un rasgo bastante difundido lo fue durante mucho tiempo lo relativo al carácter subalterno de los idiomas indígenas en cuanto que códigos en sí mismos. La consecuencia inmediata de ello es la negación de su esencia y de su validez como códigos expresivos. Lo primero se expresa en la idea de supuestos dialectos rudimentarios (y no propiamente lenguas o idiomas) carentes de gramática y lo segundo en su pretendida incapacidad para transmitir ideas, conceptos y conocimientos. La infravaloración de los idiomas indígenas los condenaba, a su vez, a la invisibilidad. Se producía, en consecuencia, un razonamiento de este tipo: como no sirven o son tan imperfectos es casi como si no existieran y si existen no tienen ninguna importancia, por lo que pueden desaparecer sin ninguna consecuencia. Esa idea, consciente o inconscientemente, alimentó el imaginario lingüístico venezolano. De allí que a los idiomas indígenas no se les atribuyera importancia intrínseca como realizaciones culturales ni como objetos relevantes de estudios y reflexiones académicas, ni siquiera de carácter lingüístico ni sociolingüístico ni de otro orden (histórico, sociológico, antropológico).
No obstante importantes excepciones (6), se produjo una doble invisibilidad (social y académica) de los idiomas indígenas en tanto realidades sociales del presente y no solo del pasado. Era demasiado temprano quizá para considerar aspectos como la insustituible riqueza que representaban los idiomas indígenas en cuanto que códigos empleados por sus hablantes para transmitir conocimientos ancestrales, cosmogonías, ecogonías, memoria histórica y diversas manifestaciones literarias así como conocimientos asociados a la biodiversidad y las técnicas apropiadas para su aprovechamiento sostenible. Probablemente no se trataba de una absoluta invisibilidad, pero sí de carácter parcial y también, de haberla habido, de una relativa visibilidad de las lenguas y culturas indígenas. En pocas palabras, se las apreciaba de manera mínima o, en todo caso, ambivalente.
Durante las últimas décadas esa situación ha ido cambiando por la concurrencia de varias causas:
1. Las luchas de los pueblos indígenas y otras minorías y grupos excluidos, conjuntamente con aliados que podían ser, según el caso, analistas sociales (antropólogos, lingüistas, sociólogos, historiadores, ecólogos), misioneros e intelectuales, en su más amplia acepción.
2. Una creciente preocupación internacional, traducida tanto en la formación de corrientes favorables de opinión pública, legislación internacional, mayor sensibilidad hacia el tema de las minorías socioculturales y lingüísticas o grupos minorizados, discriminados, excluidos y sometidos así como un aprecio de los modos de vida de comunidades locales y grupos con conocimientos tradicionales.
3. El progresivo efecto de esos cambios en la opinión pública latinoamericana y, como parte de ello en la venezolana, traducida en la adopción de legislaciones, políticas e instituciones, gubernamentales y no gubernamentales, en pro de los pueblos indígenas y otros grupos sociales excluidos e invisibilizados (como los afrodescendientes).
4. El discurso oficial y la consiguiente praxis administrativa que, como consecuencia de todas las causas anteriores, se adoptó en Venezuela a partir de la constitución de 1999. Esta última incluye, en su capítulo 8, un estatuto indigenista que reconoce a los pueblos indígenas y sus culturas amplios derechos. El Preámbulo de dicha constitución, como se ha comentado, habla de establecer una sociedad pluriétnica y multicultural.
Podemos decir, pues, que la visibilidad y valoración sociales de los pueblos indígenas en Venezuela han evolucionado favorablemente desde una fuerte invisibilidad y un acentuado desprecio colectivo hacia una mayor visibilidad y aprecio social, quizá no del todo suficientes pero sí mayores que en el pasado reciente. A ello se debe sumar el hecho de que representantes indígenas cuenten con representación en los órganos de gobierno representativo tanto a nivel federal (“nacional”) como en niveles regionales (estadales) y locales (municipales) (7).
Aunque el protagonismo principal reside indudable e incuestionablemente en los propios dirigentes y sabios indígenas que orientaron el proceso y sus estrategias de resistencia, deseo resaltar el papel de la academia. Este se cumplió de varias maneras: tanto de investigadores que generaban conocimientos y descripciones sistemáticas, o apoyaban programas aplicados y divulgaban sus resultados de manera amplia e, incluso, bidireccional (hacia no indígenas y hacia los propios indígenas), como mediante la docencia y la difusión y la publicación de libros y trabajos especializados o dirigidos al gran público.
La elaboración de materiales dirigidos especialmente para indígenas se derivó de un fuerte compromiso con las poblaciones estudiadas y comunidades locales, como una manera de devolver conocimientos y de transferir hallazgos y resultados relevantes, así como técnicas novedosas para empoderar a poblaciones locales. De esta manera se buscaba contribuir a reducir niveles de exclusión, inequidades y pobreza y también se intentaba evitar pérdidas culturales y lingüísticas significativas. Paulatinamente, todo esto fue generando un diálogo de saberes y haceres de grandes perspectivas futuras, tanto en lo práctico como en lo epistemológico.
3.- Reflexiones finales
El año 1984 marcó un punto de inflexión en el indigenismo venezolano. Tras una agresión contra una comunidad indígena wótuja en el estado Amazonas, se desencadenó una extensa campaña de prensa que evidenció no solo una fuerte ideología antiindígena sino un profundo desconocimiento de los indios y lo indio en Venezuela. Ello ocurría en un momento de profunda crisis económica que apenas si permitía evidenciar otras de mayores consecuencias en lo político y social, que aún estaban soterradas. Desde ese momento, en lo referido a los pueblos indígenas y sus culturas, se han dado cambios, algunos muy grandes y significativos, tanto en lo ideológico, como en lo axiológico y lo afectivo. Como parte de ello, ha aumentado la visibilidad social de los pueblos indígenas, sus culturas y lenguas y se ha generado una mayor valoración de tales manifestaciones, lo cual se expresa de diversas maneras. Incluso, como parte de ello, han ocurrido procesos de autorrenombramiento de los propios pueblos indígenas, a partir de una redefinición de sí mismos, de su identidad, y una asunción o reasunción de nombres étnicos ancestrales y la superación de nombres o motes coloniales.
Entre las acciones pendientes para apoyar el proceso de visibilidad y reconocimiento de los idiomas indígenas, en el marco mayor de otorgarle también visibilidad y mayor aprecio social a los pueblos indígenas y sus culturas, destacan, entre otras, la necesidad de hacer investigación orientada a la descripción y clasificación de los idiomas indígenas; fomentar publicaciones analíticas y divulgativas así como materiales de apoyo y lectura para uso de las comunidades y escuelas indígenas que funcionan con la modalidad de la educación intercultural bilingüe así como fortalecer esta última.
En materia de interculturalidad debe enfatizarse que esta debe ser multidireccional y no solo orientada a los pueblos indígenas, como erróneamente se ha interpretado y ejecutado en Venezuela durante muchos años. De nada vale decirle a los indígenas que sus culturas son valiosas si el resto de la población, valga acotar el segmento mayoritario de la población, no lo asume de esa forma también.
Los logros deben impulsar las metas para consolidar un país diverso, no solo en lo biológico sino también en lo sociocultural y lingüístico, orgulloso de tal riqueza y consciente de la importancia de preservarla y aumentarla.
(Publicado en Bacoa. Revista Interdisciplinaria de Ciencias y Artes. Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda. Coro, estado Falcón, Venezuela. Vol. 6, N° 12: 24-39. ISSN: 2343-5542).
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Referencias
Biord, Horacio. 2003. “Rastreando los orígenes indígenas de una población campesina: Guareguare, estado Miranda, Venezuela”. Tierra Firme (Revista de Historia y Ciencias Sociales, Caracas). N° 83: 291-302.
---. 2004. “Lenguas en penumbra. Idiomas indígenas y multilingüismo en Venezuela”. En: Francisco Freites Barros y Francisco Javier Pérez (compiladores). Las disciplinas lingüísticas en Venezuela. Situación actual, otras miradas y nuevas expectativas. Maracaibo: Universidad Católica Cecilio Acosta (Colección: El nombre secreto), pp. [254]-298.
Gilij, Felipe Salvador. 1965 [1780-1784]. Ensayo de historia americana o sea historia natural, civil y sacra de los reinos y de las provincias españolas de Tierra Firme en la América Meridional. 3 vols. [correspondientes a los tres primeros de la edición original de la obra]. Caracas: Academia Nacional de la Historia (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Serie Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, I: 71; II: 72; III: 73).
Oviedo y Baños, José de. 1967 [1723]. Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela. Caracas: Ariel (Homenaje al Cuatricentenario de la Fundación de caracas) [Reproducción facsimilar de la edición de Domingo Navas Spínola, Caracas, 1824].
Platzmann, Julius (ed.). 1888. Algunas obras raras sobre la lengua cumanagota. 5 vols. Leipzig: Teubner (edición facsimilar).
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Notas
(1) Una versión preliminar de este trabajo constituyó la sección introductoria de una conferencia sobre los aportes del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica Andrés Bello al estudio y valoración de las lenguas indígenas venezolanas, pronunciada en la sede de dicha institución con motivo del sexagésimo aniversario de su fundación, en Caracas, el miércoles 21 de octubre de 2015.
(2) Por ejemplo, la denominación misma de los pueblos indígenas o entidades étnicas y los nombres y apellidos de origen indígena.
(3) La pervivencia de un idioma considerado extinto por carecer de una comunidad que lo adquiera como primera lengua puede ocurrir en forma de sustrato lingüístico o de pervivencia discursiva, literaria, sociolingüística, simbólica, litúrgica o incluso cultural (memoria histórica).
(4) Ver los trabajos recogidos en Platzmann (1888).
(5) Ver otros ejemplos de apropiaciones y reelaboraciones populares de historias e, incluso, de elementos de la representación escultórica referidas a Guaicaipuro, principal jefe indígena de esa región, en Biord (2003).
(6) Un buen ejemplo lo constituye Lisandro Alvarado (1858-1929), quien no solo se interesó por los indigenismos en el español de Venezuela y por las antiguas lenguas indígenas (como el tamanaco, idioma caribe del Orinoco medio analizado en el siglo XVIII por el padre Gilij), sino que también estudió el caribe o kari’ña hablado aún actualmente en los llamados, en su época, llanos de Barcelona (estado Anzoátegui).
(7) Es decir, en la Asamblea Nacional, en los consejos legislativos estadales y en los concejos municipales.
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Horacio Biord Castillo. Licenciado en Letras, Magíster en Historia de las Américas y Doctor en Historia por la UCAB, donde actualmente es Profesor Asociado. Investigador Asociado Titular y jefe del Centro de Antropología y del Laboratorio de Etnohistoria y Oralidad del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Individuo de número y primer vicedirector de la Academia de la Historia del Estado Miranda. Entre 1995 y 2002 se desempeñó como Jefe de la División de Servicios Técnicos de la antigua Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio de Educación.
Tomado de El Nacional
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Actualizada el 12/03/2024
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