Estimados Amigos
Hoy tenemos el gusto de compartir con ustedes esta nota que nuestro amigo Alberto Hernádez hace sobre la más reciente producción literaria de la poetisa Cecilia Ortíz.
Deseamos disfruten de la entrada.
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Crónicas del Olvido
**Alberto Hernández**
1.-
El poema siempre es uno. Y el riesgo de
escribirlo no deja de ser múltiple. Por eso se decanta, madura. Es teoría y
luego escritura. Es sombra en lo adentro y luego luz sombría en el afuera. En
su hacer no deja de ser.
El poema silencia a quien lo escribe porque
el poema es de naturaleza silenciosa.
Un poema, el poema, siempre hace nido en
quien lo aparta un tiempo. El poema se cuece a fuego lento mientras la
madrugada del poeta se asienta en el silencio del insomnio. Quien no duerme
fabrica poesía. Y hasta retorna del silencio en medio de la más densa realidad.
He allí entonces la metáfora, la capa que
cubre lo que fue pensamiento y ahora es voz, palabra o tachadura.
Cecilia Ortiz es una poeta hija de esos
silencios. De los tantos que se advierten poesía en el lector, en quien ahora es
también metáfora de esa zona a veces oscura que es la palabra.
“La espera imposible” es un poemario cuya
razón misma es la poesía. Es un libro donde la voz del poema, digamos la
poesía, es el personaje. Es la materia dirigida a quien la tome:
“así estoy con los otros,
soy por los otros”.
“así estoy con los otros,
soy por los otros”.
Esa es la palanca que mueve esta voz
silenciosa, publicada por Oscar Todtmann Editores, en la
Caracas de este año 2016, y en la que el lector nada hasta alcanzar el epígrafe
que también se lee como epílogo escrito por Miguel de Cervantes y Saavedra:
“…andarse por los bosques y prados cantando
y tañendo, y, lo que sería peor, hacerse poeta que, según dicen, es enfermedad
incurable y pegadiza”.
2.-
Esperar el poema. Esperar lo imposible.
Todo poema es un imposible, porque la realidad en el poema no existe. Pero el
poema en la realidad sí existe, toda vez que se trata de un artefacto, de un
artilugio que contiene lo imposible. De allí la espera. Y así el cuerpo del
poeta: una arquitectura hecha de espera, de edades, de un tiempo silencioso. De
sueños que no son.
Y mientras se da el poema, la espera
acontece y desata la vocación de quien dice:
“A la poesía hay
que abandonarla
Sucumbirla
para quedar con sus mejores retoños”.
“A la poesía hay
que abandonarla
Sucumbirla
para quedar con sus mejores retoños”.
El poema germina y después florece,
entonces, con la savia de la espera. Con la clorofila del silencio, con la luz
del insomnio.
Quien hace poesía es “voz antigua”, voz de
los tantísimos otros, pero también de los que no han sido. Ambos, guarnecidos
por el silencio. Hay un silencio del pasado y un silencio del futuro. Sólo el
presente habla, pero posibilita el eco de ambos extremos y se dice, se decanta,
vibra desde el instante en que quien combina las palabras se hace a sí mismo.
Cecilia Ortiz, atada a este y otros
tiempos, reza:
“Ahora hay
que guardar silencio
para que venga
la metáfora
ideal
y no escape
a la realidad imposible”.
que guardar silencio
para que venga
la metáfora
ideal
y no escape
a la realidad imposible”.
Dos realidades, la metáfora como posible y
el bullicio como realidad que no se da. La poesía anda en el silencio:
construye su tectónica con la transmigración de los significados. Viajan y se
cruzan, se metamorfosean: son metáfora en la medida en que lo imposible no sea
realidad.
3.-
La traslación de significado alude una
metástasis. Si bien la metáfora, esa espera que se hace desde lo imposible,
atiende, como afirma Derrida, a la “composición de las enfermedades”. Y si la
poesía es un mal pegadizo, deviene éste en reforzamiento de la realidad, del
dolor, de la palabra como una patogenia. La cura: el poema como raíz
silenciosa, como permanente espera, como ese imposible que inflama el alma y se
hace actividad onírica:
“Estoy soñando un libro
escrito en las tinieblas
La realidad urge…”
escrito en las tinieblas
La realidad urge…”
Y de todo lo anterior: el sueño en un
poema. El poema en un sueño insomne. Se asoma Pessoa un instante. Y habla la
poeta de la musa, de las diosas que aparecen y desaparecen. De allí que:
“No estaba listo el poema
me detuve en la ventana”.
me detuve en la ventana”.
Y sonó Rilke. Y quedó nombrado, una
referencia, un estadio nominal.
La lectura desnuda a quien la aproxima a su
soledad, tan humana que orbita en lo imposible. No hay nada más imposible que
lo que sueña el ser humano.
Así:
“Vivir en el latido de un poema”.
La poética de Cecilia Ortiz, en casi toda
su obra, transita por esta preocupación: escritura, hondura de pensamiento y la
palpitación incesante del insomnio como ente creativo:
4.-
Para confirmar todo lo anteriormente
expresado, “La espera imposible” se hace aforística. Habla de lo que se puede
hacer. De lo que no se puede decir, en tanto creación esquiva, en tanto
enfermedad, insania de la que no se sale ileso.
Y una vez revelada, una vez despierto el
ánimo, posibilitada la espera, admite que
“No llego a la palabra”.
Aunque ésta ya quedó escrita. El poema ha
sucumbido, existe.
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