Simon Critchley: "El
fútbol es una mezcla de deleite y asco"
El
filósofo británico Simon Critchley publica En qué pensamos cuando pensamos en fútbol (Sexto
Piso), un ensayo donde combina a Heideigger, Sartre y Gadamer con Zidane,
Jurgen Klopp o Brian Clough para tratar de explicar qué es y qué experiencia
proporciona el fútbol.
ANDRÉS SEOANE | 08/06/2018
Simon Crithley |
Con un nuevo Mundial a las puertas, decenas de títulos de literatura futbolística se acumulan en las mesas de novedades. Libros que dan cuenta de la cada vez más incuestionable entrada del deporte rey en la esfera de la alta cultura. Buena prueba de ello es el ensayo En qué pensamos cuando pensamos en fútbol (Sexto Piso), del filósofo británico Simon Critchley (Hertfordshire, Reino Unido, 1960), un pensador peculiar que combina en sus textos teoría literaria, filosofía política, crítica cultural e historia, de manera a la vez erudita y accesible. Entre sus obras, de temática variada destacan El libro de los filósofos muertos, Apuntes sobre el suicidio, El teatro de la memoria y Bowie. En este libro, salpicado de resonancias y superposiciones inesperadas entre culturas alta y popular, Critchley analiza las contradicciones que encierra el deporte rey tratando de descubrir qué experiencia proporciona para tener tanto éxito.
Pregunta.- ¿Cómo
se aborda el fútbol desde una visión filosófica?
Respuesta.- Antes
que filósofo soy aficionado, y aunque trate de sublevarme contra mis pasiones
una de las fundamentales, probablemente la más intensa y constante es el
futbol. Así que mi intención principal es tratar de dotar esta
pasión de sentido. No he querido plantear una filosofía del
fútbol, únicamente intento describir la experiencia que provoca desde un punto
de vista fenomenológico, que es mi rama de estudio filosófico.
P.- Destaca
el socialismo intrínseco en el fútbol, el sentido de comunidad que crea. ¿Sigue
siendo así hoy?
R.- Sí
y no. El fútbol se basa en contradicciones. Por un lado, la
cultura del aficionado, que se remonta los orígenes del fútbol sí que es
absolutamente comunitaria. Además, existe un socialismo en la naturaleza
colectiva del propio juego, tanto a la hora de jugarlo como de presenciarlo.
Sin embargo, esto entra en complejo equilibrio con el dinero, con un sistema
capitalista, mercantilizado y corrupto. No debemos olvidar que el fútbol
es un negocio que gira alrededor del dinero, dinero que muchas veces procede de
fuentes más que cuestionables.
P.- Efectivamente, el fútbol cada vez mueve más dinero e
intereses. ¿Qué queda del deporte sencillo de hace unas décadas?
R.- El fútbol
siempre es una mezcla de deleite y asco. Se une la belleza del
juego, de los cánticos de los hinchas, heredados de padres a hijos, del estadio
a rebosar..., con la parte oscura que es el mercantilismo de los jugadores, la
indecente cantidad de dinero que lo hace posible y la corrupción de las organizaciones
corruptas como la FIFA. Sin embargo, en esencia creo que todavía permanece
mucho del fútbol de los 70 o los 80. Está más internacionalizado, los jugadores
están más en forma, beben menos, tienen más tatuajes, pero la esencia del juego
es la misma. Siguen siendo veintidós tipos pateando un balón,
y puede pasar de todo.
P.- Se
culpa al fútbol de fomentar la violencia, el nacionalismo y el racismo. ¿Qué
hay de cierto en todo esto?
R.- Puede
ser cierto hablando de la violencia, ya que el fútbol en un juego físico y
violento. Pero es una violencia controlada, disciplinada. Si no hubiera
un ápice de violencia no sería fútbol. Pienso que todos los
grandes futbolistas, como Zidane o Luis Suárez son un poco violentos. Sobre el
racismo, pienso que ha sufrido un cambio espectacular y significativo en las
últimas décadas y que en muchos lugares ya no existe.
Todavía permanece en ciertos lugares, como Rusia, pero creo que dentro de otros
veinte años será solo un recuerdo. Porque no tiene sentido en un mundo tan
globalizado.
En cuanto al nacionalismo... es mucho más complicado. Es un sentimiento que
depende mucho de los países, de la situación que vivan. Puede haber por ejemplo
un nacionalismo irónico, como aquel que proclama Jean-Philippe Toussaint al
decir, "Viva Bélgica", riéndose de un país completamente dividido.
O puede ser cohesionador de una idea de país que no se uniría totalmente
de otro modo, como ocurre en Sudamérica en general, en Rusia, o
incluso aquí en España.
P.- Otro
aspecto que destaca es que las conversaciones sobre él pueden aunar fe y razón,
¿cómo es esto posible?
R.- El
fútbol consigue algo en lo que fracasa la religión y la política. Es cierto que
está más relacionado con la fe, con la creencia ciega en tu equipo, pero a la
vez está abierto a la razón, a la ecuanimidad. Puedo tener mucha fe en mi
equipo, pero escuchando los argumentos de un fan contrario puedo cambiar mi
opinión. Además tiene otra ventaja: su universalidad. Los líderes
religiosos y políticos, los mitos, o el folclore son locales, pero el fútbol
llega a todos lados.
P.- Está demostrado que el fútbol humaniza, que es bueno
socialmente. ¿Por qué entonces sigue siendo subestimado?
R.- Opino
que son viejos prejuicios elitistas, los mismos que trato de romper con mi
trabajo hibridando todos los ámbitos de la cultura. El futbol ha
sido visto durante mucho tiempo como patrimonio de la clase trabajadora, pero
esto ha cambiado totalmente. Y ha cambiado no solo a nivel de
público, sino a nivel de tratamiento especializado e informativo. Cuando era
pequeño, la prensa deportiva tenía artículos muy predecibles y nada profundos,
algo que ha cambiado radicalmente. También se han multiplicado las
aproximaciones de pensadores y escritores, como el propio Toussaint o Eduardo Galeano. Así que espero que esa percepción de división entre alta y
baja cultura, que ya está siendo cuestionada en muchos
ámbitos, afecte también al fútbol.
P.- ¿Qué
espera de un evento planetario como el próximo Mundial?
R.- Este
Mundial encierra una de esas paradojas que hacen grande al fútbol. Sabemos que
su celebración en Rusia es consecuencia directa de la corrupción de la FIFA,
igual que lo será Qatar 2022 y que el amplio número de selecciones es producto
del marketing. La FIFA ha decidido no potenciar ciertas regiones
como África, cuyos combinados nacionales son menos potentes que muchos clubes
europeos. Pero aún sabiendo esto, seguramente podremos
disfrutar igualmente del Mundial. De nuevo contradicciones.
P.- Tras
este análisis, ¿en qué pensamos al pensar en fútbol? ¿Qué genera la fascinación
por él?
R.- La
respuesta correcta es todo. Pensamos en todo. El fútbol es
capaz de aglutinar todos los grandes temas filosóficos: el significado de la
vida, el espacio, el tiempo, la racionalidad, las emociones, la pasión... Todo
eso está en el juego. La fascinación creo que nace de dos aspectos que no tiene
otros deportes más espectaculares. Por un lado, ver un partido te coloca
durante una hora y media en un estado meditativo y proclive a la catarsis,
estás a merced de que la aleatoriedad y el destino se impongan sobre el juego,
un poco en consonancia con el teatro de la Grecia clásica. Por otro está esa
esperanza constante, esa fe que te hace levantarte tras las derrotas y asimilar
el perder. Por todo esto el fútbol es el deporte más grande del mundo.
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CERRADO POR FÚTBOL.Entrevista a Eduardo Galeano
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