Crónicas del Olvido
“EL HOMBRE ILUSTRADO”, DE RAY BRADBURY
**Alberto Hernández**
1.-
Pasa un muchacho tatuado. Una muchacha. Pasa un hombre de unos cincuenta años, también tatuado. Cada trazo mide la temperatura y el color de sus pieles. Llevan un orgullo en las líneas y matices de las imágenes que viven en sus brazos, cuello o pantorrillas. Me concentro en los dibujos y pinturas, y sus dueños orgullosos me las muestran. No dicen nada, sólo me las hacen ver como si se tratara de un libro que se presta por un rato. Y siguen su camino.
Llego a casa y me arrimo a los lomos de mis libros. Y allí está, como lo compré en la librería “Umbra” hace años. El muy famoso y citado Ray Bradbury, sí, el mismo tipo de las “Crónicas Marcianas”. El mismo de las imágenes de las fogatas donde unos uniformados quemaban unos libros. Es el mismo.
Miro con cuidado. Y, finalmente, doy con él: “El hombre ilustrado”, publicado por Minotauro-Edhasa, Barcelona, España, 1980. Empolvado como una vieja muñeca de porcelana. Y vuelvo a esa vieja lectura.
2.-
Como todos los libros de este autor, se trata de un grupo de relatos de ciencia-ficción que tiene origen en un prólogo en el que el narrador anuncia que desde el cuerpo totalmente tatuado de un sujeto se desprenden las historias que luego leeremos. Historias fantásticas, peligrosas, llenas de riesgos, porque anuncian el futuro. En el cuerpo del personaje un solo trozo de piel no está entintado. Es un espacio vacío localizado en uno de los homóplatos del hombre que le pidió alojo al narrador/ personaje. Una parte no tocada por las agujas y la tinta. Y allí, hay muchos secretos. En ese lugar de la piel del hombre aparecerá al final, el rostro del lector, un rostro del futuro.
El ilustrado se tiende a dormir y las figuras comienzan a tomar vida. En esa vida están los relatos.
El ilustrado se tiende a dormir y las figuras comienzan a tomar vida. En esa vida están los relatos.
Prólogo y epílogo conforman otro relato. Principio y fin. Los cuentos provienen, entonces, de cada una de las imágenes que el narrador/ personaje ve ha dado a conocer al que habrá de ser sorprendido. Es un calidoscopio, una pantalla en la que se ve la película que leemos. Mientras el narrador (también personaje en el prólogo y el epílogo) ve la “película”, nosotros la leemos en el libro de Bradbury.
18 textos salidos de los tatuajes. 18 historias breves que hipnotizan a quien está sentado en algún lugar de Wisconsin bajo la sombra de la noche. Dos hombres que conversan. Entonces el que recién llegó se descubre el pecho, el torso al quitarse la camisa y mostrar una constelación de dibujos en su pellejo. Es el hombre ilustrado. Se trata de una piel que narra.
Son imágenes hermosas que Bradbury traslada en palabras, porque en la medida en que el personaje (narrador) las mira comienzan a vivir, a moverse y a relatar sus historias.
3.-
Una casa viva como un ser inteligente. Una casa de terror, fascinante. Una casa que proyecta imágenes en las paredes de la habitación de unos niños cuyos padres compraron, inventaron o crearon y que aparecen hasta convertirse en realidad. Unos leones en la pared que, luego, al final, devoran a los padres de los niños. Y así, viajes a Venus, a Marte, travesías en cohetes, la extinción de vida humana en la tierra. La llegada de hombres blancos a uno de esos planetas habitado por negros, quienes habían sido expulsados de la tierra, y ahora no quieren recibirlos una vez que la tierra ha sido destruida por los mismos blancos. Historias increíbles, inverosímiles, que se convierten en una realidad desde la piel del hombre ilustrado.
En el epílogo estas palabras:
“En ese cuadro de la espalda, el hombre ilustrado me apretaba el cuello con las manos, tratando de ahogarme. No esperé a que las imágenes se hicieran precisas y claras.
Corrí camino abajo a la luz de la luna. No miré hacia atrás. Un pueblecito se extendía ante mí, oscuro y dormido. Yo sabía que, mucho antes que amaneciera, yo llegaría a ese pueblo…”
Mientras tanto, el hombre ilustrado seguía durmiendo. Habría que esperar que abra los ojos y encuentre a otro espectador para transformarlo en futuro, en cadáver, en nada.
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Alberto Hernández, es poeta, narrador y periodista, Fue secretario de redacción del diario El Periodiquito. Es egresado del Pedagógico de Maracay con estudios de postgrado de Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar. Es fundador de la revista literaria Umbra y colabora además en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Ha publicado un importante número de poemarios: La mofa del musgo (1980), Última instancia (1985) ; Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989) ganadora del 1r Premio del II Concurso Literario Ipasme; Nortes ( 1991), ; Intentos y el exilio(1996), libro ganador del Premio II Bienal Nueva Esparta; Bestias de superficie (1998) premio de Poesía del Ateneo de El Tigre y diario Antorcha 1992 y traducido al idioma árabe por Abdul Zagbour en 2005; Poética del desatino (2001); En boca ajena. Antología poética 1980-2001 (México, 2001);Tierra de la que soy, Universidad de Nueva York (2002). Nortes/ Norths (Universidad de Nueva York, 2002); El poema de la ciudad (2003). Ha escrito también cuentos como Fragmentos de la misma memoria (1994); Cortoletraje (1999) y Virginidades y otros desafíos. (Universidad de Nueva York, 2000); cuenta también con libros de ensayo literario y crónicas. Publica un blog llamado Puertas de Gallina. Parte de su obra ha sido traducida al árabe, italiano, portugués e inglés.
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Actualizada el 01/12/2023
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