domingo, 28 de octubre de 2012

La China subterránea de Qiu Xiaolong



Qiu Xiaolong. Fotografía de Howard French


Escrito por Lina Huang

Con más de un millón de copias vendidas y la traducción de sus libros a 20 idiomas, se ha convertido en un fenómeno editorial gigante. Censurado en su país, Xiaolong retrata la China subterránea a través del descubrimiento de extraños crímenes en en las calles de Shanghai.

Las historias de Qiu Xiaolong parecen a simple vista argumentos sencillos para engrosar la lista de las novelas policíacas más vendidas. El escritor, que nació en Shanghai y tradujo clásicos del género negro estadounidense e inglés, vive actualmente en St. Louis con su esposa y su hija, y desde el año 2000 comenzó a publicar en inglés sus novelas de misterio.

Las obras de Xiaolong se desarrollan en la China contemporánea que tras superar los traumas del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, inició una época de reforma económica dirigida por Deng Xiaoping. Aunque estos cambios implicaron prosperidad y el aumento del comercio internacional, aparecieron otras dificultades. La explosión del consumo y el despilfarro, el crimen, la corrupción, el deseo de codicidia y de ascender socialmente mueve a los personajes de estas novelas.  Ya poco importa la moral o la familia siempre y cuando se gane algún dinero prostituyéndose o dedicándose a cualquier otro oficio non sancto. 

Chen, el personaje principal, trabaja como policía, mientras que en las noches se dedica a traducir literatura para ganarse unos pesos de más y cultivar su afición. Hijo de un estudioso de Confucio representa al ciudadano que, a pesar ser un intelectual, se ve arrollado por el sistema de competencia económica. Chen Cao no es Sherlock Holmes; es más bien, un detective relajado que encuentra las cosas sin buscarlas, a la manera taoísta o zen, mientras que su compañero Yu trabaja como una hormiga recolectando datos en ambientes oscuros; karaokes, hoteles de dudosa reputación, aguas termales que recuerdan la antigua Roma en su decadencia y restaurantes de lujo.

Empresarios, “mujeres acompañantes”, detectives, cocineros, periodistas y funcionarios corruptos aparecen como una muestra pequeña de los diversos caracteres que conviven en una Shanghai convulsionada por los cambios económicos y por una lucha entre los valores tradicionales y modernos. Como ejemplos de lo último está la convivencia del mercado estatal y el mercado privado o la opulencia de los nuevos ricos frente a la miseria de los trabajadores hacinados en pequeños cuartos con baño común. Como dice Xiaolong a travé de Yu, subordinado de Chen: “Hoy en día, un puñado de nuevos ricos vive en unas condiciones de lujo que hoy superan todos los sueños del pueblo y, mientras tanto, se despide a cantidad de trabajadores: “Esperad la jubilación” o “esperad a que os asignen un empleo”, dicen” (Muerte de una heroína roja, p64). 


Chen Cao camina por la cuerda floja tratando de hacer equilibrio, tanto en su vida personal, como en su trabajo y en sus guanxi o relaciones de interés, quienes muchas veces le ayudan con las pistas para solucionar los enrevesados orígenes de un crimen. Pero también, como apasionado por la literatura que es, saca tiempo para recordar la poesía clásica china. De forma espontánea, el autor convierte ciertas poesías en claves para el desarrollo de la historia. La búsqueda del detective está llena de frustraciones y continuos contratiempos ajenos que determinan el siguiente paso; Chen es arrastrado por los cambios de escenario y las decisiones de “altos niveles” políticos.

En Seda Roja, su última novela (2010), Xiaolong, a través de un asesino serial que envuelve a sus víctimas en un vestido mandarín, nos sumerge en las consecuencias de la Revolución Cultural y la impunidad de los crímenes cometidos durante la época. Leer a Qiu Xiaolong es también, al fin al cabo, una lección de historia y de cultura china, y hace que el lector desee conocer esa Shanghai llena de múltiples contradicciones.




Tomado de Gran Garabaña




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