GENTE ÍNGRIMA: LA SOLEDAD COMO
ENCUENTRO
POR ALBERTO HERNÁNDEZ
1.-
Don Elieche Manro y Dionisio Pinzón
podrían ser los mismos. Uno, desvelado por sus gallos, y el otro, de la ruina a
la riqueza hasta que la vuelta a la miseria lo obligó a darse un tiro en la
cabeza. Los dos personajes, el primero habitante del poema que Adhely Rivero ha
desplegado desde la cresta de unos gallos, y el otro, devanado por Juan Rulfo
en una novela corta que luego se convirtió en película. Ambos, atados a los
cuerpos calientes de sus gallos vivos, de sus gallos tibios, heridos, agónicos
de muerte o eternizados en un palenque imaginario, porque a fin de cuenta los
gallos son recursos verbales, literarios: son la justificación para que la
soledad describa la ingrimitud de un paisaje, de un interior desarraigado del
alma, tan distraída como cualquier despropósito altanero que albergue una pelea
entre dos emplumados y varias puñaladas entre los apostadores.
La historia de esos personajes, reales o
recreados en este poemario de Rivero, son los protagonistas de un relato que se
hizo poema por la manera de trazar las palabras como versos, pero que contiene
la experiencia de quien escribe desde la mirada de la infancia campesina, desde
su adolescencia bordeada por el viaje hacia las grandes avenidas y desde la
madurez en la ciudad universitaria.
El hombre viene del monte cargado de
nombres y apellidos. Debatido entre el ir y venir de sus recuerdos. El hombre
que es Adhely Rivero destaca desde ese instante en que nombra al primer
personaje, desde el mismo instante en que más allá de su libro el lector puede
alertar la memoria y traer a Dionisio Pinzón, el de El gallo de oro, que Rulfo
inventó para congraciarse con la muerte y con la soledad de los vivos. Los
muertos, tanto los gallos como los humanos, son un recuerdo desvaído, un páramo
llanero donde el griterío de una gallera es un aviso, porque la Gente íngrima es
la que ocupa el espacio de ese gran palenque donde la ambición y la desventura
hacen su oficio.
Y así como el viaje torna quebradizo el
ánimo de don Elieche, se confirmó la regla de que quedarse solo con un gallo
revisa la vida de ambos. Una sola vida para toda la soledad. Y como con el
personaje de El coronel no tiene quien le escriba, el de este libro de Rivero
habla con su animal o lo anima a sobrevivir, a pelear con él mismo, a sacarlo
del abismo de su silencio, a moverlo desde el ojo vaciado de un recuerdo en un
palenque del pueblo.
2.-
Con el sello Editorial Letra Grande
América. Colección Poesía, en Valencia, Venezuela, este volumen poético del
autor nacido en Guadarrama, Arismendi, estado Barinas, es un recorrido por la
memoria de la soledad, por la intemperie que consiste en estar solo con la
mirada de un animal al acecho, el que espuelea y picotea costados y cabeza de
su adversario, mientras él también recibe puñaladas en el cuello hasta caer
muerto, el uno o el otro y también sus dueños.
“Soy un viejo íngrimo y la soledad no me
la repara el tiempo, / cada día me ausenta”,
es también la muerte, el no estar
después del tiempo “donde los esqueletos de los animales/ rechinan del calor en
los lamederos”, dice el que habla en plena pampa, en plena sabana, la misma de
Pedro Páramo o la muy cercana de Doña Bárbara, pero en el tiempo de hoy, el de
los actantes que usan celular y viajan en autobuses con aire acondicionado.
Ese viejo “íngrimo y solo”, como suele
decirse por aquellos andurriales, suscita en el poema la idea de que es también
“el gallo inocente” de Vallejo, o el de Enrique Lihn, el satírico de Quevedo,
el de las palabras de Octavio Paz o los gallos de Tablada en plena gallera.
Tantos son los autores que han hecho poesía con los gallos que le han aportado
a la soledad patente para resistir la muerte, el olvido o la ausencia, mientras
su ejemplar tiembla en sus manos o en la tierra con los últimos estertores. O
triunfante con un canto en la garganta y ciego de ambos ojos.
Y cuando se retira del oficio o cierren
las galleras o por aquello de “Si prohíben las peleas de gallos, / sigo criando
gallos de raza y los atiendo, / sólo para oírlos cantar”,
porque la soledad no deja de tener
compañía.
3.-
“La eternidad es un silencio largo”,
dice la voz y queda colgada del palenque donde alguien o algo perdió la vida,
tanto humano como bestia, tanto paisaje como objeto.
“No quiero que te quedes detrás de la
herencia/ aquí no crece el pensamiento”,
pareciera decir el personaje al joven
que veía la pelea de los gallos y era aconsejado a irse a la ciudad.
Y entonces se oye la misma u otra voz,
como una advertencia:
“La ciudad no necesita cuarteles, / si de allí vienes no entres a la ciudad, / todos los que portan armas son unos cobardes”.
El tema es una variación de la misma
lucha a muerte en el palenque campesino. Ahora es la ciudad, la armada, la
cuartelaría, donde los gallos usan uniformes, pero no son nada inocentes, como
sí lo fue el gallo de César Vallejo. O el Gallo de la Pasión que anunció la
muerte o la eternidad del crucificado.
Y mientras todo esto se dice, esta
confirmación:
“Aquí en el pueblo lo único grande es la
soledad”.
4.-
Hay muchos poemas para celebrar este
libro. El titulado “Vicente está loco” forma parte de otra consagración: la de
la festividad, la de perseverancia en el juego con la vida mientras la muerte
es sólo un atisbo juvenil.
He aquí estos poemas que hacen un libro
para volver a todos los pasados mientras el presente nos abruma o nos alivia
con la mirada bifronte de un fantasma y las espuelas invisibles de un emplumado
cuya cabeza acaba de ser rociada con saliva y aguardiente.
Adhely Rivero nació en Arismendi, estado Barinas, Venezuela en 1954. Está residenciado en Valencia desde 1970. Licenciado en Educación mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. Fue Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, donde dirigió la Revista Poesía y coordinó el Encuentro Internacional Poesía de Universidad de Carabobo. Ha obtenido varios premios por su trabajo poético, entre ellos el Premio de Poesía Facultad de Ciencias de la Educación (dos años consecutivos) U. C. Premio ‘Miguel José Sanz’ de la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía de la Universidad de Carabobo. Premio de Poesía Universidad ‘Rómulo Gallegos’. Premio de Poesía ‘Cecilio Chío Zubillaga’ de Carora. Premio Único de Poesía 40 Aniversarios de la Reapertura de la Universidad de Carabobo. Ha publicado los libros: 15 Poemas (1984); En sol de sed (1990); Los poemas de Arismendi (1996); Tierras de Gadín (1999); Los Poemas del Viejo (2002); Antología Poética (2003); Medio Siglo, La Vida Entera (2005); Half a Century, The Entire Life, (2009): versión al Inglés de Sam Hamill y Esteban Moore. Poemas (Antología editada en Costa Rica) (2009): Compañera (2012). Poesíe Caré, Poemas queridos (2016), Versión al italiano de Emilio Coco, publicado en Colombia. Está representado en varias antologías nacionales y en la antología italiana La Flor de la Poesía Latinoamericana de hoy, tomo I, II, editada en Italia, 2016. Ha participado en diversos e importantes Festivales de poesía a nivel nacional e internacional, entre ellos, el Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, en 2007 y 2016. Festival Internacional de Poesía Al-Mutanabi en Suiza. 2008. Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Festival Internacional de Poesía del Mundo Latino, México. Festival Internacional de Poesía de los llanos Colombo-Venezolano en Yopal, Colombia. Feria Internacional del Libro de Bogotá, Colombia, Feria Internacional del Libro de Caracas, Venezuela. Festival Internacional de Poesía de Venezuela. Festival Internacional de poesía de los llanos colombo-venezolano en Arauca, Colombia. Encuentro Internacional Poesía Universidad de Carabobo, Feria Internacional del Libro Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela. Bienal Internacional de Literatura “Mariano Picón Salas”, Mérida, Venezuela. Sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, alemán, francés y árabe. La revista POESIA le rindió homenaje en su número 156.
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