Carl Sagan visto por Otis Frampton |
Publicado el 13 de Octubre de 2008 en Historias de la ciencia por Omalaled,bajo licencia Creative Commons
Carl Sagan según su hijo
El 20 de diciembre de 2006 se cumplía el 10º aniversario de la muerte de Carl Sagan. Su hijo, Nick Sagan (1970), pidió en un artículo
que dejáramos un comentario si queríamos compartir con él algún
recuerdo de su padre. Por supuesto, yo dejé el mío. Más tarde, publicó otro artículo
con recuerdos de él desde un punto de vista que sólo él conocía: el de
ser su hijo. Mi inglés es horrible, así que no me atreví a traducirlo.
Casualmente, lo señalé en un comentario y… es que tengo unos lectores que no merezco. Slashuco
(muchas gracias, de verdad), me envió una traducción. Yo sólo la he
retocado ligeramente, así que cualquier error en ella es culpa mía y
sólo mía. Os dejo, sin más preámbulos, con Nick hablando de cómo era
Carl Sagan como padre (las fotos están sacadas tal y como Nick las
puso).
Nick Sagan |
*******
Cuando curioseo por la blogosfera,
encuentro muchos recuerdos maravillosos sobre mi padre. He pasado todo
el día leyendo lo que él significaba para la gente, la manera en que les
inspiró para aprender sobre ciencia y sobre el pensamiento crítico o
cómo les indujo a un viaje de descubrimiento del Universo. Es
enormemente emotivo, y siempre estaré agradecido por ello. Para esta
entrada de mi blog no hablaré sobre sus muchos éxitos científicos o
sobre todo lo bueno que hizo por este mundo –hay otras personas que
hablan de ello más elocuentemente de lo que yo jamás podría hacer-. En
vez de eso, voy a compartir recuerdos de mi padre con vosotros. Él
significó muchas cosas para mucha gente, pero también fue mi padre y
quiero que conozcáis al hombre que yo conocí.
Tenía gran destreza con el pinball, teniendo en cuenta lo difícil que es golpear la máquina sin hacer falta.
Íbamos a las máquinas recreativas juntos y ganaba partidas extra como un loco. Los videojuegos nunca fueron su pasión, aunque era capaz de apreciar los realmente buenos. Recuerdo el día en el que le enseñé el “Computer Baseball”, un juego de estrategia para el Apple IIe. Podías enfrentar a algunos de los mejores equipos de la historia de la liga de Baseball contra otros. Jugamos con los Yankees de Babe Ruth de 1927 contra los Dodgers de Jackie Robinson de 1955 durante aproximadamente una hora hasta que se volvió hacia mí y dijo: “No vuelvas a enseñarme este juego otra vez. Me gusta demasiado y no quisiera perder el tiempo”.
Íbamos a las máquinas recreativas juntos y ganaba partidas extra como un loco. Los videojuegos nunca fueron su pasión, aunque era capaz de apreciar los realmente buenos. Recuerdo el día en el que le enseñé el “Computer Baseball”, un juego de estrategia para el Apple IIe. Podías enfrentar a algunos de los mejores equipos de la historia de la liga de Baseball contra otros. Jugamos con los Yankees de Babe Ruth de 1927 contra los Dodgers de Jackie Robinson de 1955 durante aproximadamente una hora hasta que se volvió hacia mí y dijo: “No vuelvas a enseñarme este juego otra vez. Me gusta demasiado y no quisiera perder el tiempo”.
Carl Sagan con su hijo Nick Sagan |
A
menudo era invitado a hablar en algún evento, y recuerdo sentarme junto
a él y verle ordenar sus pensamientos en momentos de tranquilidad antes
de salir a escena.
Tomaba pequeñas notas en una tarjeta. Solo una o dos palabras sobre cada tema que quería tratar. Armado con esas notas, salía a escena y cautivaba a la audiencia. Nunca un momento aburrido, nunca un momento en el que estuviese fuera de lugar o perdiese el hilo de lo que decía. Como niño, a veces pensaba en él como un traductor o un descifrador de códigos. ¿Cómo podía transformar meros fragmentos en esas impresionantes e inspiradoras ideas?
Tomaba pequeñas notas en una tarjeta. Solo una o dos palabras sobre cada tema que quería tratar. Armado con esas notas, salía a escena y cautivaba a la audiencia. Nunca un momento aburrido, nunca un momento en el que estuviese fuera de lugar o perdiese el hilo de lo que decía. Como niño, a veces pensaba en él como un traductor o un descifrador de códigos. ¿Cómo podía transformar meros fragmentos en esas impresionantes e inspiradoras ideas?
Nunca salía sin un dictáfono.
Tengo claros recuerdos de esas pequeñas grabadoras de cassette negras con su botones de grabación rojo brillante. Podíamos estar caminando, o charlando y tenía una idea. Se disculpaba levantando su dedo índice y pedía un minuto, cogía el dictáfono y explicaba su idea. Hoy día, yo soy un escritor y también uso dictáfono. Cuando lo hago, las palabras me aparecen tal como: “OK, para el libro, pienso que realmente seria bueno si esto y esto hacen esto en lugar de lo otro…” y más tarde aplico esa idea en lo que estoy escribiendo. Por el contrario, recuerdo a mi padre hablando en largos, fluidos y perfectos párrafos. Tal como lo decía es como aparecería en el libro. A veces tenía una idea, grababa un párrafo o dos para un libro y al final terminaba con una idea para otro proyecto aparte, por lo cual tenía que hacerse con otro dictáfono, y así sucesivamente.
Tengo claros recuerdos de esas pequeñas grabadoras de cassette negras con su botones de grabación rojo brillante. Podíamos estar caminando, o charlando y tenía una idea. Se disculpaba levantando su dedo índice y pedía un minuto, cogía el dictáfono y explicaba su idea. Hoy día, yo soy un escritor y también uso dictáfono. Cuando lo hago, las palabras me aparecen tal como: “OK, para el libro, pienso que realmente seria bueno si esto y esto hacen esto en lugar de lo otro…” y más tarde aplico esa idea en lo que estoy escribiendo. Por el contrario, recuerdo a mi padre hablando en largos, fluidos y perfectos párrafos. Tal como lo decía es como aparecería en el libro. A veces tenía una idea, grababa un párrafo o dos para un libro y al final terminaba con una idea para otro proyecto aparte, por lo cual tenía que hacerse con otro dictáfono, y así sucesivamente.
Seguramente sepas que era genial debatiendo.
Podía rebatir los argumentos de William F. Buckley [*], y desde niño me había dado cuenta de que mis argumentos sobre “por qué deberías comprarme una bici de cross bien chévere (cool)” no eran ni remotamente parecidos a los de Buckley. Pero siempre me escuchaba. Siempre me dio la oportunidad de crear puntos de vista válidos. Y al final me encontré dando pedaladas alrededor de Ithaca.
Podía rebatir los argumentos de William F. Buckley [*], y desde niño me había dado cuenta de que mis argumentos sobre “por qué deberías comprarme una bici de cross bien chévere (cool)” no eran ni remotamente parecidos a los de Buckley. Pero siempre me escuchaba. Siempre me dio la oportunidad de crear puntos de vista válidos. Y al final me encontré dando pedaladas alrededor de Ithaca.
Me ayudaba intensamente.
Incluso en momentos en los que le preocupé –dejando la universidad, por ejemplo– su confianza en mi nunca disminuyó. Le recuerdo siempre cuidando de mí. Al mismo tiempo, era cuidadoso en no ayudarme demasiado. No quería que me echase a perder, y quería asegurarse de que yo fuese capaz de conseguir mis metas por mí mismo sin el mas mínimo ápice de nepotismo. Cuando miro hacia atrás, siento una gran admiración por cómo lo hizo.
Tenía auténtico interés en las personas.
Oigo muchas conversaciones en las que alguien pregunta sobre otra persona, pero lo hace por pura cortesía: no le interesa realmente la respuesta. Mi padre nunca fue así. Siempre quería saber cómo eran las cosas para su interlocutor. En Manhattan, cogíamos un taxi, y el conductor podía reconocerle, o quizás no, pero mi padre empezaba una conversación y terminaban en interesantes discusiones sobre el curso de las vidas humanas. El conductor podía hablar explayadamente sobre cualquier lugar del mundo, y Papá sabía un montón de cosas sobre lo que ocurría allá. Recuerdo el pensar que sabía más sobre Ghana que cualquier americano sobre América. Y lo que no sabía, quería averiguarlo.
Oigo muchas conversaciones en las que alguien pregunta sobre otra persona, pero lo hace por pura cortesía: no le interesa realmente la respuesta. Mi padre nunca fue así. Siempre quería saber cómo eran las cosas para su interlocutor. En Manhattan, cogíamos un taxi, y el conductor podía reconocerle, o quizás no, pero mi padre empezaba una conversación y terminaban en interesantes discusiones sobre el curso de las vidas humanas. El conductor podía hablar explayadamente sobre cualquier lugar del mundo, y Papá sabía un montón de cosas sobre lo que ocurría allá. Recuerdo el pensar que sabía más sobre Ghana que cualquier americano sobre América. Y lo que no sabía, quería averiguarlo.
Recuerdo discutir con él sobre Los Simpson y Beavis and Butthead.
Ambas series le causaron una mala impresión inicial. Le convencí de que diese otra oportunidad a Los Simpson, y acabó viendo de qué trataba todo ese alboroto. Terminó por disfrutar verdaderamente de la serie. No creo que lo hubiese logrado nunca con Beavis and Butthead. “No están hechos para ser modelos de comportamiento” decía yo protestando. “Es una critica subversiva”. No, eso no lo convencía. Solo puedo imaginar lo que habría hecho al ver Family Guy o South Park. Volvimos al tema de la violencia en los medios. Yo argumentaba que las películas duras y algunas series de TV sólo eran un reflejo de nuestra sociedad, y que no contribuían a la violencia en la vida real. Él no estaba tan seguro de ello. Hablamos de este tema muchas veces. Una discrepancia espiritualmente buena, donde cada una de nuestras opiniones podía desarrollarse de acuerdo con lo que decía el otro. Añoro esos tiempos. Ahora que pienso en ello, es parte del motivo por el que disfruté tanto del cartel “¿Es el arte la inspiración para la locura?” de Worldcon. Tratando estos temas con Joe Haldeman o Tim Powers salen a relucir grandes recuerdos sobre mi padre.
Ambas series le causaron una mala impresión inicial. Le convencí de que diese otra oportunidad a Los Simpson, y acabó viendo de qué trataba todo ese alboroto. Terminó por disfrutar verdaderamente de la serie. No creo que lo hubiese logrado nunca con Beavis and Butthead. “No están hechos para ser modelos de comportamiento” decía yo protestando. “Es una critica subversiva”. No, eso no lo convencía. Solo puedo imaginar lo que habría hecho al ver Family Guy o South Park. Volvimos al tema de la violencia en los medios. Yo argumentaba que las películas duras y algunas series de TV sólo eran un reflejo de nuestra sociedad, y que no contribuían a la violencia en la vida real. Él no estaba tan seguro de ello. Hablamos de este tema muchas veces. Una discrepancia espiritualmente buena, donde cada una de nuestras opiniones podía desarrollarse de acuerdo con lo que decía el otro. Añoro esos tiempos. Ahora que pienso en ello, es parte del motivo por el que disfruté tanto del cartel “¿Es el arte la inspiración para la locura?” de Worldcon. Tratando estos temas con Joe Haldeman o Tim Powers salen a relucir grandes recuerdos sobre mi padre.
Tenía una paciencia increíble.
Sus fans podían aparecer constantemente para hacerle preguntas, pedirle autógrafos o una foto con él. A veces podía ocurrir en un mal momento –si habíamos salido a cenar, disfrutando de una conversación– pero no recuerdo una sola vez tratando a alguien sin muestras de respeto. De niño, él tenía una gran pasión por la ciencia –quería saber por qué las cosas eran como eran– y mantuvo esa pasión durante el resto de su vida. Esto le hizo plenamente comprensivo con cualquiera interesado en aprender. Les hacía espíritus hermanados, y quería compartir todas las maravillas y alegrías que del Cosmos pudo entender.
Nos encantaba el baloncesto.
Veíamos partidos de la NBA siempre que podíamos, preguntándonos si ese sería el año en el que Patrick Ewing llevaría a los Knicks a ganar el campeonato. Y la respuesta siempre fue No. Me hablaba de los entrenadores y de cómo eran de jugadores en los años en los que yo ni siquiera había nacido. Cuando el equipo visitante tenía que tirar un tiro libre, los fans del equipo local hacían ruidos y ondeaban las toallas intentando distraerle, y eso nunca gustó a mi padre. Recuerdo decirle que eso animaba al equipo a sacar ventaja en el campo, pero él objetaba de base –no creía que eso fuese deportivo–. Es una postura muy decente. Y también recuerdo a mi madre enfadándose gradualmente, pues quería que me fuese a la cama y mi padre y yo estábamos viendo un partido. Él tenía que prometer que me iría a la cama al terminar el partido. Prórroga. Luego doble prórroga. Y luego otra prórroga mas…..¡Qué partido! (Celtics – Suns, Finales de la NBA 1976).
No le gustaba la película Alien.
Yo pensaba que era divertida, de miedo, catártica y él que era innecesariamente violenta y que, ¿por qué la mayoría de los extraterrestres tenían que ser retratados de esa manera negativa?. Tenía sentimientos enfrentados con “La Guerra de las Galaxias”. Recuerdo que cuando la vimos, hizo un sonido de exasperación cuando Han Solo se jactó de hacer el Kessel Run en menos de doce parsecs. Le pregunté qué problema había, y explicó que el parsec es una unidad de distancia, no de tiempo. Le dije: “Papá, no es mas que una película” y contestó: “Sí, pero podían intentar aplicar la ciencia correctamente”. Creo que tenía toda la razón. (¿Qué películas le gustaban? Era una fan de las películas épicas de David Lean tales como “Dr. Zhivago” y, especialmente, “Lawrence de Arabia”. Recuerdo cuánto le gustaba el momento en que Peter O´Toole sopla la cerilla y aparecemos de repente en el desierto de Nafud. Es un momento realmente bueno).
Yo pensaba que era divertida, de miedo, catártica y él que era innecesariamente violenta y que, ¿por qué la mayoría de los extraterrestres tenían que ser retratados de esa manera negativa?. Tenía sentimientos enfrentados con “La Guerra de las Galaxias”. Recuerdo que cuando la vimos, hizo un sonido de exasperación cuando Han Solo se jactó de hacer el Kessel Run en menos de doce parsecs. Le pregunté qué problema había, y explicó que el parsec es una unidad de distancia, no de tiempo. Le dije: “Papá, no es mas que una película” y contestó: “Sí, pero podían intentar aplicar la ciencia correctamente”. Creo que tenía toda la razón. (¿Qué películas le gustaban? Era una fan de las películas épicas de David Lean tales como “Dr. Zhivago” y, especialmente, “Lawrence de Arabia”. Recuerdo cuánto le gustaba el momento en que Peter O´Toole sopla la cerilla y aparecemos de repente en el desierto de Nafud. Es un momento realmente bueno).
Hacía ruidos realmente curiosos.
Su risa era explosiva y desinhibida. Era el tipo de risa que te hacía sentir bien sólo por hacerle reír. Sus estornudos eran atronadores. Y de vez en cuando hablaba a los animales en su lengua nativa. Las veces que vimos delfines, les saludaba con una razonable aproximación del idioma del delfín. De vez en cuando le respondían. No tengo ni idea de qué se estaban diciendo. Pero mi sonido favorito de todos era el que hacía cuando se acercaba a algo nuevo e interesante, alguna idea o posibilidad que le impresionase o alguna manera nueva de ver las cosas. Era una especie de “aaaah”. Uno de mis mejores momentos fue cuando estábamos viendo mi primer episodio de Star Trek “Attached” y al cabo de unos minutos hizo ese sonido, girándose hacia mi con una sonrisa cegadora y diciéndome: “¡Está muy bien!” Y así continuó durante toda la serie. Amaba totalmente lo que yo hacía. Esa sensación de auténtico disfrute aún esta conmigo, un sentimiento de aprobación y respeto que atesoro como ninguna otra cosa.
Su risa era explosiva y desinhibida. Era el tipo de risa que te hacía sentir bien sólo por hacerle reír. Sus estornudos eran atronadores. Y de vez en cuando hablaba a los animales en su lengua nativa. Las veces que vimos delfines, les saludaba con una razonable aproximación del idioma del delfín. De vez en cuando le respondían. No tengo ni idea de qué se estaban diciendo. Pero mi sonido favorito de todos era el que hacía cuando se acercaba a algo nuevo e interesante, alguna idea o posibilidad que le impresionase o alguna manera nueva de ver las cosas. Era una especie de “aaaah”. Uno de mis mejores momentos fue cuando estábamos viendo mi primer episodio de Star Trek “Attached” y al cabo de unos minutos hizo ese sonido, girándose hacia mi con una sonrisa cegadora y diciéndome: “¡Está muy bien!” Y así continuó durante toda la serie. Amaba totalmente lo que yo hacía. Esa sensación de auténtico disfrute aún esta conmigo, un sentimiento de aprobación y respeto que atesoro como ninguna otra cosa.
Conducía un Porsche 914 naranja con la matrícula “PHOBOS”.
Nombre tomado de una de las lunas de Marte. Nunca le pregunté: “¿Por qué Phobos? ¿Por qué no la otra luna, Deimos?” como me hubiese gustado que fuese. De niño me fascinaba la mitología griega y conocía a Phobos como el semidiós del miedo. Es irónico, pues mi padre era la persona menos miedosa que he conocido. Aunque se preocupaba por el estado del mundo de vez en cuando, eso nunca le detuvo. Cuando hablábamos sobre cómo sería el mundo dentro de 25, 50 o quizás 100 años, decía que era consciente de que habría graves dificultades y retos por delante, pero también creía que todos estaríamos dispuestos a afrontar la tarea. Creía en el ingenio humano y en la compasión, en pensamientos a largo plazo y no a corto plazo, en poner nuestras numerosas diferencias a un lado. Creía en un mañana mejor. Creía en nosotros.
Episodio de Star Trek “Attached”
[*] Carl Sagan tuvo un acalorado debate con Buckley en TV después de que se emitiera la película “El día después“. Sagan razonaba en contra de la carrera armamentística y Buckley defendía la disuasión nuclear. Durante ese debate, Sagan habló del concepto de invierno nuclear e hizo su famosa analogía equiparando la carrera armamentística a “dos declarados enemigos hundidos hasta la cintura en un barril de gasolina, uno con tres cerillas y el otro con cinco”.
Tomado de Historias de la ciencia
Enlaces relacionados:
Actualizada el 09/11/2022.
Amé este esfuerzo por compartir sobre Sagan, a ti por tu Blog y a tu lector por la traducción... me encantó!!
ResponderEliminarGracias Edmundo por tus palabras. Bienvenido al blog
ResponderEliminarSagan era un hombre fascinante. Su serie «Cosmos» me impactó profundamente cuando la vi por primera vez, siendo aún un niño. Gracias por compartir los recuerdos de su hijo.
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir tu sentir con nosotros estimado lector anónimo. Disculpa la tardanza en responder tu amable gesto.
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