Acerca de este documento: Esta es una
traducción del artículo original en francés Douze thèses sur l'anti-pouvoir publicado en la revista CONTRETEMPS n°6 en febrero de 2003.
I
1. El punto de partida es la negatividad.
Empezamos con el grito, no con el verbo. Ante la mutilación de las vidas
humanas por el capitalismo, un grito de tristeza, un grito de horror, un
grito de rabia, un grito de negación: ¡NO!
El pensar, para decir la verdad del grito, tiene que ser negativo. No
queremos entender al mundo sin negarlo. La meta de la teoría es
conceptualizar al mundo negativamente, no como algo separado de la
práctica, sino como un momento de la práctica, como parte de la lucha
para cambiar el mundo, para hacer de él un lugar digno de la humanidad.
Pero, después de todo lo que ha pasado, ¿cómo podemos incluso empezar a
pensar en cambiar el mundo?
2. Un mundo digno no se pude crear por medio del estado.
Durante la mayor parte del siglo pasado, los esfuerzos para crear un
mundo digno de la humanidad se enfocaron en el estado y en la idea de
conquistar el poder estatal. Las polémicas principales (entre "reformistas"
y "revolucionarios") eran acerca de cómo conquistar el poder estatal, sea por
la vía parlmentaria o por la vía extra-parlamentaria. La historia del siglo
XX sugiere que la cuestión de cómo ganar el poder no era tan importante.
En ninguno de los casos la conquista del poder estatal logró realizar los
cambios que los militantes esperaban. Ni los gobiernos reformistas ni los
gobiernos revolucionarios lograron cambiar el mundo de forma radical.
Es fácil acusar a todos los liderazgos de estos movimientos de traicionar
a los movimientos que encabezaban. El hecho de que hubo tantas traiciones
sugiere, sin embargo, que el fracaso de los gobiernos radicales, sociales
o comunistas tiene raíces mucho más profundas. La razón por la cual el
estado no se puede usar para llevar a cabo un cambio radical en la sociedad
es que el estado mismo es una forma de relaciones sociales capitalistas.
La existencia misma del estado como una instancia separada de la sociedad
significa que, sea cual sea el contenido de sus políticas, participa
activamente en el proceso de separar a la gente del control de su propia
vida. El capitalismo es simplemente eso: la separación de la gente de
su propio hacer. Una política que está orientada hacia el estado reproduce
inevitablemente dentro de sí misma el mismo proceso de separación,
separando a los dirigentes de los dirigidos, separando la actividad
política seria de la actividad personal frívola. Una política orientada
hacia el estado, lejos de conseguir un cambio radical de la sociedad,
conduce a la subordinación progresiva de la oposición a la lógica del
capitalismo.
Ahora podemos ver que la idea de que el mundo se podría cambiar por medio
del estado era una ilusión. Tenemos la buena suerte de estar viviendo el
fin de esa ilusión.
3. La única forma de concebir un cambio radical
hoy no es como conquista del poder sino como disolución del poder.
La revolución es más urgente que nunca. Los horrores que surgen de la
organización capitalista de la sociedad se vuelven cada vez más intensos.
Si la revolución a través de la conquista del poder estatal se ha revelado
como ilusión, eso no quiere decir que debemos abandonar la idea de la
revolución. Pero es necesario concebirla en otros términos: no como la
toma del poder sino como la disolución del poder.
II
4. La lucha por la disolución del poder es la
lucha por la emancipación del poder-hacer (potentia) del poder-sobre
(potestas).
Para empezar a pensar en cambiar el mundo sin tomar el poder, hay que
hacer una distinción entre el poder-hacer (potentia) y el poder-sobre
(potestas).
Cualquier intento de cambiar la sociedad involucra el hacer, la
actividad. El hacer, a su vez, involucra la capacidad de hacer, el
poder-hacer. Muchas veces usamos la palabra 'poder' en este sentido,
como algo bueno, como cuando una acción junto con otros (una
manifestación o incluso un buen seminario) nos da una sensación de
poder. El poder en este sentido tiene su fundamento en el hacer:
es el poder-hacer.
El poder-hacer es siempre social, siempre parte del flujo social
del hacer. Nuestra capacidad de hacer es producto del hacer de otros
y crea las condiciones para el hacer futuro de otros. Es imposible
imaginar un hacer que no esté integrado de una forma u otra al
hacer de otros, en el pasado, el presente o el futuro.
5. El poder-hacer está transformado en el
poder-sobre cuando se rompe el hacer.
La transformación del poder-hacer en poder-sobre implica la ruptura del
flujo social del hacer. Los que ejercen el poder-sobre separan lo hecho
del hacer de otros y lo declaran suyo. La apropiación de lo hecho es al
mismo tiempo la apropiación de los medios de hacer, y esto permite a
los poderosos controlar el hacer de los hacedores. Los hacedores
(los humanos, entendidos como activos) están separados así de su hecho,
de los medio de hacer y del hacer mismo.
Como hacedores, están separados de sí mismos. Esta separación, que es
la base de cualquier sociedad en la cual algunos ejercen poder sobre
otros, llega a su punto más alto en el capitalismo.
Se rompe el flujo social del hacer. El poder-hacer se transforma en
poder-sobre. Los que controlan el hacer de otros aparecen ahora como
los Hacedores de la sociedad, y los de quienes el hacer está controlado
por otros se vuelven invisibles, sin voz, sin rostro. El poder-hacer ya
no aparece como parte de un flujo social, sino existe en la forma de un
poder individual. Para la mayoría de la gente el poder-hacer está
transformado en su contrario, la impotencia, o el poder de hacer lo
que está determinado por otros. Para los poderosos, el poder-hacer se
transforma en poder-sobre, el poder de decir a otro lo que tienen que
hacer, y por lo tanto en una dependencia con respecto al hacer de otros.
En la sociedad actual, el poder-hacer existe en la forma de su propia
negación, como poder-sobre. El poder-hacer existe en el modo de ser
negado. Esto no quiere decir que deja de existir. Existe, pero existe
como negado, en una tensión antagónica con su propia forma de existencia
como poder-sobre.
6. La ruptura del hacer es la ruptura de cada
aspecto de la sociedad, cada aspecto de nosotros.
La separación de lo hecho y de los hacedores significa que las
personas ya no se relacionan entre sí como hacedores, sino como
propietarios (o no propietarios) de lo hecho (visto ya como una
cosa divorciada del hacer). Las relaciones entre las personas existen
como relaciones entre cosas, y las personas existen no como hacedores
sino como portadores pasivos de las cosas.
Esta separación de los hacedores del hacer y por lo tanto de ellos
mismos está discutida en la literatura en términos estrechamente
relacionados entre sí: alienación (el joven Marx), fetichismo
(el viejo Marx), reificación (Lukács), disciplina (Foucault) o
identificación (Adorno). Todos estos términos establecen claramente
que el poder-sobre no se pude entender como algo externo a nosotros,
sino que permea cada aspecto de nuestra existencia. Todos estos
términos se refieren a una rigidificación de la vida, una contención
del flujo social del hacer, una cerrazón de las posibilidades.
El hacer está convertido en ser: esto es el núcleo del poder-sobre.
Mientras que el hacer significa que somos y no somos, la ruptura del
hacer arranca el "y no somos". Lo que nos queda es simplemente "somos":
identificación. El "y no somos" se olvida o se trata como puro sueño.
Se nos arranca la posibilidad. El tiempo se homogeneiza. El futuro es
ahora la extensión del presente, el pasado el antecedente del presente.
Todo hacer, todo movimiento, está contenido dentro de la extensión de
lo que es. Puede ser lindo soñar con un mundo digno de la humanidad,
pero es nada más un sueño. El régimen del poder-sobre es el régimen
del "así son las cosas", el régimen de la identidad.
7. Participamos en la ruptura de nuestro
propio hacer, en la construcción de nuestra propia subordinación.
Como hacedores separados de nuestro propio hacer, re-creamos nuestra
propia subordinación. Como trabajadores, producimos el capital que nos
subordina. Como docentes universitarios, jugamos un papel activo en
la identificación de la sociedad, en la transformación del hacer en
ser. Cuando definimos, clasificamos o cuantificamos, o cuando mantenemos
que la meta de ciencia social es entender la sociedad tal como es, o
cuando pretendemos estudiar a la sociedad objetivamente, como su
fuera un objeto separado de nosotros, participamos activamente en la
negación del hacer, en la separación de sujeto y objeto, en el
divorcio entre hacedor y hecho.
8. No hay ninguna simetría entre el
poder-hacer y el poder-sobre.
El poder-sobre es la ruptura y negación del hacer. Es la negación
activa y repetida del flujo social del hacer, del nosotros que nos
constituimos a través del hacer social. Pensar que la conquista del
poder-sobre puede llevar a la emancipación de lo que niega es absurdo.
El poder-hacer es social. Es la constitución del nosotros, la práctica
del reconocimiento mutuo de la dignidad.
El movimiento del poder-hacer en contra del poder-sobre no se debe
concebir como "contra-poder" (término que sugiere una simetría entre
poder y contra-poder) sino como anti-poder (término que, para mí, sugiere
una asimetría total entre poder y nuestra lucha).
III
9. Parece que el poder-sobre nos penetra tan
profundamente que la única solución posible es a través de la
intervención de una fuerza externa. Esta no es ninguna solución.
No es difícil llegar a conclusiones muy pesimistas sobre la sociedad
actual. Las injusticias y la violencia y la explotación nos gritan,
pero sin embargo parece que no hay salida posible. El poder-sobre parece
penetrar cada aspecto de nuestras vidas tan a fondo que es difícil
imaginar la existencia de "masas revolucionarias". En el pasado,
la penetración profunda de la dominación capitalista condujo a
muchos a ver la solución en términos del liderazgo de un partido
de vanguardia, pero resultó que no fue ninguna solución, ya que
simplemente remplazó una forma de poder-sobre con otra.
La respuesta fácil es la desilusión pesimista. El grito inicial
de rabia ante los horrores del capitalismo no está abandonado,
pero aprendemos a vivir con él. No nos volvemos aficionados del
capitalismo, pero aceptamos que no hay nada que hacer. La desilusión
implica caer en la identificación, aceptar que lo que es, es.
Implica participar, pues, en la separación del hacer del hecho.
10. La única forma de romper el círculo
aparentemente cerrado del poseer es viendo que la transformación
del poder-hacer en poder-sobre es un proceso que implica necesariamente
la existencia de su contrario: la fetichización implica la anti-fetichización.
La mayoría de las veces, se discute la alienación (fetichismo,
reificación, disciplina, identificación, etc.) como si fuera un
hecho cumplido. Se habla de las formas capitalistas de relaciones
ociales como si estuvieran establecidas al alba del capitalismo
para seguir existiendo hasta que el capitalismo sea remplazado por
otro modo de producción. En otras palabras, se hace una separación
entre constitución y existencia: se ubica la constitución del
capitalismo en pasado histórico, y se asume que su existencia actual
es estable. Este enfoque conduce necesariamente al pesimismo.
Si, al contrario, vemos la separación del hacer y hecho no como
algo terminado sino como un proceso, el mundo se empieza a abrir.
El hecho mismo que hablamos de alienación significa que la alienación
no puede ser total. Si la separación, alienación (etc.) se entiende
como proceso, esto implica que su curso no está predeterminado, que
la transformación del poder-hacer en poder-sobre siempre está abierta,
siempre está en cuestión. Un proceso implica un movimiento de devenir,
implica que lo que está en proceso (la alienación) es y no es. La
alienación, entonces, es un movimiento contra su propia negación,
contra la anti-alienación. La existencia de la alienación implica
la existencia de la anti-alienación. La existencia del poder-sobre
implica la existencia del anti-poder-sobre o, en otras palabras,
el movimiento de emancipación del poder-hacer.
Lo que existe en la forma de su negación, lo que existe en el modo
de ser negado, existe realmente, a pesar de su negación, como
negación del proceso de negación. El capitalismo está basado en
la negación del poder-hacer de la humanidad, la creatividad, la
dignidad: pero eso no quiere decir que esto deja de existir.
Como lo han mostrado los zapatistas, la dignidad existe a pesar
de su negación. El poder-hacer existe también: no como isla en
un mar de poder-sobre, sino en la única forma en que puede existir,
como lucha contra su propia negación. La libertad también existe,
no como la presentan los liberales, como algo independiente de
los antagonismos sociales, sino en la única forma en que puede
existir en una sociedad caracterizada por relaciones de dominación,
como lucha contra esa dominación.
La existencia real y material de lo que existen en la forma de su
propia negación es la base de la esperanza.
11. La posibilidad de cambiar la sociedad
radicalmente depende de la fuerza material de lo que existe en el
modo de ser negado.
La fuerza material de lo negado se puede ver de diferentes maneras.
En primer lugar, se puede ver en la infinitud de luchas que no
tienen como meta ganar el poder sobre otros, sino simplemente la
afirmación de nuestro poder-hacer, nuestra resistencia en contra
de la dominación por otros. Estas luchas toman muchas formas
diferentes, desde la rebelión abierta hasta luchas para ganar o
defender el control sobre el proceso de trabajo o el acceso o
adecuación o servicios de salud, o la afirmación de dignidad más
fragmentadas y muchas veces silenciosas dentro del hogar. La lucha
por la dignidad, por lo que está negado por la sociedad actual, se
puede ver también en muchas formas que no son abiertamente políticas,
en la literatura, en la música, en los cuentos de hadas. La lucha
contra la inhumanidad es omnipresente, ya que está inherente en
nuestra existencia como humanos.
En segundo lugar, la fuerza de lo negado se puede ver en la
dependencia del poder-sobre con respecto a lo que niega. La
gente cuyo poder-hacer existe como capacidad de decir a otros
lo que tienen que hacer siempre depende por su existencia del
hacer de otros. Toda la historia de la dominación se puede ver
como la lucha por parte de los poderosos de liberarse de su
dependencia hacia los impotentes. La transición del feudalismo
al capitalismo se pude ver de esta manera, no sólo como la
lucha de los siervos para liberarse de los señores, sino como
la lucha de los señores para liberarse de los siervos a través
de la conversión de su poder en dinero y así en capital. La
misma búsqueda de la libertad con respecto a los trabajadores
se puede ver en la introducción de la maquinaria, o en la
conversión masiva de capital productivo en capital dinero, que
juega un papel tan importante en el capitalismo contemporáneo.
En cada caso, la fuga de los poderosos con respecto a los hacedores
es en vano. No hay forma de que el poder-sobre pueda ser otra cosa
que la metamorfosis del poder-hacer. No hay forma de que los
poderosos se puedan escapar de su dependencia hacia los impotentes.
Esta dependencia se manifiesta, en tercer lugar, en la
inestabilidad de los poderosos, en la tendencia del capital
hacia la crisis. La huída del capital con respeto al trabajo,
a través del remplazamiento de trabajadores por máquinas o
por su conversión en capital dinero, enfrenta al capital con
su dependencia final hacia el trabajo (es decir, su capacidad
de convertir el hacer humano en trabajo abstracto productor
de valor) en la forma de la caída de las tasas de ganancia.
Lo que se manifiesta en la crisis es la fuerza de lo que el
capital niega, es decir el poder-hacer no subordinado.
12. La revolución es urgente pero incierta,
una pregunta y no una respuesta.
Las teorías marxista-ortodoxas buscaron captar la certidumbre
al lado de la revolución, con el argumento de que el desarrollo
histórico conducía inevitablemente a la creación de una sociedad
comunista. Este intento es fundamentalmente erróneo, ya que no
puede haber ninguna certeza en la creación de una sociedad
auto-determinante. La certeza sólo puede estar por el lado de la
dominación. La certeza se puede encontrar en la homogeneización
del tiempo, en la congelación del hacer en ser. La auto-determinación
es inherentemente incierta. La muerte de las viejas certezas es
una liberación.
Por las mismas razones, la revolución no se puede entender como
una respuesta, sino sólo como una pregunta, como una exploración
de la realización de la dignidad. Preguntando caminamos.
Bibliografía
T.W. Adorno, La dialéctica negativa.
Ernst Bloch, El principio esperanza.
Michel Foucault, Vigilar y castigar.
Michel Foucault, Vigilar y castigar.
Michel Foucault, Vigilar y castigar.
John Holloway "Teoría volcánica", Bajo el volcán pp. 119-134.
Georg Lukács, Historia y Conciencia de clase.
Carlos Marx, Manuscritos enonómico-filosóficos de 1844.
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