Alirio Díaz. Fotografía José Antonio Rosales |
Estimados Visitantes
Hoy tenemos el gusto de hacerles llegar esta entrevista que Rafael Simón Hurtado le realizó a la ya desaparecida leyenda guitarrística venezolana Alirio Díaz (1923-2016)
Deseamos disfruten de la entrada.
Atentamente
La Gerencia
*******
Rafael
Simón Hurtado
El
lugar donde nació Alirio Díaz, La Candelaria, -un
pequeño pueblo cercano a Carora, en el estado Lara-,
un 12 de noviembre de 1923, se conserva igual al día en el que su
madre lo alumbró, dice el propio maestro. Sigue siendo un caserío
agobiado por el sol y demorado en el tiempo. Una aldea aislada y
deprimida que no tiene que ver con las ciudades del mundo por las que
hoy anda: Roma, Edimburgo, Viena.
Pero
Alirio Díaz, a pesar de tanto universo transitado, no ha perdido el
músculo de tierra primitiva que todavía lo ata al lugar donde vio
aquella luz. La que lo impregnó –según supo después- del genio
con el que ha tejido la música de su guitarra.
Estuvo
en Valencia, deteniendo su tránsito europeo, lo que nos dio la
oportunidad de acercarnos a él en una Naguanagua menos cosmopolita
que Viena, pero más ruidosa y arriesgada que el pueblecito de La
Candelaria. A la cita asistimos el fotógrafo José Antonio Rosales y
este servidor, gracias a los buenos oficios –es necesario decirlo-
del profesor de la Universidad de Carabobo Pedro Crespo, quien lo
condujo a la cita, en compañía de otro personaje iluminado por el
genio de la música, según lo afirmado por el mismo maestro, el
concertista de cuatro Leonardo Lozano.
Pedro Crespo |
Esa
mañana, el instrumento de su corazón nos mostró al larense exacto
que es. Al músico de convicciones armónicas y al ser humano que es
capaz de impresionar por su ausencia de vanidad. En estas líneas, la
reproducción afectuosa de sus palabras.
Alirio Díaz. Fotografía José Antonio Rosales |
La
semilla de la música
La
conversación se inició justamente por el recuerdo de las calles y
las casas del caserío de La Candelaria. La primera cosa que nos dijo
es que viene de un hogar de campesinos larenses. Su padre, que había
nacido en Carora, en 1885, a los 18 años se mudó para el campo,
sacándole el cuerpo a la guerra civil. Y fue en La Candelaria,
caserío ubicado a 30 kilómetros de Carora, donde se estableció,
finalmente, como dependiente en un negocio de pulpería.
Allí
conoció a la que sería la madre del maestro, con quien concibió
diez hijos más. En ese lugar –dice- transcurrió su infancia,
sembrando maíz y cuidando chivos y gallinas. Pero también
escuchando a los músicos y a los poetas que se reunían en la
pulpería de su padre. Este contacto fue el que sembró en él las
primeras semillas de un fruto distinto de los que había cultivado en
el campo.
Allí
no había escuelas, y según nos refiere, fue un tío quien le enseñó
las primeras letras. En esa época, era común que la educación las
impartiese un miembro de la familia, porque escaseaba la gente que se
dedicara a la enseñanza rural. Sin embargo, en ese mundo, aislado y
bucólico, era posible conseguir a gente letrada. Se daba ese
fenómeno de personas analfabetas que coincidían con apasionados e
insospechados lectores.
-“Aunque
parezca increíble –afirma- a La Candelaria de la década del 1930
llegaban algunos periódicos de Carora, de Barquisimeto y aun de
Caracas, como El Universal, que encontraban lectores. Mi abuelo
materno era uno de esos lectores; un hombre culto, que había sido un
músico magnífico, y un guitarrista de música académica. Todavía
conservo dos libros que heredé de él: Método
de Guitarra, de Fernando Carulli, y La
Divina Comedia, de Dante
Aliguieri. Estos encuentros con la cultura
estimularon notablemente mis deseos de aprender”.
Desde
pequeño se supo siempre movido por un gran deseo de saber, de
averiguar lo que sucedía más allá de su aldea. Sin saber, todavía,
lo que iba a ser como músico.
-“No
lo sabía, ni siquiera lo sospechaba. Lo que me llevó en aquella
época a salir de La Candelaria fue el atractivo caroreño que me
enamoró con una fuerza extraordinaria y de la que tuve noticias a
través de los periódicos y de los visitantes que iban por el pueblo
durante las fiestas patronales o en navidades. Carora se me mostraba
como un lugar en donde había recitales poéticos, encuentros
musicales, disertaciones, que revelaban a aquella ciudad como un
ambiente lleno de cultura”.
-“Supe
de esa ciudad, como dije, a través de los periódicos. Hay que decir
que yo llegué a Carora a los dieciséis años, con tercer grado de
educación primaria. Una vez allí, tuve la suerte de encontrarme a
don Cecilio Zubillaga y recibir de él un gran estímulo. Al terminar
el sexto grado, don Cecilio, a quien considero mi padre espiritual, y
quien me había oído tocar la guitarra en su casa, al comunicarle mi
deseo de proseguir estudios de secundaria, me dijo: ´Eso es un
absurdo. Tú tienes que convertirte en un gran artista. Te vas a ir a
Trujillo a estudiar música´. Y me dio una carta para Laudelino
Mejías, director de la banda de Trujillo. Laudelino era maestro de
armonía, teoría y solfeo. Un gran creador y un maestro. En ese
momento, creo que nací para el mundo de la música clásica. Don
Cecilio fue quien decretó mi futuro”.
-“Para
sostenerme esos años aprendí el oficio de tipógrafo y entré en la
Imprenta del Estado, con un empleo de ocho horas diarias. No sé de
dónde, pero siempre tuve tiempo para estudiar música. Logré
aprender saxofón y clarinete, por lo que el maestro Laudelino Mejías
me ubicó como saxofonista de la banda del estado; un trabajo que me
permitió estudiar la guitarra. Mi estadía en Trujillo, en ese
sentido, fue una escuela para mí, porque aprendí también inglés y
mecanografía, herramientas que me sirvieron para viajar a Caracas”.
-“Sin
embargo, en todo ese tiempo el maestro Laudelino Mejías insistió en
que debía quedarme en Trujillo. Me decía: ´espérate. Yo sé
cuándo tienes que irte, para que llegues a ser lo que yo estoy
seguro que tú vas a ser´. Hasta que en 1945
comencé estudios formales con Raúl Borges. Cuando éste me oyó
tocar vio que tenía habilidades. Yo tocaba la guitarra de oído
solamente; había compuesto incluso una pieza y cantaba en la radio
de Trujillo. Es Borges quien me forma. Tanto, que cuando me fui a
España a perfeccionarme ya llevaba una formación completa, gracias
al maestro Borges. Allá observaron que yo tenía una técnica sin
mácula, buena inspiración y dominio del instrumento”.
Alirio Díaz. Fotografía José Antonio Rosales |
La
primera educación
Con
relación a sus capacidades virtuosas nos dice que todo es una
mezcla. Es, por un lado, La Candelaria donde están sus raíces
musicales primordiales. La vocación musical cotidiana, que se
reflejaba en las reuniones, en los bautizos, en los matrimonios, en
los nacimientos, en las navidades, en las fiestas patronales, el arte
musical popular. Y por otro lado, es el sonido de la sangre de su
padre y de sus abuelos.
-“Uno
nace con un talento, pero en mi caso contribuyó mucho el hecho de
que yo nací en La Candelaria, donde la música era el pan nuestro de
cada día. En cada casa había un instrumento, un cuatro, un violín,
una guitarra, una bandolín, unas maracas, un tambor. Era un
pueblecito de 300 habitantes lleno de música. Frecuentemente nos
reuníamos para tocar, cantar, bailar, y los fines de semana siempre
había bailes y serenatas. Allí estuvo mi primera educación, mi
primera experiencia con los sonidos. Todo eso estaba ya dentro de mí,
unido, por supuesto, a un aspecto claramente genético, porque mi
padre era un gran cuatrista, y todo el mundo en mi familia tocaba y
bailaba muy bien. Mi abuelo había sido guitarrista y violinista, mi
bisabuelo era un gran cantor de velorios, que cantaba salves en los
campos. Y luego, hay un entorno nacional de música, del que yo he
estado impregnado: de lo que se tocaba en las bandas, los valses,
merengues, joropos, del sonido del arpa, de la bandola, de todas esas
cosas nuestras. Hay una repercusión, sin duda, en toda mi
personalidad; un impacto que ha ido evolucionando, purificándose,
haciéndose más exigente, más puro, más noble. Eso ha persistido a
lo largo de mi vida”.
Oído
perfecto
Hoy
celebra la existencia de ese entorno, que va más allá de La
Candelaria. Es el país, pues es cierto -dice-, que en el venezolano
no es difícil descubrir esa vocación por la música.
De
hecho, el maestro Alirio Díaz está convencido de que “uno de los
pueblos más músicos del mundo es Venezuela. Un pueblo en el que,
además, pervive con fuerza enorme una raíz popular de la que
nuestros grandes compositores han partido para hacer obras de aliento
universal. Con mucha frecuencia constato que los jóvenes venezolanos
tienen esas cualidades que son indispensables para llegar a ser
grandes músicos”.
¿Cuáles
son esas cualidades?
-“El
oído, perfecto. El sentido del buen gusto, el deseo de mejorar, de
evolucionar y de prepararse. Y, algo muy importante: continuar la
tradición. En la actualidad hay un movimiento de guitarristas en
Venezuela que son creadores también, cosa que no existía hace unos
años. El único que poseía esas características en mis años mozos
era Antonio Lauro. Hoy en día tenemos músicos y compositores que
serán grandes, pero que todavía están en una etapa inicial. Esta
preparación lleva tiempo, toma años, porque el proceso creativo
conlleva madurez, práctica continua. Por eso es fundamental
enseñarle a los jóvenes músicos venezolanos que este asunto es más
de persistentes que de genios”.
Antonio Lauro |
-“La
vocación, -dice-,
debe estimularse en un marco de trabajo constante, de espíritu de
disciplina. Eso es lo fundamental. Cuántos genios se han perdido por
falta de voluntad. Y lo otro es el carácter. Un artista, un
verdadero artista, debe entrenar su capacidad para soportar
calamidades, hambre, sacrificios, agotamiento, renuncias de todo
orden; debe estar preparado para conocerse a sí mismo y ver en su
interior tanto la maravilla como el espanto. El artista tiene que
saber lo que tiene por dentro y estar avisado porque puede llevar
consigo el horror, mezclado con lo sublime de la belleza. El artista
debe templar su carácter en un trabajo sin descanso. Debe aceptar
las críticas; no rechazarlas, sino comprenderlas. Una crítica
negativa puede traer cosas positivas si se la sabe interpretar; para
eso hay que tener sentido autocrítico. Pero la autocrítica viene
con la experiencia, con los años, por eso a un joven no se le puede
alabar gratuitamente. Decirle a un niño que es un genio puede
frenarle un proceso por el que, de todas formas, tendrá que pasar,
justamente, halado por el deseo de mejorar”.
-“Ahora
los jóvenes tienen una cantidad de ventajas con respecto a las
condiciones que yo tuve en mi etapa de formación. Cuando yo empecé
a estudiar con mi maestro había una cantidad de detalles todavía
inciertos, en cuanto a procedimientos técnicos, más que todo. La
guitarra no era la guitarra de hoy, que ha ganado en cualidades y en
calidades. Ahora el instrumento suena mejor, tiene mayor y mejor
sonido; ahora se usan las cuerdas de nylon que en esa época no se
usaban. Se usaban las cuerdas de acero y algunos usaban cuerdas de
tripa. El repertorio no era tan accesible como hoy; no había la
discografía de la guitarra que hoy está disponible para grandes
audiencias. Hay becas y, muy importante, concursos nacionales e
internacionales, festivales a los que se invita a guitarristas de
todo el mundo, lo que ofrece la posibilidad de confrontarse con los
otros”.
“Y
sí, tiene mucho de mujer”
A
lo largo de su vida, también, ha moldeado el cuerpo de más de
una guitarra, ese instrumento maravilloso con el
que se le asocia inevitablemente.
-“Ahora
tengo seis guitarras de concierto: una, alemana, que es exactamente
igual a la que tenía mi maestro Andrés Segovia; y otras de autores
italianos y españoles, aunque no muy conocidos, notables. También
tengo una Yamaha, que me la regalaron en un viaje que hice al Japón”.
Y
en esas manos que la sostienen, es posible ver la definición de una
vocación y el gusto del instrumento por la caricia que las hace
intérpretes. La guitarra parece exigir ciertas cualidades físicas
de las manos que le demandan, como son los dedos largos y flexibles,
delgados y afilados, como las uñas que pueden debilitar el sonido si
tienen poco calcio.
-“La
configuración de mi mano me la ha fraguado el ejercicio, pero además
hay que tener una base, una estructura física que no sólo implica
la mano. En cada ejecución también debe estar comprometido el
cuerpo, porque tocar una guitarra exige una determinada sensibilidad.
Las manos, el cuerpo todo, deben disponerse para extraer del
instrumento un sonido que tiene que poseer fuerza, al tiempo que
ternura. Mi cuerpo acaricia el instrumento y el sonido que emerge
debe acariciar a quien lo escucha. Es una transmisión física. El
sonido debe responder a un efecto estético, artístico, de carácter
profundamente emotivo. No hay mediación alguna entre la mano del
guitarrista y la cuerda que emite el sonido, de manera que ese tañido
que tú oyes ha salido de mi mano, de mi cuerpo, de mi corazón”.
Andrés Segovia |
-“La
guitarra es un ser vivo que transmite una corriente de emociones que
se comunica en un diálogo íntimo. Yo soy el dueño único de ese
universo sonoro que la guitarra pone a andar a través de mis
pulsaciones. Mi guitarra, gracias a los conciertos, ya está
preparada para responder a lo que yo le pido. Puedo tocar una
guitarra que no sea la mía, pero la entrega total sólo la obtengo
del instrumento que he moldeado yo con el uso por muchos años. A
cambio, yo tengo que atenderla, cuidarla, consentirla”.
-“Y
sí, tiene mucho de mujer. Tiene sus formas, su cuerpo, y yo soy el
único hombre que la acaricia. De hecho, hay un pacto entre ella y
yo, de comprensión mutua y de mutua protección que se refleja en el
sonido. No me comporto como el intérprete que va a sacar de la
guitarra lo que ésta no quiere dar. Debe haber una entrega
recíproca. Tiene que darse un intercambio de profunda comprensión,
integrarse uno al otro, de modo de producir esa interpretación que
trascienda. Al abrazar la guitarra es como si abrazara un cuerpo.
Por eso no permito que a la guitarra de Alirio
Díaz la toque otro que no sea Alirio Díaz”.
Alirio Díaz. Fotografía José Antonio Rosales |
¿Qué
queda de un virtuoso?
Alirio
Díaz ha sido sin duda alguna el gran virtuoso de la guitarra en
Venezuela y unos de los más notables en el mundo artístico
internacional de la segunda mitad del siglo XX. Hace unas décadas
sólo se podían mencionar cuatro nombres asociados con la ejecución
virtuosística de la guitarra clásica: Julian Bream, John Williams,
Narciso Yepes y Alirio Díaz. Junto al legendario Andrés Segovia,
estos maestros son considerados como los mejores guitarristas de toda
la historia.
Pero,
¿qué queda de un virtuoso para ser recordado? ¿Cuál es su aporte
perdurable a la sociedad cultural? Un ejecutante produce arreglos,
digitaciones y transcripciones de piezas conocidas o inéditas. Su
experiencia y conocimiento del repertorio guitarrístico son
invalorables en la toma de decisiones que conlleva esta actividad. El
virtuoso además puede plasmar la técnica especial que lo llevó a
las cumbres expresivas con su instrumento tanto en tratados y métodos
publicados como a través de sus alumnos, ya que casi no hay
excepción para todo ejecutante de establecer una actividad paralela
de enseñanza. No obstante, el aporte principal como artista es la
magia de su interpretación que junto al pensamiento del compositor
puede llegar a hacer sentir tristeza o alegría a masas de personas
con unos cuantos movimientos de sus dedos ágiles y prodigiosos.
La
virtud del intérprete desaparecía con su muerte, hasta que el
advenimiento de la grabación sonora a principios del siglo pasado,
cambió esta terrible verdad. Podíamos tener partituras de los
compositores que con bastante fidelidad representan su pensamiento
original, pero de los ejecutantes sólo quedaban los programas y
afiches de sus conciertos. En casos muy especiales, se narraban
o se escribían relatos de eventos tan memorables que aguantaban en
la memoria extendida un tiempo más del seco instante en que la
música se oye y desaparece.
Alirio
Díaz ha grabado un amplio repertorio de la guitarra del siglo XVI
hasta nuestros días, especializándose en obras españolas,
italianas y latinoamericanas. Él fue el precursor en difundir las
piezas de Antonio Lauro, y la aceptación de este compositor
venezolano en el ámbito internacional como literatura básica de la
guitarra se le debe a Alirio Díaz.
Agustín Pío Barrios, conocido cómo Nitsuga Mangoré |
El
gran Mangoré lo calificó como un mito del instrumento. Después de
clases con Sainz de la Maza y con Segovia, máximos premios y
reconocimientos por reyes e instituciones como la OEA, Alirio es tan
inmediato y sencillo como el compadre del pueblo La Candelaria, en
Lara, donde sale al patio de su casa a tocarles a sus amigos de
infancia.
Gracias
a Dios, hoy es posible obtener nuevas interpretaciones grabadas por
Alirio Díaz. Peter Hamilton MacDonnell, quien ha fundado la
editorial Caroní Music, y cuyo vicepresidente es el propio Alirio
Díaz, ha emprendido la edición de una serie de CD’s, la
"Colección Alirio Díaz". El primer título de esta
recopilación es el CD "Grandes Conciertos" con Alirio y la
Orquesta Nacional de España, bajo la dirección de Rafael Frübeck
de Burgos. En este CD Alirio Díaz interpreta mágicamente el
Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo y el Concierto para
Guitarra, opus 30 de Mauro Giuliani. De esta manera el virtuosismo
queda sembrado, en los microscópicos surcos de pequeños territorios
que giran constantemente alrededor del mundo.
Fuente:
Semanario Tiempo Universitario de la Universidad de Carabobo,
sección: Muestras sin retoques. Rafael Simón Hurtado.
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Rafael Simón Hurtado. " Al fondo la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá en Maracaibo. Estado Zulia |
Rafael Simón Hurtado
Escritor y periodista venezolano. Licenciado en comunicación social egresado de la Universidad Católica Cecilio Acosta (Maracaibo,
Zulia). Ha obtenido el Premio Municipal de Literatura Ciudad de
Valencia (años 1990 y 1992), el Premio Nacional de Periodismo Científico
(2008), el Premio de Periodismo “Jesús Moreno” (Universidad de Carabobo, 2009) y el Premio Nacional de Literatura “Rafael María Baralt" (2016). Ha publicado el libro de cuentos Todo el tiempo en la memoria y las crónicas literarias “Leyendas a pie de imagen, croquis para una ciudad”. Fue editor-director de la revista cultural Laberinto de Papel y de las publicaciones de divulgación científica Saberes Compartidos y A Ciencia Cierta, todas de la Universidad de Carabobo.
Ficha tomada de Letralia.
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Actualizada el 29/10/2023
La entrega por la pasión..., un virtuoso. Gracias
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